
El gobierno de Donald Trump está presenciando una salida masiva y sin precedentes de funcionarios públicos experimentados, fruto de una estrategia de “renovación” que está vaciando las entrañas del Estado federal.
En lo que algunos empleados califican como una purga silenciosa, decenas de agencias clave están perdiendo a sus cuadros técnicos más veteranos, lo que amenaza con paralizar funciones básicas del gobierno.
Se trata de una combinación letal: presiones para jubilarse anticipadamente, ofertas de retiro con sueldo extendido y una campaña estructural para reclasificar miles de cargos como “puestos de confianza”, sin protección laboral. Todo apunta a una política de desmantelamiento institucional que, según fuentes internas, ya supera los 75,000 funcionarios despedidos o retirados en la primera ola, y podría escalar a cientos de miles en una segunda etapa.
Entre los afectados se encuentran directores de los Institutos Nacionales de Salud, la cúpula de la FAA, más de 200 técnicos del Tesoro, altos mandos de la NHTSA, expertos en ciberseguridad, controladores aéreos y decenas de especialistas que han sostenido las funciones esenciales del Estado durante décadas.
“Estamos perdiendo a gente brillante, a los que saben cómo funciona realmente el gobierno. Se van y puede que nunca regresen”, lamentó Jeffrey Grant, exfuncionario de Medicare y Medicaid con 42 años de carrera.
El precio de la lealtad forzada
El temor de muchos trabajadores es claro: si no aceptan irse voluntariamente, serán reclasificados como personal político de libre remoción, una movida diseñada para reemplazarlos con leales trumpistas. La nueva versión del programa Schedule F, defendido por el equipo de Elon Musk a través de su Departamento de Eficiencia Gubernamental, busca replicar la lógica empresarial en el aparato federal, aunque la experiencia técnica no es tan fácilmente reemplazable como en una empresa tecnológica.
“Estamos eliminando décadas de conocimiento institucional”, advirtió un empleado de la Oficina de Patentes. “Con ellos se van procedimientos, historias, precedentes... y eficiencia”.
Agencias desmembradas
La FDA podría ver ralentizadas sus alertas de seguridad alimentaria. El Tesoro pierde a quienes manejaban los sistemas financieros del país. La FAA, ya golpeada por un choque mortal en enero y fallos de comunicación recientes, pierde a su jefe de tráfico aéreo y vicepresidentes de programas críticos.
En la NHTSA, la oficina especializada en autos autónomos prácticamente ha desaparecido. Y en el Departamento de Vivienda, las salidas abarcan desde jefes de tecnología hasta quienes administran subsidios para vivienda pública.
Incluso rincones menos visibles del aparato federal, como el equipo de Continuidad de Operaciones en la GSA, pierden a los “hacedores” que hacían que el Estado funcione tras bambalinas.
Mientras empleados alertan del “colapso funcional en cámara lenta”, las agencias afirman que su operatividad no será afectada. El Departamento del Tesoro dice que los despidos devuelven al IRS a su tamaño anterior a Biden. La FAA presume de “reserva de talento”, aunque pierde a casi toda su plana mayor.
Pero ni los optimistas del “adelgazamiento burocrático” ocultan los riesgos. “Sí, hay telarañas que limpiar”, dice Avik Roy, de la Fundación para la Investigación en Igualdad de Oportunidades. “Pero reemplazar conocimiento especializado no es tan simple”.
El secretario de Transporte, Sean Duffy, lo admitió en una asamblea interna: “Vamos a perder conocimiento. Vamos a perder experiencia”.