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La investigación sobre el accidente del buque contra el puente de Brooklyn que mató a dos cadetes sigue sin arrojar conclusiones

El piloto, el motor, el remolque… sigue el misterio a una semana de la tragedia del Cuauhtémoc

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Tragedia El buque escuela Cuauhtémoc tras chocar contra el puente Brooklyn, ante la impotencia de los remolcadores que no pudieron evitar el impacto (Angel Colmenares/EFE)

Lo que ocurrió en escasos cuatro minutos la noche del sábado 17 de mayo en el puente de Brooklyn ante decenas de personas grabando con sus celulares y la impotencia de los cadetes del buque de la Armada de México Cuauhtémoc, subidos en los mástiles, sigue rodeado de un espeso silencio, con más preguntas que respuestas y con la advertencia de las autoridades de que podrían extenderse la investigación hasta dos años, agrandando aún más el misterio y la ansiedad de los familiares de los dos cadetes muertos y de los que resultaron heridos.

El buque Cuauhtémoc zarpó del muelle 17 de Manhattan a las 8:20 de la noche. Cuatro minutos y 45 segundos después chocó de popa contra el puente de Brooklyn, sin que el piloto al mando ni el remolcador a su vera pudieran controlarlo.

Numeroso público presente captó con sus celulares cómo los tres mástiles del barco se partieron uno a uno, haciendo caer al vacío a algunos miembros de la tripulación mientras otros colgaban de sus arneses en el aire.

De aquí surge la primera cuestión no resuelta.

¿Por qué no estaba el Cuauhtémoc amarrado al remolcador?

Probablemente por un exceso de confianza del responsable de sacar al Cuauhtémoc del East River, un canal que por su estrechez potencia la fuerza de la corriente hacia el interior cuando sube la marea.

Como el buque-escuela atracó en el muelle con la proa mirando a Manhattan (para lucirse más), puso el motor de reversa para salir de popa, generando una estela de espuma, como quedó reflejado en numerosos videos.

El remolcador Charles D. McAllister se limitó a empujar al buque para posicionarlo en el centro del canal para que saliera a la bocana del puerto de Nueva York, repostara combustible y emprendiera su viaje a Islandia. Pero el remolcador nunca estuvo amarrado al Cuauhtémoc, pese a que la corriente y el viento empujaban al barco hacia el puente.

El Charles D. McAllister es un barco veterano con timones de flanqueo tradicionales, menos ágiles y potentes que los modernos con propulsión tipo tractor, que pueden moverse en cualquier dirección al instante.

¿Por qué no se usó uno más moderno? Tal vez por costos. Entre más moderno es el remolcador, mayor la renta.

¿Qué pasó con el motor?

Esta es otra de las cuestiones a resolver. El Cuauhtémoc solo tiene un pequeño motor auxiliar de mil 125 caballos de fuerza y (como quedó grabado en video) maniobraba en reversa. En contraste, el remolcador Charles D. McAllister, aunque con 58 años de servicio, fue repotenciado en 2007 con dos motores CAT 3512 de 2 mil 800 caballos cada uno. Debería haber podido dominar fácilmente al Cuauhtémoc, incluso con el viento y la corriente en contra… si hubiera estado atado.

Sin cabo de amarre, el remolcador no podía tirar del barco, solo empujar. Y eso, en medio de la corriente del East River, marcó la tragedia.

Videos grabaron al remolcador empujando a la nave para evitar que la corriente lo arrastrara río arriba hacia el puente. Pero al cabo de unos pocos minutos y sin que se haya aclarado el motivo, el barco se separó del remolcador, sin que el motor lograra revertir la marcha atrás.

Las autoridades neoyorquinas dijeron inicialmente que la nave se quedó sin energía antes del accidente; sin embargo, una segunda versión indica que el motor, en vez de pararse, aumentó de velocidad repentinamente, pasando de unos 2.3 nudos después de zarpar a unos 6 (unos 11 kilómetros por hora) en el momento del choque con el puente, a las 8.24 de la tarde.

El remolcador pareció intentar adelantarse al buque mientras se dirigía hacia el puente, según puede verse en videos difundidos en redes sociales, pero no pudo alcanzarlo a tiempo.

Unos 45 segundos antes de estrellarse contra la parte inferior del puente, se emitió una llamada de radio solicitando ayuda a otros remolcadores de la zona, reveló en rueda de prensa el lunes Brian Young, investigador principal de la la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés). Ninguno llegó a tiempo.

¿Cuál fue el papel del piloto?

El piloto es clave en la investigación, pero de momento no ha trascendido nada sobre su papel.

Por ley, los barcos en Estados Unidos deben llevar un piloto de puerto local, un marino con experiencia en las aguas donde navega. El Cuauhtémoc mostraba la bandera “H” (Hotel), lo que indica que tenía piloto a bordo.

Pero Nueva York es especial: los pilotos estatales llevan los barcos hasta la entrada del puerto y luego los entregan a los pilotos de atraque, expertos en maniobras río arriba.

Dado que el Cuauhtémoc salía rumbo a Islandia, probablemente llevaba un piloto estatal y no uno de atraque. Esta incógnita aún no ha sido despejada, pero los expertos coinciden en que, de haber estado al mando un piloto de atraque, experto en el canal del East River, probablemente habría ordenado que el buque estuviera amarrado y guiado por un remolcador, no sólo que lo empujara.

Por último, está el papel del capitán del Cuauhtémoc, Víctor Hugo Molina Pérez, al mando del buque cuando ocurrió el accidente. ¿Fue su responsabilidad que el buque (de unos 90 metros de eslora) zarpara con la corriente en contra? ¿Tuvo responsabilidad compartida en la maniobra accidentada?

Las autoridades al cargo de la investigación se muestran muy cautas a la hora de responder a todas estas cuestiones y anunciaron que en unas tres semanas podrían hacer público un informe preliminar, pero advirtieron que la complejidad de este accidente inaudito podría llevarlos hasta dos años para saber exactamente qué pasó y por qué se convirtió en pesadilla el sueño de las 64 mujeres y los 213 hombres que componían la tripulación y que estaban en los comienzos de un viaje de 254 días que había empezado el 6 de abril en Acapulco y lo llevaría a 22 puertos en 15 países del mundo para “exaltar el espíritu marinero” y “llevar el mensaje de paz y buena voluntad del pueblo mexicano”.

La tragedia acabó con las vidas de América Yamilet Sánchez, de 20 años, originaria de Xalapa, Veracruz, y Adal Jair Marcos, de 23, de San Mateo del Mar, en Oaxaca, mientras otros dos cadetes siguen hospitalizados en Nueva York.

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