
A medida que pasan las horas y se desvanece la esperanza de encontrar con vida a los más de 161 desaparecidos por las catastrófica riada del 4 de julio en Texas (la cifra del último balance se disparó dramáticamente) y mientras los familiares empiezan a enterrar a los 111 muertos (entre ellos 30 niños), cada vez son más voces en Estados Unidos que se hacen la misma pregunta: ¿Por qué las autoridades no emitieron una orden de evacuación, si la previsión era de lluvias extremadamente torrenciales en el área del río Guadalupe a su paso por el condado de Kerr, pese a su historial de inundaciones?
Esta misma pregunta se siguen haciendo los familiares de las 236 personas que murieron ahogadas la fatídica tarde noche del 28 de octubre de 2024 en Valencia (España), tras una riada históricas causada por lluvias torrenciales idénticas a la de Texas: ¿Por qué las autoridades regionales, alertadas desde el día anterior por la agencia meteorológica de la que se avecinaba, no alertaron a tiempo a la población, hasta que fue demasiado tarde y muchos murieron ahogados en sus coches, en garajes o sus casas?
O lo que ocurrió también en octubre, pero el año anterior, cuando el huracán Otis, de categoría 5 impactó de lleno en Acapulco la noche del 25 de octubre de 2023, con un saldo oficial de 68 muertos (y no oficial de 350 muertos, según los datos reportados por las funerarias). ¿Cuántas víctimas se habrían salvado, de haber existido un sistema de alerta por huracanes en sus celulares similar al de la alerta sísmica en la Ciudad de México?
Las autoridades van por detrás
Según un artículo publicado por El Economista en noviembre de 2023, semanas después del trágico paso de Otis, varios expertos del país consultados llegaron al mismo diagnóstico que la comunidad científica y ambientalista llevan denunciando: que el calentamiento global no es un crisis a futuro, sino una realidad presente y creciente, y que la capacidad de previsión y reacción de las autoridades es mucho más lenta que la velocidad insólita con la que se forman estos fenómenos meteorológicos más poderosos, con el resultado de demasiadas muertes prevenibles, pese a contar con más herramientas que en cualquier tiempo pasado.
“Desde que se identificó que era categoría uno o dos, se debieron tomar medidas especiales, porque sabemos que un huracán no necesita ser categoría cinco, para generar daños importantes”, declaró Raymundo Padilla Lozoya, académico de la Universidad de Colima, sobre la falta de prevención de las autoridades mexicanas, pese a ser uno de los países del mundo más expuestos a los huracanes.
“Comunicar el riesgo implica poner en marcha una estrategia planificada —con antelación por supuesto—, que permita viralizar la información para advertir a la población las características del fenómeno, así como las acciones que se deben hacer inmediatamente, como irse a refugios”, dijo el meteorólogo. “No se comunicó de manera efectiva el riesgo que representaba el fenómeno”, insistió.
Aunque la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC) informó puntualmente de la rápida evolución de Otis en su camino a la costa de Guerrero, mediante boletines meteorológicos, redes sociales y conferencias de prensa, no emitió alertas de emergencia a través de celulares, pese a ser la vía más rápida y masiva de alertar a la población de Acapulco y sus alrededores sobre la peligrosidad del huracán. Pasó por alto que las zonas más vulnerables son donde viven las personas con menos cobertura digital y menos acceso a internet.
Por tanto, la cuestión es si las autoridades mexicanas han tomado ya medidas para emitir una alerta temprana por huracanes en celulares, de igual manera que implementó la alerta sísmica, o siguen posponiendo un grave (y costos) problema que asomará cada vez que comience la temporada de huracanes.
Sin embargo, la experiencia traumática vivida en España y lo que está ocurriendo en Texas demuestra que no sólo es necesario la implementación de una alerta por inundaciones potencialmente mortales, sino que hay saber usar dicha alerta y sobre todo algo tan básico como activarla con suficiente tiempo de antelación y no cuando es demasiado tarde.
¿Qué pasó en España con la DANA?
España sí cuenta con un sistema nacional de alerta (Es-Alert) en caso de llegada de un fenómeno meteorológico extremo, que en el país ibérico está asociado principalmente a la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), que es cuando choca una masa de aire frío con otra de vapor caliente, generando lluvias torrenciales, generalmente a final del verano, cuando el mar Mediterráneo lleva muchas semanas soportando altas temperaturas.
El fenómeno antes conocido como “gota fría”, siempre ha existido, pero con el cambio climático se ha hecho mucho más potente en los últimos años y más letal, sobre todo porque afecta a zonas muy pobladas en la región de Valencia, en el este de España.
Eso fue lo que ocurrió el 29 de octubre de 2024. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) advirtió desde la mañana en las redes sociales y a las autoridades regionales que se estaba formando una DANA anormalmente grande frente a la costa de Valencia. Para el mediodía, las lluvias torrenciales empezaron a caer con fuerza y a partir de las 18:00 horas, la DANA descargó lluvias extremas, con acumulaciones de hasta 600 litros por metro cuadrado en pocas horas cuando las nubes chocaron con las montañas.
En cuestión de minutos, se empezando a desbordar pequeños ríos, que al toparse con barrancos estrechos se convirtieron en lo que se llamó un “tsunami procedente de tierra adentro” que bajaba sin resistencia alguna hacia localidades valencianas en el valle y en la costa. Sin embargo, el gobierno valenciano (que era el que tiene la responsabilidad sobre las emergencias en su región) no activó la Es-alert en los celulares sino hasta las 20:00, cuando decenas de personas ya habían muerto, arrastradas por la corriente.
El negacionismo mortal republicano
Como si la experiencia traumática en México y en España no hubiese servido de nada, la madrugada del pasado viernes 4 de julio se repitió la misma en el interior de Texas, cuando cientos de personas que dormían quedaron atrapadas en sus casas o campamentos cercanos al desbordado río Guadalupe.
Ocurrida la tragedia, muchos estadounidense se preguntan indignados por qué el gobierno de Trump recortó miles de puestos en las agencias de emergencia y por qué su aliado, el gobernador de Texas, Greg Abbott, desoyó todas las alertas previas de la necesidad de aumentar el presupuesto en prevención, al tratarse de uno de los estados más vulnerables al cambio climático de EU.
Ali Mostafavi, profesor de ingeniería civil en la Universidad Texas, declaró a CNN que estamos ante una “nueva normalidad” y que el desastre demostró cómo los esfuerzos de preparación para las inundaciones no lograron adaptarse al riesgo en una región que describió como “una de las zonas con inundaciones repentinas más mortíferas del país”.
Tras la tragedia, el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, admitió que la zona necesita sirenas de inundación y que el estado contribuiría a su financiamiento.
Ha tenido que ocurrir una tragedia (aún en curso, por el alto número de desaparecidos) para empezar a cambiar la mentalidad negacionista republicana.