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El plan de Trump permitirá la liberación de rehenes, de prisioneros palestinos, el alto el fuego y la ayuda humanitaria, pero un Estado palestino sigue siendo una quimera

Gaza, año 0: claves sobre el futuro del lugar más apocalíptico de la Tierra

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Luz al final del túnel Un niño palestino carga con un saco de harina, tras la entrada de la ayuda humanitaria a la Franja de Gaza (HAITHAM IMAD/EFE)

¿Quiénes estarán en la Cumbre de la Paz de Sharm el Sheij?

Estarán líderes mundiales de una treintena de países, entre ellos los presidentes de Francia, España y Turquía, Emmanuel Macron, Pedro Sánchez y Recep Tayyip Erdogan, así como los primeros ministros de Reino Unido, Keir Starmer, y Canadá, Mark Carney. Todos ellos han reconcocido al Estado palestino.

También asistirán el canciller alemán, Friedrich Merz, que no reconoce al estado palestino, y es el aliado europeo más cercano a Israel, por el complejo de culpa derivada del Holocausto judío, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que enfrenta una rebelión en su país por resistirse a reconocer al Estado palestino, alegando que “no es el momento”.

Estarán presentes también, además de líderes árabes, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, el anfitrión de la Cumbre de Sharm el Sheij, el presidente egipcio Abdelfatah al Sisi, y por supuesto el que va a acaparar todo el protagonismo: el presidente de EU, Donald Trump, artífice del plan que ha acabado con dos años de guerra.

¿Quiénes no estarán?

La ausencia más notable será la del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. No por miedo a ser arrestado en cumplimiento de la orden internacional de búsqueda y captura por crímenes de guerra, sino por la tensión con el ala dura de su gobierno, que repudia el plan, y la profunda animadversión que genera entre los líderes musulmanes presentes en la firma, por el genocidio aún en marcha en la Franja de Gaza, pero sobretodo por el ataque israelí del 9 de septiembre a Qatar. Una cosa es que Israel ataque a los pobres palestinos y otro que lo haga a los ricos árabes del golfo Pérsico.

Otra incógnita es si participará algún miembro de la dirección política de Hamás que negoció el acuerdo, como el líder Jalil al Haya, superviviente precisamente del ataque Doha contra los líderes políticos del movimiento islamista que siguen con vida.

Quienes han rechazado expresamente la invitación son las autoridades iraníes, que siguen negándose a reconocer la existencia del Estado judío y durante décadas ha financiado y armado a grupos islamistas afines, como los libaneses de Hezbolá, los hutíes de Yemen y los palestinos de Hamás. Elrégimen de los ayatolás está más aislado que nunca.

¿Qué se ha aprobado en la primera fase del acuerdo?

Lo más urgente y que ya es una realidad desde este domingo: la entrada de ayuda humanitaria a la Franja, que Israel bloqueó deliberadamente, provocando hambruna a la vista de todo el mundo y causando una furia global por la la crueldad israelí.

Este lunes, Hamás entregará los 20 rehenes vivos, todos varones israelíes civiles, excepto dos. Inmediatamente después, Israel liberará un grupo proporcional de prisioneros palestinos, de los 1,959 prisioneros palestinos acordados (incluyendo 250 con cadenas perpetuas).

En un segundo intercambio, serán entregados a los familiares los restos de algunos de los 28 rehenes que murieron en dos años de confinamiento.

La decisión de hacer este canje de forma escalonada se acordó por la profunda desconfianza mutua y para evitar el incumplimiento de una de las dos partes incumpla. El proceso se realizará bajo supervisión internacional hasta completar el intercambio total.

¿Algunas de las partes han incumplido el acuerdo firmado?

Sí, Israel ha seguido abriendo fuego contra Gaza incluso después de la entrada en vigor del alto el fuego el 9 de octubre de 2025. Al menos un ataque aéreo fue reportado el 10 de octubre, causando decenas de víctimas, si bien, el sábado y el domingo sí estuvo vigente el alto el fuego.

No es la primera vez que el gobierno de Netanyahu viola una tregua. Lo hizo en marzo, dos meses después del regreso al poder de Donald Trump, quien decía entonces de convertir la Franja en un “infierno”, si Hamás no liberaba todos los rehenes y no de forma escalonada como se estaba haciendo. Su aliado Netanyahu decidió romper el alto el fuego y de una manera feroz, disparando el número de palestinos muertos y la agonía de los familiares de los rehenes.

¿Por qué el alto el fuego ahora podría ser diferente al de marzo?

Porque el último acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás fue obra del presidente demócrata Joe Biden y el de ahora es mérito de Trump y no va a consentir que nadie eche por tierra su plan de paz, por el que quiere ser reconocido universalmente.

Trump es la mejor garantía de que este acuerdo de paz puede salir adelante, porque es su plan de paz, que, además, cuenta con el apoyo casi unánime de la comunidad internacional.

¿Qué podría tumbar el plan de paz de Trump?

Que una de las dos partes incumpla su parte.

No están claros los planes de retirada israelí de la Franja ni los calendarios ni si finalmente la retirada será total o parcial. Se acordaron al menos dos fases, sin fecha un una franja de seguridad a lo largo de los 41 kilómetros de frontera.

Pero quizá la gran incógnita es el futuro de Hamás, que parece dispuesto a renunciar al poder, pero se resiste a dejar las armas.

Si finalmente no cumple el desarme acordado, sería la excusa perfecta de sector ultranacionalista israelí para restregarle a la cara a Netanyahu que estaba equivocado y que la única solución es la aniquilación de Hamás y de la Franja, forzar a los palestinos al exilio y que Israel se anexione Gaza y la llene de asentamientos judíos.

¿Cómo se podría forzar a Israel y Hamás a que cumplan el plan de Gaza?

A priori, garantizar que Israel cumpla parece más fácil que lo haga Hamás.

En 12 meses hay elecciones en Israel y Netanyahu, que necesita desesperadamente aferrarse al poder para evitar ir a juicio por corrupción, podría venderse como el político que devolvió a los rehenes a casa (aunque sólo 20 vivos) y que logró la “rendición” de Hamás. Además, depende totalmente de Trump y si le lleva la contraria, el flujo de dinero y armas de EU a Israel podría cortarse drásticamente.

Más complejo es garantizar que Hamás se desarme y renuncie al poder (a cambio de una especie de amnistía y exilio dorado en alguno de los ricos emiratos). Esos mismos países, especialmente Qatar tiene el poder de dejar de financiar a Hamás, como lleva años haciendo, dinero con el que el movimiento palestino compra las armas que le surte Irán. Sin armas, Hamás difícilmente puede sostenerse.

La otra manera de lograr que Hamás desaparezca es la rápida creación de una policía palestina, entrenada y supervisada internacionalmente, especialmente por países árabes.

Finalmente, ¿qué falta para una verdadera paz en Oriente Medio?

Un Estado palestino y que sea democrático, no un campo de entrenamiento de terroristas y de adoctrinamiento de “mártires” del odio para preparar el próximo ataque a Israel, como el que desgarró al país el 7 de octubre de 2023.

Al mismo tiempo, no es posible pensar que puede haber una paz duradera en la región más conflictiva del mundo si se sigue negando al pueblo palestino un derecho del que gozan casi todos los pueblos del mundo: un Estado soberano, que sea viable económicamente y que no esté subyugado a otro. Pero Trump y desde luego los ultras israelíes, empezando por Netanyahu, se niegan a aceptar esta realidad, de igual manera que Irán y sus satélites armados Hezbolá y Hamás se niegan a aceptar la existencia de un Estado judío.

Hay que romper esta espiral del odio. Los israelíes y los palestinos se merecen lo mismo: dejar de estar secuestrados por los extremistas y los voceros del odio. Pocas veces se ha dado la circunstancia de que un solo hombre tiene el poder de influir sobre Israel y sobre los árabes como Trump, por eso logró la liberación de rehenes y un alto el fuego que parecía imposible hace un mes. Si realmente quiere ser merecedor del Nobel de la paz en 2026, debe usar ese poder y tener la valentía de convencer a los israelíes de que los palestinos no son esclavos ni ciudadanos de segunda, sino personas que llevan seis décadas reclamando el derecho a un Estado.

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