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La Amazonia camina hacia el colapso para 2050 y alteraría el clima de todo el planeta

Podría sufrir alteraciones irreversibles e incluso desaparecer. Dos de los umbrales, deforestación y degradación del bosque, ya se han sobrepasado

cambio climático

Vista aérea del río Amônia y la selva amazónica en Yurua, Ucayali, Perú

Vista aérea del río Amônia y la selva amazónica en Yurua, Ucayali, Perú

EFE

Un futuro escalofriante se cierne sobre la Amazonia, el bosque tropical más extenso del planeta. El pulmón del mundo. Un equipo internacional de investigadores avisa que, de no tomar medidas urgentes, la mitad de su territorio podría sufrir alteraciones irreversibles e incluso desaparecer para 2050.

Este escenario, de concretarse, tendría repercusiones devastadoras no solo para la región, sino para el planeta en su conjunto.

Dos umbrales críticos ya fueron superados: la deforestación acumulada, que ha sobrepasado el 13%, y el aumento de la temperatura media global, que ya ha alcanzado 1 grado.

El límite seguro de deforestación se sitúa en el 10%, mientras que para la temperatura, el umbral crítico se establece en 1.5 grados. Estos datos ponen de relieve la urgencia de actuar para evitar que la Amazonia se precipite hacia un punto de no retorno.

Umbrales críticos

Otros umbrales críticos que no deben superarse son: una reducción de las lluvias a menos de 1.000 litros por metro cuadrado anuales (límite seguro: 1.800 litros), un déficit de lluvia en la estación seca superior a 450 litros por metro cuadrado anuales (límite seguro: 350 litros) y una estación seca que se prolongue por más de 8 meses (límite seguro: 5 meses).

Las consecuencias de la desaparición de la Amazonia serían nefastas. Se perdería el 10% de la biodiversidad del planeta, un ecosistema que alberga una variedad inimaginable de especies.

La Amazonia también actúa como un sumidero de carbono crucial, almacenando el equivalente a 20 años de emisiones de la Tierra. Su desaparición exacerbaría el cambio climático, con consecuencias impredecibles para el planeta.

En el equipo se integraron 20 investigadores de centros de investigación y universidades europeas y americanas, entre ellos la científica Encarnación Montoya, del instituto Geociencias Barcelona (nordeste) (GEO3BCN-CSIC), quien subrayó la relevancia de este trabajo para conocer lo cerca o lejos que está el bosque tropical continuo más grande del planeta de sobrepasar los límites de seguridad.

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Montoya habló sobre la pérdida de diversidad biológica y cultural que implica la desaparición de los bosques amazónicos, no sólo por el papel de "regulador climático" que juegan en el planeta, también porque en la Amazonia residen 42 millones de personas, incluyendo 2,2 millones de indígenas y comunidades locales que pertenecen a unas 400 etnias y culturas diferentes.

"Son los vigilantes; son los que tienen el conocimiento tradicional; viven, conocen y usan de manera sostenible los bosques amazónicos", aseveró la investigadora española, y observó que no pueden quedar fuera de la gestión, porque el sistema amazónico lo componen nueve fronteras geográficas y nueve países con gobiernos diferentes.

"Si las personas no están implicadas no se llegará a buenos resultados, porque las poblaciones indígenas son los principales protectores del bosque amazónico", dijo.

Los investigadores apelan en Nature a la responsabilidad local e internacional para reducir las potenciales consecuencias negativas y evitar la desaparición de la Amazonia.

Y subrayan la importancia de impulsar la participación de los territorios de gobernanza indígena en la toma de decisiones, así como de adoptar prácticas tradicionales, ya que las zonas protegidas, y en especial los territorios gobernados por indígenas, son a menudo espacios mejor preservados.

Los investigadores constatan en Nature que la selva amazónica alberga el 10 por ciento de la biodiversidad del planeta, almacena carbono equivalente a unos 20 años de las emisiones de la Tierra y es responsable de un efecto de enfriamiento neto que ayuda a estabilizar el clima global.

Para llegar a sus conclusiones, los científicos utilizaron registros históricos (que abarcan unos 65 millones de años), modelos climáticos y datos de observación de los últimos cuarenta años -observaciones por satélite de la propagación de los incendios forestales, la cobertura arbórea o la deforestación.