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Arranca la batalla electoral entre el “comunista” Lula y el “demonio” Bolsonaro

El presidente da su primer mitin en donde fue apuñalado en la campaña de 2018; el expresidente regresa a su origen obrero. Frente al favoritismo del líder izquierdista, el ultraderechista invoca el fantasma del fraude, emulando a su admirado Trump

elecciones en otoño

Seguidores de Bolsonaro en Juiz de Fora, donde el presidente arrancó su campaña

Seguidores de Bolsonaro en Juiz de Fora, donde el presidente arrancó su campaña

EFE

Brasil, la mayor segunda mayor democracia del continente, con 148 millones de electores, comenzó la campaña electoral más polarizada de las últimas décadas, vista con enorme expectación en América Latina, ya que, si se confirma lo que anuncian las encuestas, la victoria del expresidente Lula da Silva y la derrota del presidente Jair Bolsonaro, marcaría la muerte del experimento populista autoritario nacido al calor de la victoria de Donald Trump, en 2016, y culminaría un vuelco espectacular de la izquierda democrática en la región.

La campaña electoral de cara a las elecciones del domingo 2 de octubre —en caso probable de que nadie logre el 50% de los votos habrá segunda vuelta el domingo 30 de octubre— empezó oficialmente en la medianoche de este martes con doce candidatos inscritos, aunque la batalla se reduce a Lula y Bolsonaro, que concentran el 80 % de las intenciones de voto, según los sondeos.

La primera encuesta publicada al arranque de la campaña confirma la tendencia de los últimos meses: Lula es el claro favorito, con cerca del 45% de la intención de voto, muy por delante de Bolsonaro, que cuenta con cerca del 30% de los apoyos declarados.

En la fábrica donde todo empezó

Lula, de 76 años, revivió en su primer mitin su pasado metalúrgico. “Volví donde todo comenzó", declaró, a las puertas de la fábrica de Volkswagen, en Sao Bernardo do Campo, su cuna política.

Desde el decaído cinturón industrial de Sao Paulo, Lula (curiosamente subido a una camioneta Ford Ranger y no a un Volkswagen), se rodeó de cientos de cientos de metalúrgicos, para reconectar con el voto obrero; parte de este, alejado del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) y atraído por cantos de sirena populistas, como en tantos otros lugares del mundo.

"Fue aquí que todo ocurrió en mi vida, donde aprendí a ser persona, adquirí conciencia política y donde, creo que fue por ustedes, fui un buen presidente", evocó el antiguo torneo mecánico.

Desde allí lideró manifestaciones masivas en pleno régimen militar (1968-1985) y se transformó en un líder sindical reconocido nacionalmente. Esa fue la semilla que le llevó a fundar el Partido de los Trabajadores (PT) en 1980 y a fracasar hasta en tres ocasiones seguidas su intento de convertirse en presidente de Brasil: en las elecciones de 1989, 1994 y 1998.

Cuando parecía condenado a pasar a la historia como el “eterno candidato”, cuenta la leyenda urbana que un asesor llegó un día y le dijo: ¿Por qué no dejas el overol de obrero y te pones un saco y una corbata, para no espantar a las clases medias y a los empresarios? El líder sindicalista ganó en las elecciones de 2002 y 2006, saliendo del poder con una enorme popularidad, luego de sacar a 30 millones de brasileños de la hambruna y de triplicar el PIB, hasta convertir a Brasil en una potencia mundial, en apenas nueve años.

Lula da Silva, rodeado de trabajadores de la fábrica de Volkswagen en la periferia de Sao Paulo

Lula da Silva, rodeado de trabajadores de la fábrica de Volkswagen en la periferia de Sao Paulo

EFE

En su discurso, Lula arremetió contra la gestión económica de Bolsonaro, que, según él, ha permitido la desindustrialización del país porque "no se ha preocupado en crear empleo" y denunció que el desempleo en los cuatro años de gobierno de Bolsonaro subió hasta el 9.3%.

Pero donde Lula sacó su discurso más furioso fue en su advertencia de que Bolsonaro está dispuesto a inundar de bulos las redes para confundir y dividir a la población.

"Pero no habrá mentiras, ni fake news que le mantengan gobernando este país", sentenció entre gritos de "Lula, guerrero del pueblo brasileño".

También calificó a Bolsonaro de "fariseo", por manipular la fe de las personas, en respuesta a mensajes que circulan en grupos bolsonaristas que aseguran que cerrará las iglesias, si vuelve al poder; y "genocida" por "no derramar una sola lágrima" por los 700,000 fallecidos que deja la covid-19 en el país.

"Si hay alguien poseído por el demonio ese es Bolsonaro", afirmó.

En una esquina ensangrentada

En cuanto a Bolsonaro, sin grandes logros de los que presumir y consciente desde que el gran favorito es su archienemigo, lleva meses tratando de invocar el fantasma del fraude en las urnas electrónicas e incluso ha llegado a sugerir un levantamiento armado de sus partidarios y del Ejército, en caso de que le “roben” la victoria dentro de un mes y medio.

La esperanza de Bolsonaro es recurrir al juego sucio de Trump, pero con más suerte que su admirado expresidente de EU, quien no pudo lograr la reelección porque el Poder Judicial y del Poder Legislativo en la nación norteamericana impidió el golpe que pretendía asestar el republicano contra el ganador Joe Biden; por el contrario, en el país sudamericano la calidad democrática demostrada por jueces, fiscales y congresistas ha mostrado fallas en numerosas ocasiones —como el montaje del fiscal Sergio Moro para meter a Lula en la cárcel—, por lo que el riesgo de que gane un golpe está latente.

Tampoco es casualidad que el líder ultraderechista de 67 años haya elegido para su primer mitin la misma esquina en la que fue apuñalado por un enfermo mental durante la campaña de 2018, en Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais: “La ciudad donde renací”, dijo al convocar a sus seguidores para el acto, bajo el lema “Dios, patria, familia y libertad”.

Con pocos méritos de los que presumir, el capitán retirado del Ejército apeló al voto religioso y agitó el fantasma del "comunismo" contra Lula en su primer día de campaña.

"Este país no quiere retrocesos, no quiere la ideología de género en las escuelas, no quiere liberar las drogas. Este país respeta la vida desde su concepción y no quiere el comunismo", indicó, dejando que sus seguidores le llamaran “mito” o “mesías” (de hecho, el presidente se llama Jair Messias Bolsonaro), en un claro guiño a la enorme base electoral evangelista de Brasil.

El mandatario, que no citó en ningún momento a Lula, también recordó que juró "dar la vida por la patria como militar" y afirmó que ahora, "como ciudadano", mantiene el juramento y hará "todo por la libertad" de los brasileños…sin explicar a qué se refiere con “todo”.