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La defensa de Mariúpol resiste en los túneles subterráneos de una planta acerera

Rusia se lanza contra Azovstal, un colosal complejo extendido bajo tierra preparado para resistir hasta un ataque nuclear, pero sin suministros y municiones

agonía

Un bombardeo ruso sobre la planta de Azovstal, este lunes, en una captura de un video tomado por los prorrusos de Donetsk.

Un bombardeo ruso sobre la planta de Azovstal, este lunes, en una captura de un video tomado por los prorrusos de Donetsk.

EFE / EPA / Concejo de Mariúpol

Exactamente siete semanas después de que comenzara la ofensiva rusa sobre Mariúpol, a la ciudad, arrasada casi hasta los cimientos por los bombardeos indiscriminados, todavía le queda algún aliento para resistir la invasión enemiga.

Sin combatientes ucranianos en las calles de la ciudad, ni del ejército regular, ni del Batallón de Azov, creado por neonazis y ahora afiliado a las fuerzas armadas, la resistencia agoniza ahora en la planta acerera de Azovstal, hasta hace dos meses, una de las mayores de Ucrania y una antigua perla de la producción soviética.

Los soldados rusos patrullan a sus anchas por los restos de la ciudad después de martillearla con artillería y bombas durante semanas, pero los últimos esfuerzos del Kremlin para tomar la ciudad se antojan particularmente complicados, al menos a la vista de los acontecimientos.

Con las telecomunicaciones destruidas y casi sin internet, la información es escasa en la ciudad, pero según explicó recientemente Andriy Biletsky, uno de los fundadores del Batallón de Azov, al diario Financial Times, podrían quedar alrededor de 2 mil soldados ucranianos en la planta de Azovstal.

LA CIUDAD SUBTERRÁNEA

La complicación de la ofensiva rusa sobre la planta reside no en lo que se alcanza a ver, sino en lo que queda oculto: Un enorme complejo subterráneo que abarca al menos 24 kilómetros de túneles, que permiten no solo alojar a los militares, sino que también facilitan su desplazamiento para tratar de realizar incursiones en distintos puntos de la ciudad.

En cualquier caso, la resistencia se centra en los alrededores de la planta, en la zona portuaria de Mariúpol. Y no es poco. Solo la zona que ocupa la industria acerera en ese distrito industrial, tanto con Azovstal como con otras plantas similares, cubre alrededor de 10 kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a la tercera parte de la Alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México.

Y los rusos son perfectamente conscientes de toda esta complicación. Este lunes, Yan Gagin, asesor del régimen separatista prorruso de Donetsk, aseguró a la agencia estatal rusa RIA Novosti que la planta acerera es “básicamente una ciudad dentro de la ciudad”, preparada para resistir todo tipo de bombardeos.

Por ello, los rusos han decidido echar toda la carne en el asador: El sábado, la secretaría de Defensa rusa llamó a los soldados que resisten en la planta a rendirse y entregarse a las tropas rusas, e incluso prometió que los suyos perdonarán la vida a quienes accedan a capitular. Este martes, el ultimátum se repitió, pero de nuevo, los defensores, tanto de Azov como de la Brigada Marina 36, ignoraron el llamado, demostrando que no creen una palabra a quienes se han caracterizado en esta guerra por devastar zonas residenciales y asesinar a civiles ucranianos a conciencia.

INCÓGNITA SOBRE CIVILES

Según las autoridades ucranianas, a esta complicada situación para los militares en Azovstal se suma que no estarían solos en los búnqueres, sino que en este sistema subterráneo también se estarían refugiando alrededor de mil civiles, sobre todo mujeres, niños y adultos mayores.

Ante la escasez de periodistas en la zona, la desinformación de guerra, la falta de telecomunicaciones y la impenetrabilidad de la fortaleza, resulta imposible contrastar estas informaciones

Pero parece claro que, si es cierto, la presencia de civiles no detendrá a los rusos, en vista de los precedentes en Bucha, Irpin, Járkiv, Cherníhiv, o la propia Mariúpol, donde bombardearon hasta la destrucción un teatro donde se refugiaban cientos de civiles y que tenía escrito en ruso y letras gigantes la palabra “niños” en el piso tanto de la parte frontal como de la trasera del edificio.

Por el momento, sin esperar a contrastar si hay o no civiles en los túneles, los rusos comenzaron este lunes a bombardear con intensidad la zona, utilizando un tipo de bombas diseñado para destruir búnqueres, es decir, capaces de penetrar en el subsuelo.

¿UN FINAL CERCANO?

Por el momento no parece que estén logrando ni destruir la defensa ucraniana, ni los corredores subterráneos, por lo que la negativa de las tropas defensoras a rendirse podría dar cierta imagen optimista. Pero lo cierto es que es posible que la peor amenaza para la defensa de Azovstal no sean los rusos sino el desgaste de casi dos meses de guerra.

Y es que los refuerzos son escasos. Biletsky también dijo al Financial Times que helicópteros acudieron a la zona a soltar abastecimientos para la resistencia ucraniana, pero no se sabe si este tipo de incursiones aéreas se siguen haciendo, ante la creciente presión de las tropas rusas, que pueden ahora concentrar esfuerzos en derribar cualquier aparato enemigo que sobrevuele la zona.

Oleh Zhdanov, analista militar residente en Kiev, explicó a la agencia Reuters que “cuántos suministros les queden a los defensores o cuánto tiempo puedan resistir es una incógnita, pero no tienen otra salida. Están rodeados desde todos lados, y deben resistir hasta el final, porque si se entregan, no los perdonarán”.

MIRADA PUESTA EN EL 9 DE MAYO

La captura de Azovstal certificaría la victoria rusa en Mariúpol, algo que el dictador ruso, Vladímir Putin, busca con gran ahínco. La captura final de la ciudad permitiría a los rusos completar un corredor terrestre entre la península de Crimea, anexada en 2014, la región de Jérson, tomada al inicio de la guerra y la zona separatista del Donbás, donde concentran actualmente su ofensiva.

Además, Putin se ha propuesto tener algo que celebrar el 9 de mayo, fecha del desfile anual en Rusia para conmemorar la victoria soviética sobre los nazis, y la derrota del Batallón de Azov, de marcado corte neonazi, le permitiría vender que su objetivo de “desnazificar” Ucrania se está cumpliendo. La propaganda perfecta.