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A dos meses del 7-O, guía actualizada de los crímenes de guerra de Israel y Hamás

El ataque terrorista de Hamás abrió las puertas del infierno. Seis respuestas a preguntas que nos angustian de la actual crisis humanitaria en Oriente Medio

guerra en oriente medio

Funeral de un palestino asesinado en un ataque aéreo de Israel en el campo de refugiados de Al Farea, Gaza

Funeral de un palestino asesinado en un ataque aéreo de Israel en el campo de refugiados de Al Farea, Gaza

EFE/ALAA BADARNEH

¿Cuál es la foto fija del paisaje de guerra en Israel y Gaza a dos meses del 7 de octubre?

La foto varía brutalmente, dependiendo de si se mira al norte o al sur de una región de apenas 220 kilómetros de largo y 65 de ancho en la costa del Mediterráneo oriental, que algunos llaman, paradójicamente, “Tierra Santa”.

En el sur, en la Franja de Gaza, la foto es un paisaje apocalíptico, sacudido por bombardeos diarios y con la población huyendo como ratones enjaulados sin saber dónde encontrar refugio y en estado permanente de terror.

Unos pocos kilómetros al norte de la Franja, en Israel, este paisaje apocalíptico se ciñe a los dos kibutz masacrados, pero, a diferencia del ruido atronador en la Franja, en esas granjas colectivas destruidas por los terroristas de Hamás —así como en el terreno al aire libre donde jóvenes bailaban al amanecer de ese 7 de octubre— persiste un silencio tenebroso, el que dio paso a los gritos de los terroristas y las víctimas masacradas o secuestradas. En el resto de Israel, se impone el grito desesperado de los familiares de los rehenes de Hamás y el de las sirenas por el lanzamiento de cohetes, cada vez más esporádicos, desde la Franja o desde el sur de Líbano. 

La sociedad israelí ha pasado del shock inicial por el peor ataque terrorista desde la fundación del Estado judío, en 1948, al deseo de muchos (de demasiados) de venganza… pero no servida en plato frío, sino en uno extremadamente caliente.

¿Cuál es el recuento de los daños en el lado israelí?

El reloj de la vida se paró a las 6:30 de la mañana del sábado 7 de octubre para cientos de personas, cuando unos tres mil milicianos de Hamás cruzaron a Israel desde la Franja (con una facilidad que tarde o temprano será juzgada) y masacraron a más de 1,200 personas: 846 civiles, entre ellos medio centenar de menores y 260 de los jóvenes que bailaban en el festival; también murieron 278 soldados y 44 policías. Además, otros 18 soldados israelíes han muerto desde que comenzó la invasión terrestre de Gaza, el 17 de octubre.

Familiares de un soldado israelí lloran durante su entierro en el monte Herlz de Jerusalén

Familiares de un soldado israelí lloran durante su entierro en el monte Herlz de Jerusalén

EFE

Entre los fallecidos en Israel el 7 de octubre había extranjeros o con doble nacionalidad, principalmente franceses (39). estadounidenses (31) y 34 inmigrantes tailandeses que trabajaban en los kibutz.

En cuanto a los rehenes, según los cálculos de la inteligencia israelí facilitados el 4 de diciembre pasado; de los más de 250 que fueron secuestrados el 7-O, unos 137 siguen en poder de los terroristas palestinos: 15 están muertos y 122 siguen con vida, entre ellos el mexicano-francés Orión Hernández Redoux.

Un total de 105 rehenes —81 israelíes (muchos con doble nacionalidad, como la mexicana Ilana Gritzewsky) y 24 extranjeros (23 tailandeses y un filipino) fueron liberados durante la tregua de siete días.

Otros cuatro fueron liberadas previamente: una madre e hija israelí-estadounidenses y dos ancianas israelíes. Asimismo, Israel recuperó los cuerpos de tres rehenes que perecieron en Gaza: un civil, una soldado y una anciana.

¿Cuál es el recuento de daños en el lado palestino?

La cifra de palestinos muertos, heridos y desaparecidos en Gaza es tan escandalosamente alta que el intento del gobierno israelí (y de sus diplomáticos) de convencer a la opinión pública mundial de que hacen todo lo posible por minimizar las bajas de civiles, es sencillamente, un insulto a la inteligencia.

En 60 días de bombardeos israelíes, la cifra de palestinos muertos supera los 16,250 , de los cuales más de 7 mil son niños, una cifra que ha llevado a Unicef a considerar que Israel ha convertido la Franja de Gaza “en un cementerio de niños” (lo que desencadenó a su vez airadas protestas de las autoridades israelíes, que acusan de antisionista al todo aquel que repita esta frase).

Además, unas 7,000 personas están desaparecidas bajo los escombros y más de 42,000 han resultado heridas, sin que tengan garantizados cuidados intensivos o básicos, por el bloqueo israelí a la llegada de medicinas o la destrucción de los hospitales de la Franja, drama que afecta también a los bebés prematuros o a las más de cinco mil mujeres palestinas embarazadas, angustiadas porque no saben dónde van a parir.

Por otro lado, y como parte del acuerdo de mínimos entre el gobierno de Netanyahu y Hamás, que permitió una semana de alto el fuego, unos 240 palestinos fueron liberados, en su mayoría mujeres, niños y adolescentes, encarcelados sin cargos ni juicio programados, lo que lleva a una evidencia alarmante: Israel, que se precia de ser un Estado de derecho y la única democracia auténtica de Oriente Medio, lleva años (probablemente décadas) violando sistemáticamente la Convención de Ginebra, que prohíbe el encarcelamiento de menores de edad y su tratamiento como adultos, por “delitos” tales como el lanzamiento de piedras a soldados, con penas injustamente desproporcionadas de hasta 20 años de cárcel, como denunció Save The Children.

¿Por qué Israel y Hamás llevan dos meses atacando con saña a civiles inocentes?

Israel invocó el legítimo derecho a defenderse del peor ataque terrorista de la historia contra sus ciudadanos, muchos de ellos aún secuestrados; pero, una cosa es perseguir, juzgar e incluso eliminar físicamente al enemigo en caso de que éste haya declarado la guerra, como hizo Hamás, y otra cosa es el castigo desproporcionado a toda la población palestina, incluso aunque ésta votó en 2016 a un movimiento radical que comparte con ellos el odio contra quienes le despojaron de sus tierras y lo arrinconaron en una miserable franja de tierra desde hace más de medio siglo.

La ONU, los fiscales de La Haya, organizaciones humanitarias y judiciales, y muchos gobiernos (incluso el de EU, aunque en voz bajita) han advertido en vano al gobierno de Benjamín Netanyahu de que bombardear ambulancias, hospitales, escuelas y campos de refugiados, son constitutivos de crímenes de guerra, incluso aunque haya constancia de que en los sótanos de un hospital se oculten los criminales.

Por su parte, Hamás invoca el legítimo derecho a resistir la ocupación ilegal de sus tierras para combatir a los invasores israelíes. Sin embargo, pierde toda legitimidad en el momento en que confunde la resistencia al invasor con el asesinato y secuestro masivo de civiles, incluso aunque estos voten a partidos radicales y supremacistas, como los que sostienen al primer ministro Netanyahu. (¿Qué legitimidad habría tenido Nelson Mandela, sí se hubiera dedicado a asesinar y secuestrar masivamente a ciudadanos sudafricanos de raza blanca, para intentar acabar así con el apartheid?).

¿Son legítimas las excusas de Israel y Hamás para atacar indiscriminadamente a civiles, o ambos están incurriendo en crímenes de guerra y lesa humanidad?

Que no quepa la menor duda: las evidencia de crímenes de ambos bandos vienen de antes, pero, basta con lo sucedido el 7 de octubre y en estos dos meses para que quede claro que Hamás es una organización terrorista, que asesinó en masa a civiles, secuestró a otros tantos y puso a su pueblo de escudo humano; de igual manera que el Estado de Israel está cometiendo crímenes de guerra, cuando bombardea sin piedad a los palestinos de la Franja de Gaza, y aprovecha de paso para eliminar a palestinos de Cisjordania, entregando masivamente armas a los colonos judíos, a sabiendas de que muchos de ellos la usarán para asesinarlos, movidos por el odio racial y religioso.

Uno de los principios fundamentales del Derecho Internacional Humanitario (DIH) estipula que las personas que participan en los conflictos armados (ya sean políticos o militares) deben distinguir, en toda circunstancia, entre civiles y combatientes y entre objetivos civiles y objetivos militares.

El "principio de distinción", como suele llamarse a esta norma, es la piedra angular del DIH. De él derivan numerosas normas específicas como la prohibición de los ataques deliberados contra los civiles o los bienes de carácter civil (escuelas, ambulancias, hospitales, centrales eléctricas…), como está haciendo Israel, o el ataque a la población civil, el uso de "escudos humanos" y la toma de rehenes, como está haciendo Hamás.

¿Qué pretenden finalmente Israel y Hamás y por qué la comunidad debe impedirlo?

Expertos y fuentes cercanas a Hamás coinciden en señalar que la razón final para que este movimiento que controla Gaza desde casi hace dos décadas ordenara semejante ataque terrorista a Israel, a sabiendas de la respuesta furibunda del Estado judío (cuya superioridad militar es infinitamente mayor), se debe principalmente a dos factores: cortar en seco el establecimiento de relaciones diplomáticas de Israel con paises árabes —Arabia Saudí (la patria de Mahoma) estuvo a punto de hacerlo antes del 7-O— y advertir a la Autoridad Nacional Palestina y sus aliados en los países árabes y en EU, de que Hamás es esencial para cualquier negociación sobre los palestinos.

De ser cierto, Hamás habría cumplido su objetivo de volver a colocar a Israel como el eterno enemigo de los musulmanes, pero lo ha hecho a costa de destruir la vida de generaciones enteras de palestinos, y a costa de destruir también su propia existencia futura, ya que su nombre estará relacionado para siempre con terrorismo puro y duro. 

De hecho, la Unión Europea ya ha advertido lo mismo que dice EU desde hace tiempo y lo que casi ninguna nación musulmana se atreverá a decir a partir de ahora abiertamente (con la excepción de Irán y quizá Qatar): Hamás debe desaparecer y, en cualquier caso, jamás deberá participar en cualquier negociación sobre la creación de dos Estados viables en Oriente Medio: el ya existente de Israel, y el de Palestina, por la simple razón de que su meta es que el de Israel desaparezca.

De igual manera, los partidos minoritarios extremistas israelíes deberían ser ilegalizados, por la misma razón, aunque a la inversa: se oponen a la existencia del derecho palestino a un Estado y están logrando que los colonos terroristas sean armados para llevar a cabo una "limpieza étnica", que es lo que desearían.

Por tanto, para que se puedan dar unas condiciones mínimas para negociar una paz justa, no sólo debe ser derrocado Netanyahu (y de paso juzgado por sus causas pendientes por corrupto), sino que Israel debe buscar la manera de impedir que partidos con vocación supremacista sean legales, de igual manera que Irán o la "mundialista" y rica Qatar deberían dejar de financiar a grupos terroristas que amenazan la existencia de Israel.

Sólo así veremos luz al final del túnel, la misma luz que no vemos en absoluto dos meses después de estallar otra guerra en Oriente Medio.