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Guía para no ser acusado de antisemita por condenar los crímenes de Israel

La guerra en Gaza ha despertado el espíritu pacifista contra la guerra de Vietnam en los campus de EU y este ha espoleado a su vez el "macartismo" inquisitorio en republicanos y autoridades israelíes. Pero la mayoría de los manifestantes propalestinos no son ni antisemitas, ni antisionistas, ni antijudíos. En todo caso, la mejor manera de rebatir esta acusación es saber de qué estamos hablando

especial crisis en oriente medio

Una estudiante de la Universidad de Texas de Austin desafía un policía a caballo con la bandera palestina

Una estudiante de la Universidad de Texas de Austin desafía un policía a caballo con la bandera palestina

Austin-Statesman

Sionismo

Vocablo prestado del monte Sion de Jerusalén para describir el movimiento nacionalista judío que surgió en el siglo XIX a raíz de las persecuciones en Europa y que defendía el regreso de los judíos a la “tierra prometida” —según la Biblia, entre el río Jordán y el mar Mediterráneo; las dos franjas azules que muchos ven implícitamente en la bandera israelí—. Para los sionistas, dicho territorio comprende el actual Estado de Israel y los territorios ocupados de Gaza, Cisjordania, Jerusalén oriental y la meseta siria del Golán.

El sentimiento de culpa de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial con el pueblo judío —casi es exterminado por los nazis—, derivó en 1945 en la creación de la ONU y tres años después en el acuerdo de partición de la excolonia británica de Palestina en dos Estados: uno para los judíos que sobrevivieron el Holocausto y otro para los palestinos que ya vivían en ese territorio desde hacía siglos. 

Los primeros fueron recibidos con los brazos abiertos por la minoría judía palestina, pero no por la mayoría árabe; ya que cientos de miles se vieron obligados a abandonar sus casas y sus tierras ancestrales por un genocidio que ellos no cometieron.

Lograda en 1948 la creación del Estado de Israel (para los palestinos es el año de la nackba, en árabe "catástrofe") el sionismo se transformó desde entonces en un movimiento de resistencia contra los países vecinos, al que Israel derrotó dos veces, en la guerra de los Seis Días (1967) y la guerra del Yom Kippur (1973). A raíz de sus victorias militares (Estados Unidos ya enviaba masivamente armas a su aliado en Oriente Medio), Israel ocupó todo el territorio que debería haber sido el Estado de Palestina: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental.

Palestinas huyen con las pertenencias que pudieron cargar a territorios asignados por los israelíes, tras ser echados de sus casas en 1948

Palestinas huyen con las pertenencias que pudieron cargar a territorios asignados por los israelíes, tras ser echados de sus casas en 1948

Oficina de Prensa de la ANP

La versión más extremista del sionismo —a la que pertenecen la mayoría de los que integran el gobierno de Benjamín Netanyahu, el más ultranacionalista y radical de la historia de Israel— no oculta que sus objetivos son la anexión de las bíblicas Samaria y Judea (la actual Cisjordania), la reocupación de Gaza (de donde fueron desalojados los colonos judíos en 2005, por órdenes del entonces primer ministro Ariel Shalom, vacío que ocupó el movimiento radical Hamás), y por supuesto, la anexión de la joya de la corona (o la maldición, según se mire): Jerusalén oriental (que incluye el Muro de las Lamentaciones, sagrado para los judíos, y también la Explanada de las Mezquitas, sagrada para los musulmanes), para que se convierta en la “capital unificada y eterna del pueblo judío”.

Pero, para lograr este plan (al que se niega en rotundo la ONU y la comunidad internacional) habría que expulsar primero definitivamente a los palestinos, Esta “limpieza étnica”  ya ha comenzado, como está presenciando el mundo entero: por la vía lenta, en Jerusalén oriental y Cisjordania (mediante la construcción de asentamientos ilegales para nuevos colonos judíos, a los que el gobierno arma hasta los dientes), y por la vía rápida en Gaza, mediante la masacre de sus habitantes y la destrucción de sus viviendas y hospitales, hasta hacer la Franja inhabitable y forzar a sus habitantes a una última diáspora que sea la definitiva.

Judaísmo

Se refiere a todo el pueblo judío, su religión y sus costumbres, independientemente de si viven en Israel o no.

De hecho, hay más judíos fuera de Israel que dentro (con colonias muy numerosas en Estados Unidos, Australia, Francia, Reino Unido, Argentina, Ucrania, Rusia, Brasil o México); también hay colonias (cada vez más reducidas) de judíos en países musulmanes, tanto en árabes (principalmente en Marruecos y Yemen) como no árabes (Irán o Turquía).

La gran mayoría de los judíos (al igual que la ONU y la mayoría de sus países miembros) apoya la existencia del Estado de Israel, hogar al que un día podrían mudarse, ya que tendrían la ciudadanía automática.

Pero otros judíos no sólo no se mudarían, sino que reniegan del sionismo y abogan por la desaparición del Estado de Israel.

Antisionismo

Es la oposición al sionismo y, por tanto, rechaza la existencia del Estado de Israel.

El antisionismo en su concepción más extrema proclama y lucha por la eliminación del Estado de Israel y la devolución de los territorios ocupados a los palestinos.

Aunque parezca una anomalía, de igual manera que hay judíos antisionistas (los ultraortodoxos), hay árabes que aceptan (a regañadientes) la existencia del Estado de Israel, al menos en la vida diaria, como ocurre con los casi dos millones de árabes (árabes y cristianos) que son ciudadanos israelíes con derecho al voto (aunque en la práctica sufren discriminación institucional y una creciente islamofobia, de la que apenas habla el gobierno ni la prensa israelí).

Los ultraortodoxos jasedíes pertenecen a la corriente judía que interpreta la Torá de forma más radical, y por ello creen que el Reino de los judíos sólo puede fundarlo el Mesías… si es que algún día llega. Por eso se declaran antisionistas radicales y muchos se manifiestan públicamente (especialmente en su bastión en Nueva York) para que los “pecadores sionistas” desmantelen Israel y devuelvan todas sus tierras a los palestinos.

Judíos ultraortodoxos se manifiestan este domingo en Nueva York contra la agresión israelí en Gaza y exigen la desaparición del

Judíos ultraortodoxos se manifiestan este domingo en Nueva York contra la agresión israelí en Gaza y exigen la desaparición del "Estado sionista"

EFE/SARAH YENESEL

En cuanto al mundo musulmán, el antisionismo está abrumadoramente extendido entre la opinión pública de los países árabes (libaneses, sirios, egipcios, saudíes, iraquíes…) y los no árabes (turcos, iraníes, paquistaníes, indonesios, la minoría musulmana en India, afganos…). También es común entre la mayoría de los gobiernos musulmanes, pero al menos en uno, el antisionismo es una cuestión de Estado: Irán.

“El Estado sionista debe ser eliminado” es el lema extraoficial de la República Islámica de Irán, la gran patria de los chiitas (la minoría musulmana enfrentada desde su cisma con la mayoría sunita); es también el lema de sus aliados chiitas en la región de Oriente Medio y el golfo Pérsico: el régimen sirio de Bachar al Asad. el gobierno rebelde hutí en Yemen (que controla la entrada al mar Rojo y el estratégico canal de Suez), así como las milicias armadas Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza.

El antisionismo es, por tanto, la piedra angular de la política exterior de Irán, pero es también la propaganda perfecta del régimen de los ayatolás para jalear a las masas y para acusar de “espías de los sionistas” a los disidentes iraníes y a la prensa independiente. Pero sobre todo es la propaganda perfecta para desviar la atención de la terrorífica represión interna contra los miles de iraníes que se rebelaron en la calle contra la teocracia y misógina.

Propaganda patriótica de Irán para festejar los misiles que disparó contra Israel a mediados de abril

Propaganda patriótica de Irán para festejar los misiles que disparó contra Israel a mediados de abril

EFE

En el otro extremo, varios países musulmanes han establecido relaciones diplomáticas con Israel.

El primero fue Turquía, en 1950, seguido de Egipto en 1980, mediante un acuerdo histórico que supuso la devolución del Sinaí a Egipto a cambio de un pacto de no agresión que se cumple hasta la fecha. Pero dicho tratado fue considerado por muchos compatriotas como una humillación y acabó con el asesinato del firmante, el presidente Anuar el Sadat, a manos de un oficial del Ejército egipcio que se declaró antisionista.

Un comando de extremistas islámicos atacó el palco desde donde el líder egipcio, Anuar al Sadat, fue asesinado mientras observaba un desfile militar el 6 de octubre de 1981.

Un comando de extremistas islámicos atacó el palco desde donde el líder egipcio, Anuar al Sadat, fue asesinado mientras observaba un desfile militar el 6 de octubre de 1981.

Archivo

Jordania estableció relaciones en 1994, mientras que, en 2020, lo hicieron Marruecos, Bahréin, Sudán y Emiratos Árabes Unidos en los llamados Acuerdos de Abraham, auspiciados por el presidente Donald Trump (pesaron más los intereses económicos y militares que ofrecía EU, que la declarada islamofobia del republicano, su orden de trasladar la embajada de EU de Tel Aviv a Jerusalén y su desinterés total en el pueblo palestino y en reactivar la solución de dos Estados).

De hecho, diversas fuentes cercanas a Hamás aseguran que ese movimiento radical que controla la Franja de Gaza de forma absoluta decidió asestar el golpe terrorista contra Israel el 7 de octubre de 2023 para reventar el inminente acuerdo de Israel con Arabia Saudí para establecer relaciones diplomáticas. La idea de ver al “Estado sionista” y la patria chica de Mahoma (y de las mayores reservas mundiales de petróleo) intercambiar embajadas es difícil de digerir no sólo para los terroristas de Hamás, sino para millones de musulmanes.

Antijudaísmo

El antijudaísmo durante siglos fue el vocablo para definir la discriminación, hostilidad o persecución a los judíos por los cristianos, que acusaban al pueblo entero y a sus descendientes de haber entregado a Jesús a los romanos para su martirio y crucifixión. En el catolicismo, el antijudaísmo se mantuvo como doctrina eclesiástica hasta el pontificado de Juan XXIII (1958-1963) y el Concilio Vaticano II (1962-1965), que abrió el camino de la reconciliación y con el que se quiso borrar también la espina clavada en el corazón del Vaticano por el estruendoso silencio del papa Pío XII ante el genocidio de los judíos en pleno corazón de Europa.

El vocablo antijudaísmo cayó en desuso desde entonces y poco a poco fue englobado por antisemitismo.

Antisemitismo

El 25 de marzo de 2020, la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, en inglés) fijó definitivamente la definición de antisemitismo, que engloba a antijudaísmo, en su vertiente religiosa, y antisionismo, en su vertiente geopolítica:

“Antisemitismo es la discriminación, los prejuicios, la hostilidad o la violencia contra los judíos por el hecho de ser judíos (o contra las instituciones judías por el hecho de ser judías)”.

El crimen de odio antisemita es una realidad desde hace siglos (y un delito, apenas desde hace menos de ocho décadas, contemplado en el derecho penal internacional) que ha crecido en los últimos años de forma preocupante en Europa y Estados Unidos, alimentado por el odio en las redes sociales, y se se ha disparado desde hace seis meses tras los bombardeos indiscriminados de Israel contra zonas urbanas y campamentos de refugiados palestinos en Gaza.

Pero el antisemitismo se ha convertido también en el mantra que repiten el primer ministro Benjamín Netanyahu, y sus ministros y embajadores en todo el mundo, para acusar a alguien (o a una organización o a una empresa) que se atreva a condenar el castigo desproporcionado del Ejército israelí contra la población de Gaza. Bajo esta lógica perversa: manifestarse contra la muerte de más de 34 mil palestinos muertos, casi la mitad niños, sus hogares y hospitales destruidos, y protestar por el sufrimiento de cientos de miles que viven aterrorizados por las bombas, sin hospitales donde curarse y debilitados por la hambruna es una demostración de antisemitismo.

De esta histeria persecutoria macartista (que recuerda a la caza de brujas de "comunistas" que emprendió el senador Joseph McCarthy en EU en la década de los 50) no se ha librado ni el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, acusado por el gobierno de Netanyahu de ser “colaborador de los terroristas” y una “amenaza para la paz mundial”, tras señalar el diplomático portugués que el atentado de Hamás, al que condenó sin paliativos, “no sale de la nada”, en alusión a las décadas de ocupación, represión y frustración acumulada de los palestinos, por la vida miserable que llevan y por todas las resoluciones de la ONU que ha violado Israel durante décadas o las que ha vetado Estados Unidos (la última hace pocos días) para impedir que se les reconozcan sus derechos o que entre la ayuda humanitaria masiva.

Pero lo que no vieron venir, ni el gobierno israelí ni el de Joe Biden, fue la protesta de los jóvenes estadounidenses en los campus universitarios, hartos del bombardeo diario de imágenes de niños palestinos muertos en brazos de su padre o su madre, en medio de la ruina total que está causando Israel en Gaza.

Luego de meses de silencio complice ante la carnicería que está ocurriendo en Gaza y la impunidad de los colonos judíos armados en Cisjordania, el renacimiento del espíritu pacifista contra la guerra de Vietnam en decenas de universidades de EU (que se extendió este lunes a la Sorbona de París), ha causado un profundo malestar entre los dirigentes republicanos (todos ellos, empezando por Trump, partidarios acérrimos de los ataques israelíes). 

El gobernador de Texas, Greg Abbott, impasible ante el dolor palestino, pero irascible ante la protesta de los estudiantes, envió la semana pasada a la policía montada para reprimir la manifestación "antisemita" en la Universidad de Texas de Austin (la capital del estado),y amenazó a los jóvenes pacifistas con llevarlos ante la cárcel por delitos antisemitas. Pero, como ocurrió en la década de los 70, los estudiantes no están dispuestos a someterse a la represión del Estado y a guardar silencio, como si nada estuviera pasando.

Por tanto, se equivoca Abbot, como se equivoca Trump y desde luego Biden, nervioso porque está perdiendo el voto progresista joven, que repudia su hipocresía, cuando critica el castigo desproporcionado de Israel contra los gazatíes, y por otro entrega armas a Israel o ayuda a Netanyahu con su veto en la ONU. 

Por supuesto que hay elementos antisionistas en las protestas que han estallados en los campus universitarios y deben ser perseguidos penalmente, al igual que los crímenes de odio islamofóbicos, pero echar los caballos a los manifestantes de la Universidad de Austin por condenar la ayuda militar de EU a Israel, y ordenar el arresto masivo de manifestantes es violar el derecho constitucional a la libertad de expresión. 

Una familia palestina refugiada en un campamento en Rafah (sur de Gaza), desplegó este domingo una manta de agradecimiento a los universitarios estadounidenses por levantar la voz por los palestinos

Una familia palestina refugiada en un campamento en Rafah (sur de Gaza), desplegó este domingo una manta de agradecimiento a los universitarios estadounidenses por levantar la voz por los palestinos

EFE