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“Es imposible ser cristiano y de izquierdas”: Evangelistas rezan para que Lula pierda

Predicadores fundamentalistas piden a los fieles que voten el domingo para que no “regrese el mal”... pero Lula no se queda callado

Bolsonaro en una marcha evangélica, haciendo apología de las armas

Bolsonaro en una marcha evangélica celebrada en 2019, haciendo apología de las armas

O Dia

El presidente Jair Bolsonaro y el expresidente Lula da Silva tienen una cosa en común: son católicos. Nada raro, si se tiene en cuenta que Brasil es el país con más católicos del mundo: 108 millones. Sin embargo, ninguno de los dos candidatos a las elecciones de este domingo 2 de octubre habla del voto católico y, en cambio, están muy pendientes de los votantes evangélicos —68 millones—, mucho más comprometido en que sean elegidos políticos que conviertan en leyes su ideología fundamentalista.

Por eso, cuando faltan pocos días para que abran las urnas (todas electrónicas) y con las encuestas insistiendo machacónamente que la victoria final —este 2 de octubre o, en caso de segunda vuelta, el 30 de octubre— será para el izquierdista Lula, los predicadores evangélicos se muestran hiperactivos, casi amenazantes, en su misión de convencer a los fieles para que no se equivoquen de candidato y voten al ultraderechista Bolsonaro y a los diputados que piensan como él.

Las cuatro B sagradas

La Iglesia Universal del Reino de Dios, tan poderosa que cuenta con su propio canal nacional de televisión, Record, usó este martes su horario nocturno para atacar a la “izquierda pedófila” y pedir el voto para los “candidatos de derechas”.

La cabecera del programa, dirigido por los pastores Adilson Silva y Alexandre Paschoal, no dejó la menor duda de por dónde iban los tiros: “Es imposible ser cristiano y ser de izquierda”.

“Si usted conoce a alguien que todavía no se ha enterado que es imposible ser cristiano y ser de izquierda, llame ahora esa persona y dígale que vea este programa. Porque nosotros vamos a arrojar luz sobre su mente. Nosotros vamos a iluminar su mente con la palabra de Dios”, declaró el obispo Silva.

Lo que para el telepredicador es “iluminar”, se trata en realidad de un lavado de cerebro a la audiencia para que voten por lo que los brasileños conocen como las cuatro B: la bancada BBB del Congreso —Bala, Biblia y Buey—, conformada por diputados proarmas, evangelistas y empresarios ganaderos y agrícolas; y, por supuesto, para que voten por la cuarta B: Bolsonaro.

A los telepredicadores no les hizo falta nombrar al candidato que los fieles evangelistas no debían votar, pero advirtieron que, si querían votar (por lo Lula) es porque están de acuerdo con la “legalización del matrimonio entre parejas del mismo sexo, del incesto, de la pedofilia, de las drogas o que los niños puedan cambiar de sexo”, como aseguraron falsamente que va a ocurrir si gana “el candidato de la izquierda”.

“Si usted apoya todas estas pautas de izquierda, vote a candidatos de izquierda, vote para presidente de izquierda; pero, si está en contra de la ideología de género, de la prensa mentirosa o de que Brasil se convierta en Argentina o Venezuela, usted tiene que votar a candidatos de derecha. Tiene que decir de qué lado está”, declaró Silva, tras enumerar una lista de mentiras apocalípticas, para asustar a una audiencia fácilmente manipulable, como denunció el portal brasileño UOL.

“Oh señor, detén el mal”

Días antes del polémico programa televisivo, durante la misa dominical celebrada en la gigantesca réplica evangélica del Templo de Salomón, en Sao Paulo, el obispo Renato Cardoso convirtió la homilía en un mítin de apoyo a Bolsonaro y en un delirante ejercicio de exorcismo del “mal”, que es Lula.

“¡Tienen que ir a votar. Si no hay resistencia de los creyentes, el mal va a seguir avanzando!", vociferó Cardoso desde el altar y, sin nombrar a Lula, construyó una metáfora en la que David (Bolsonaro), tras tumbar de una pedrada a Goliat (Lula) le agarró su espada y le cortó la cabeza.

“¿Vamos a cortarle la cabeza a Goliat?”, preguntó el predicador a los fieles que respondieron a coro“¡Sí!”. “Entonces el próximo domingo vengan a la iglesia con su cartilla de elector y después vayan a votar a la gente de bien. Ya saben quiénes son, ¿verdad?”. A continuación, el obispo se arrodilla junto a otros pastores, los feligreses levantan los brazos hacia el cielo, y rezan una oración por Brasil: “Oh Señor, no permita que lleguen al poder personas que normalicen lo anormal, ayúdenos a detener la avalancha del mal…”.

El fanatismo de los conversos

Paradójicamente, el Templo de Salomón fue inaugurado en 2014 por la  presidenta Dilma Rousseff, la heredera política de Lula.

Entonces, los líderes evangélicos de Brasil todavía no se habían radicalizado y apreciaban la labor social de Lula en el poder, que sacó de la pobreza a más de 40 millones de brasileños. Entonces, todavía podían haber cristianos y al mismo tiempo de izquierdas, aunque ahora lo nieguen los pastores conversos brasileños, los que se envenenaron con la oratoria agresiva de Bolsonaro, los que emulan a sus pares estadounidense de la Biblia en una mano y el rifle en la otra, como le gusta a Donald Trump.

Esa idea —la de que el cristianismo no pertenece a una ideología y es más compasivo desde la izquierda social— es que la defiende Lula para convencer a los que se declaran evangélicos, pero no comulgan con la ultraderecha armada de Bolsonaro y los pastores radicales.

Lula contraataca

El pasado 21 de septiembre, Lula se dejó fotografiar en un templo evangélico, con los ojos cerrados mientras era bendecido por un grupo de pastores . No sólo fue un acto de fe, sino un acto de proselitismo porque sabe que necesita millones de votos de los evangélicos —la religión que más crece en Brasil y que se estima que superará a la católica en una década— si quiere ganar en primera vuelta.

Por eso, dedicó el último tramo de campaña en intentar rebajar la brecha de 17 puntos que le saca Bolsonaro entre el electorado evangélico (49% frente a 32%), y lo hizo con un discurso muy cuidadoso en busca del votante evangélico moderado, sin sacrificar por ello su política progresista.

Este domingo sabremos si los evangélicos volverán a votar en masa por el presidente que defiende la mano dura, como ocurrió hace cuatro años, o si muchos de ellos rectificarán y se decantarán por el expresidente cuya misión en esta vida es devolver a Brasil la cordura y la decencia.