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Movilización en Rusia, sí…. pero para huir del país y de la guerra de Putin

Desde el llamado del Kremlin al reclutamiento, el pasado miércoles, más de 260 mil jóvenes han abandonado Rusia, casi tantos como los 300 mil reclutas que exige (de momento) para ganar la guerra. Caos en aeropuertos y aduanas. “Si vas y matas lavarás tus pecados”: el patriarca ortodoxo Kiril I

estampida

Cientos de jovenes rusos se agolpan en el paso peatonal del único puesto fronterizo entre Rusia y Georgia

Cientos de jovenes rusos se agolpan en el paso peatonal del único puesto fronterizo entre Rusia y Georgia

Moscow Times

El fervor patriótico de los rusos —hasta un 80% de apoyo a la guerra en Ucrania; eso dicen los sondeos oficiales— se apagó en cuanto el presidente Vladimir Putin ordenó la primera movilización forzosa.

En menos de una semana desde que hizo el llamado, más de 260 mil rusos han huído del país, casi tantos como los 300 mil jóvenes que el inquilino del Kremlin quiere enviar ya al campo de batalla, donde al menos seis mil uniformados rusos han perdido la vida en combates contra los ucranianos (que no tienen necesidad de obligar a punta de pistola a sus hombres a ir a la guerra, porque saben que luchan por la propia existencia de su país).

El sitio de información independiente Meduza, censurado a principios de marzo por el Kremlin, reveló que logró el dato del éxodo de rusos de una fuente anónima dentro del FSB (el antiguo KGB), pero señaló que ésta podría estar maquillada por los servicios de espionaje y ser más alta, dado que revela un humillante fracaso del régimen; uno más luego de la grave falla de inteligencia antes de la invasión, cuando el presidente fue convencido de que Kiev caería en 48 horas, y cuando le avisaron que el grueso de la contraofensiva ucraniana iba a ser en el sur, y ocurrió en el norte, sin que nadie se percatara de que habían sido engañados por el propio presidente Volodimir Zelenski.

50 horas de cola

Imágenes satelitales y drones dieron fe de la gigantesca fila de coches de rusos en un desfiladero montañoso que conduce al único puesto fronterizo abierto entre Rusia y la exrepública soviética de Georgia, país que teme ser el siguiente en la siniestra lista de objetivos a conquistar por parte del imperialista Putin, si finalmente logra derrotar al Ejército de resistencia ucraniano.

Cola kilométrica y hasta 50 horas de espera en la frontera entre Rusia y Georgia

Cola kilométrica y hasta 50 horas de espera en la frontera entre Rusia y Georgia

Insider

A falta de cifras oficiales del gobierno georgiano sobre cuántos miles de rusos han entrado en el país, los que lo consiguieron se quejan de haber pasado hasta 30 horas y en casos extremos hasta 50, por lo que se vieron obligados a dormir en los coches y luego a soportar vejaciones e insultos de los guardias fronterizos rusos, que les llamaban “cobardes” y “antipatriotas”.

“Si tan patriotas son ellos, ¿por qué no se apuntan en la lista de reclutamiento y se van a la guerra?”, se preguntaba indignado un joven informático entrevistado por un reportero del Moscow Times, que se marchó de Moscú con su novia y con una maleta, lo que le dio tiempo a recoger de su departamento, en cuanto supo del llamado a la movilización.

“¿Por qué no envía Putin a sus hijas?”

Otro joven, que tampoco quiso revelar su nombre por temor a represalias —”si es que algún día vuelvo a Rusia”, dijo— fue más allá en su enojo y aseguró que no verán en el frente de batalla a ningún hijo de los que forman el círculo del Kremlin, ni a los famosos que lucen con orgullo la “z” de apoyo a la invasión rusa, como la que mostró el gimnasta Iván Kuliak desde el podio, apenas una semana después de ordenar Putin la invasión, la noche del 24 de febrero.

“¿Por qué no envía Putin a sus hijas, si considera un deber ganar a los ucranianos?”, se preguntó.

“Caos total”

Caos en el aeropuerto de Vnukovo, uno de los cuatro de la capital rusa

Caos en el aeropuerto de Vnukovo, uno de los cuatro de la capital rusa

Twitter

La situación en la frontera con Georgia comienza a ser desesperada, según relató el enviado del Moscow Times, uno de los pocos medios que han logrado sortear la censura.

“No tenemos agua, apenas tenemos comida o abrigo para pasar la noche; no podemos hacer del baño por miedo a que nos roben lo que traemos en el coche (uno de los más de 3,500 vehículos que forman una gigantesca serpiente en la precaria carretera); esto es un caos total”, relató Rodion Logvin.

Récord de entradas en Finlandia

Rusos aguardan para poder entrar en Finlandia, que anuncia record de llegadas del país vecino

Rusos aguardan para poder entrar en Finlandia, que anuncia record de llegadas del país vecino

Tass

La situación de estampida en el extremo sur de Rusia se repite también en el extremo norte, en Finlandia.

El único país de la Unión Europea (y próximo miembro de la OTAN) que todavía no ha cerrado sus fronteras, informó este lunes que durante el fin de semana habían cruzado un récord de más de 17 mil rusos, casi todos en coche, y algunos en embarcaciones.

"Nos dicen, vayan al frente. No les importa si alguna vez regresaremos. Solo somos carne de cañón para ellos”, declaró Mijaíl Bayankin, de 28 años, aliviado tras cruzar a Finlandia. "Hablan de algún tipo de obligación. ¿Qué obligación? Si nuestro país hubiera sido atacado, entonces sí, pero aquí estamos nosotros mismos atacando a un país vecino”, reflexionó y dijo desconfiar de las autoridades cuando aseguran que la inmensa mayoría de los rusos cree justifica la invasión de Ucrania.

Tiroteo en Siberia

Los que viven en zonas muy alejadas de la frontera tienen aún muchas menos posibilidades de escapar a países como los citados o incluso Mongolia y Kazajstán, que ya han reportado entradas masivas de rusos.

Fue lo que le pasó a Ruslán Zinin, que vive en el extremo oriental de la Siberia rusa. Este mismo lunes había recibido una carta del Ministerio de Defensa para que se presentara obligatoriamente en el centro de reclutamiento de su pequeña ciudad, Ust-Ilimsk. 

Sí se presentó, pero con un arma. Cuando llegó apuntó directamente contra el comisario militar Alexánder Eliséyev, quien, según el último parte médico, “se encuentra en estado crítico y los médicos temen por su vida”.

Y si el malestar es creciente entre los jóvenes blancos, urbanos y con medios para conseguir un carro o uno de los pocos boletos de avión que quedan para huir del país —principalmente a Estambul (Turquía)—, la situación es altamente volátil entre las decenas de minorías que viven en la Federación Rusa, principalmente musulmanes y tártaros.

El presidente Zelenski denunció el domingo que cientos de jóvenes tártaros —pueblo que lleva siglos instalado en Crimea y que mantenía buenas relaciones cuando estaban bajo soberanía ucraniana— están siendo “secuestrados” y obligados a entrar en combate.

En regiones como la caucásica Daguestán, de mayoría musulmana, se han registrado disturbios y algunos videos lograron pasar la férrea censura.

Los medios independientes rusos —todos obligados al exilio— manejan cifras de entre 17 y una veintena de centros de reclutamiento que han sido incendiados.

“Si van a la guerra, lavan sus pecados”

Putin y el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kiril I, se aliaron para reconstruir el imperio de la Santa Madre Rusia

Putin y el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kiril I, se aliaron para reconstruir el imperio de la Santa Madre Rusia

Presidencia Rusa

En medio de la sensación de caos y miedo que recorre Rusia, el patriarca de la Iglesia ortodoxa, Kiril I, sigue animando a los jóvenes a que vaya a la “guerra santa” y trata de convencerlos asegurando que “así lavan sus pecados”.

“La Iglesia Rusa se da cuenta de que si alguien, impulsado por la necesidad de cumplir su juramento va a hacer lo que le dice su deber, y si, en el cumplimiento de este deber, una persona muere, entonces indudablemente comete un acto equivalente a un sacrificio por los demás. Por lo tanto, creemos que este sacrificio lava todos los pecados que una persona ha cometido”, declaró sin el menor pudor a la agencia Ria Novosti.

“Rezo por la victoria de Rusia”, concluyó.

15 años de cárcel

Putin sabe que tampoco puede perder la guerra, si quiere seguir en el poder (o seguir vivo), y por eso cada vez le importa menos la opinión pública. En su huída hacia adelante, firmó el domingo un decreto que endurece las penas para los desertores con hasta 15 años de cárcel, alimentando de esta manera el círculo vicioso, según el cual, a más represión, más deserción.

Por eso, si las fosas comunes con ucranianos ejecutados y mutilados, algunos de ellos niños, no le quita el sueño, sí se lo debe de quitar la sangría de jóvenes rusos huyendo y renegando de su desastroso capricho imperial.

Seguramente, el tirano del Kremlin se pasa las noches en vela, rezando por un milagro o pensando si debería sellar las fronteras para que nadie salga. Y alguien desvelado, con sueños megalómanos y frustrado puede ser muy peligroso, sobre todo si tiene a mano el botón nuclear.