Mundo

¿Está planeando Francisco su renuncia? Regresan los “cuervos” al Vaticano

Una silla de ruedas y un viaje a la tumba de Celestino V, el primero de los dos únicos pontífices que renunciaron, han desatado rumores sobre su abdicación. Pero dos papas eméritos y un tercero por elegir es demasiado incluso para los gruesos cimientos de la basílica de San Pedro

mundo

El papa Francisco en silla de ruedas durante una audiencia vaticana

El papa Francisco en silla de ruedas durante una audiencia vaticana

EFE

El próximo 28 de agosto, el papa Francisco tiene marcada en su agenda una visita a la basílica de Collemaggio en la provincia de L'Aquila, a menos de dos horas de Roma, donde rezará ante la tumba de Celestino V, su antecesor seis siglos antes.

El hecho en sí hubiera pasado inadvertido, de no ser porque Celestino V no es un papa cualquiera, sino el primero de los dos únicos que renunciaron en dos mil años de pontificado. Pero lo que magnificó recientemente la rumorología vaticana fue que el otro que abdicó, Benedicto XVI, también hizo el mismo viaje que Francisco antes de tirar la toalla, por lo que algunos “vaticonspiranoicos” consideran si no será esta la señal de que el argentino Jorge Bergoglio, de 85 años y con evidente deterioro físico, pretende seguir los pasos del alemán Joseph Ratzinger, quien, cuando anunció su retirada histórica tenía también 85 años y alegó que lo hizo porque ya no tenía fuerzas.

Mi papado por una ermita

El 13 de diciembre de 1294, cinco meses después de ser elegido papa, Celestino V renunció alegando enfermedad y su deseo de regresar a la vida ermitaño, lejos de lujos e intrigas palaciegas, más peligrosas a medida que los papas adquirían cada vez más poder terrenal. Su caso fue tan inaudito y tan lejano en el tiempo, que sólo unas pocas mentes maliciosas conectaron la visita de Benedicto XVI a la tumba de un papa medieval con el hecho de que, quizá, fuera un mensaje encriptado sobre que pretendía hacer lo mismo.

Fue el 28 de abril de 2009 cuando Benedicto XVI dejó sobre la tumba de Celestino V, su palio, como se conoce a la vestidura litúrgica de lana blanca que se entrega a los arzobispos. De inmediato surgieron algunas especulaciones, pero se apagaron pronto. Casi nadie dio fe en una abdicación y menos de Ratzinger, cuya vasta cultura y fe eran tan conocidas como su ambición por sentarse en el Trono de San Pedro.

Además, los “cuervos” que sobrevuelan la basílica de San Pedro —en ese 2009 ultracatólicos liderados por el cardenal estadounidense Raymond Burke y el nuncio apostólico en EU, el italiano Carlo Maria Viganò— estaban ya en plena campaña de desprestigio contra el anciano Ratzinger (los Vaticanleaks), quien no entendió con quién se metía cuando quiso, de una vez por todas, limpiar las oscuras finanzas vaticanas y perseguir por fin los casos de pederastia que empezaban a salpicar a obispos y cardenales.

La bomba estalló el 11 de febrero de 2013, cuando Benedicto XVI anunció su renuncia, que se hizo efectiva el 28 de febrero de 2013. Sin apenas tiempo para digerir la noticia, el 13 de marzo de 2013, los cardenales reunidos en cónclave (literalmente “bajo llave” en latín) eligieron papa al argentino Jorge Bergoglio.

“Quizá haya otros que renuncien”

Un año después, Francisco elogiaba en una entrevista la decisión tomada por el ya papa emérito y lanzaba el siguiente mensaje: “Benedicto es el primero (en 719 años) y quizá haya otros. No lo sabemos”.

Sin embargo, el Papa Francisco nunca ha dicho explícitamente que tenga la intención de dimitir.

Hablando después de su cirugía de colon en 2021, señaló que “cuando un papa está enfermo corre brisa o huracán de cónclave”.

Refiriéndose a los rumores de renuncia que parecían originarse en su tierra natal, Argentina, agregó: “¡Yo no sé de dónde han sacado la semana pasada que yo iba a presentar mi renuncia! ¡Cuando a mí ni se me pasó por la cabeza!”.

Pero los rumores no cesan. Días después de que Francisco se sometiera a una cirugía de colon, en julio de 2021, algunos portales afirmaron que el papa planeaba renunciar “en las próximas horas”. Sin embargo, salió del hospital y pronto reanudó su agitada agenda. Pero en 2022, su salud empeoró, especialmente sus rodillas, que le postraron en una silla de ruedas hasta la fecha.

Francisco llegó a pedir perdón a los fieles por tener que ir en silla de ruedas, mucho más tiempo del que le pronosticaron. A nadie se le escapa que el ocaso de un papa comienza cuando ya no puede valerse por sí mismo.

Agosto anormalmente agitado

Además de la visita a la tumba de Celestino V, Francisco tiene programado otro evento extraordinario en agosto, temporada veraniega en la que normalmente no se producen noticias relevantes en torno a la Curia y la Santa Sede.

El 27 de agosto, un día antes de la visita a la tumba de Celestino V, el papa nombrará 21 nuevos cardenales, 16 de ellos “papables” o con poder de elección. El evento no es menor. En menos de una década de papado, el “progresista” Francisco, venido del fin del mundo, habrá renovado más del 60% del cuerpo cardenalicio. Las prisas de Francisco por cerrar los nombramientos de los nuevos cardenales también ha sido visto como un intento de dejar cerrada su sucesión.

De sobra está decir que el perfil de los nuevos cardenales se acerca más a la iglesia periférica y austera, de donde él mismo procede, y se aleja de la púrpura y el tradicionalismo europeo y estadounidense.

Esto es, precisamente, lo que temía el sector ultra cuando les salió mal la jugada, tras empujar a Benedicto XVI a la abdicación: que en vez de sucederle un cardenal “domesticado” le salió un rebelde.

El arzobispo Viganò ya intentó hundir a Francisco como hiciera en su momento con Benedicto XVI, sólo que con el papa argentino ni siquiera trató de ocultarse bajo el negro plumaje de un cuervo, sino que lo hizo a cara descubierta y con toda la artillería posible.

En el verano de 2018 se publicó una carta-bomba de siete mil palabras en la que Viganò exigía la renuncia de Francisco, al acusarlo de encubrimiento de abuso sexual y de dar consuelo a una “corriente homosexual” en el Vaticano.

Quien pasó a ser conocido como “el exterminador de papas”, le acusó de permitir que “redes homesexuales dentro de la Iglesia actúen con la fuerza de los tentáculos de un pulpo para estrangular a víctimas inocentes y vocaciones sacerdotales”. Obvió que él mismo estuvo acusado de ocultar un caso de abusos en su etapa en EU y, además, no aportó pruebas concretas de sus acusaciones.

La reacción de Francisco le salvó del escándalo: ni siquiera se dignó a contestar y caer en su juego. Pero han pasado cuatro años desde entonces y el deterioro físico hace mella también en el espíritu, como bien sabe Ratzinger y los cuervos que vuelven a sobrevolar Roma.

En cualquier caso, es difícil imaginar que Francisco renuncie estando en vida Benedicto XVI, de 95 años. Dos papas eméritos y un tercero por elegir quizá sea demasiado incluso para los gruesos cimientos de la basílica de San Pedro.