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Testimonios de Izium: Tortura y quema de libros bajo la ocupación rusa

La recuperación ucraniana de la región de Járkiv ha destapado nuevas muestras de abusos del ejército de Rusia, incluyendo el hallazgo de una fosa de 440 cuerpos

La guerra de putin

Imagen satelital del acceso al cementerio de Izium, en la zona donde se hallaron el viernes 400 tumbas clandestinas.

Imagen satelital del acceso al cementerio de Izium, en la zona donde se hallaron el viernes 400 tumbas clandestinas.

EFE / EPA / Maxar Technologies

La liberación de poblaciones de la región de Jarkiv ha sacado a la luz atrocidades del ejército ruso, y los habitantes de esas localidades denuncian torturas y quema de libros en lengua ucraniana.

"Si hubiera sabido lo que iba a pasar no habría venido aquí" desde Járkiv, afirma a Efe por teléfono Marina Rubezhanska, desde el pueblo de Malyi Burluk, en el noreste de la segunda ciudad ucraniana. "Vivir bajo las bombas era casi mejor que bajo la ocupación rusa", añade.

Días después del inicio de la invasión rusa, la mujer se trasladó al pueblo donde viven sus padres pensando que sería más seguro, pero el pueblo pronto se encontró ocupado por los rusos. Y la vida de Marina y su familia se complicó rápidamente. "Los rusos buscaban a soldados ucranianos que hubieran participado en la operación antiterrorista en Donbás", cuenta Marina.

Su padre había sido el jefe del consejo del pueblo. Acudieron a él para que les diera los nombres. Los rusos querían que su padre fuera su colaborador y que ayudara en la gestión del pueblo. Esperaban obtener una bonita imagen de cara a la audiencia rusa: "¡Mira, la gente está contenta de que por fin estemos aquí!".

Se negó a colaborar y lo llevaron al campo de internamiento improvisado en que los rusos habían convertido una fábrica de la ciudad de Vovchansk, cercana a la frontera entre Ucrania y Rusia.

"Allí le golpearon repetidamente, sobre todo en la cabeza", cuenta despacio su hija. Le amenazaron reiteradamente con que dispararían a sus "chicas" o que quemarían su casa si no hablaba.

Su padre le contó que lo mantuvieron en una gran sala con otras 70 personas. La mayoría eran antiguos soldados ucranianos. Les torturaron con cables eléctricos, les introdujeron agujas bajo las uñas y les rompieron los huesos. Algunos fueron detenidos varias veces.

Él estuvo a punto de sufrir un paro cardíaco. Sufrió un derrame cerebral después de ser liberado y de haber pasado dos semanas en la "prisión".

"¡No nos rendimos!", subraya Marina. Su madre, una bibliotecaria nacida en Rusia, se negó a cooperar cuando los soldados vinieron a confiscar los libros en lengua ucraniana.

“Estaban especialmente interesados en los libros de historia ucraniana, que califican de nazi", subraya. Su familia consiguió esconder una decena, así como la bandera ucraniana, que ocultaron en un granero.

"La policía militar vino a vernos y buscó con ahínco, pero no los encontró", se ríe.

Los libros de historia ucraniana que los rusos consiguieron confiscar, los quemaron.

La familia de Marina no aceptó regalos ni dinero de los rusos, tampoco trató de ocultar sus opiniones patrióticas. "¡Háblame en ruso, puta!", le gritó una vez un oficial ruso.

Marina se negó: "Siempre he hablado en ucraniano o en un "surzhyk" local (la mezcla de las lenguas ucraniana y rusa), como hacían mis padres y abuelos. ¿Por qué debería cambiar?".

Le duele que algunos lugareños hayan cooperado con los ocupantes. Algunos buscaban favores con los rusos y los soldados de los territorios separatistas de Lugansk y Donetsk. La mayoría de los que cooperaron ya se han ido. "Tras la ocupación no paraban de decir lo felices que estaban de irse a vivir Rusia. Ahora duermen en tiendas de campaña ahí", sentencia con ironía.