
En la actualidad los extensos horarios de trabajo en los cuales las y los empleados se ven sometidos, muchas de las veces a estrés por sobrecarga de actividades, condiciones deficientes, problemas interpersonales, inseguridad y errónea definición de roles, generan en el individuo una gama de padecimientos físicos y psicológicos.
A lo anterior se suma la falta de apoyo de jefes o supervisores, “en lugar de ello te encuentras con mandos bastante castrantes, controladores y excluyentes; todo ello nos afecta”, señaló María del Rosario Silva Arciniega, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
En este sentido, resaltó que el estrés laboral comienza a cobrar cada vez mayor importancia, sobre todo si se toma en cuenta que en nuestro país más del 50% de la población económicamente activa se ubica en la informalidad, lo que significa que la salud de este segmento de la población “es tremendamente deficiente”.
Puntualizó que carecer de seguridad laboral, aunado al hecho de que miles de personas deben enfrentar a diario largos traslados desde su hogar al centro de trabajo, “es probable que eleve la tensión y eso es algo en lo que nuestro país es un ejemplo”.
Este estado de agobio se manifiesta en reacciones físicas y emocionales dañinas que ocurren cuando las exigencias del empleo no se ajustan a las capacidades, los recursos o necesidades del personal y pueden expresarse de diversas maneras con un impacto significativo en su salud corporal y mental.
Las primeras manifestaciones del impacto de este tipo de estrés se ve reflejado en padecimientos como gastritis, colitis, laringitis, accidentes de trabajo, ausentismo continuo por enfermedad; en tanto que las emocionales, pueden implicar trastornos del estado de ánimo, psicosomáticos y de la personalidad, entre otros.
En nuestra nación, prosiguió, se han incrementado los primeros junto con la depresión y aquellas afecciones psicosomáticas, la gente vive enferma la mayor parte del tiempo, le duele el estómago, la cabeza, se siente mareada o sufre perturbaciones de personalidad que se convierten en trastornos que “no te dan la oportunidad de descanso para el alma”.
Silva Arciniega resaltó que la legislación mexicana, sin duda alguna es una de las más adelantadas del mundo, no obstante, el principal problema es que “no siempre nos ajustamos a ella”.
Señaló que el Artículo 123 Constitucional establece que todo mexicano tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil y establece un amplio catálogo de garantías en la materia, entre ellas descanso, prohibición del trabajo infantil, protección de la maternidad, salario digno, igualdad salarial, la seguridad social, capacitación, incluso derecho de huelga”.
Pese a ello, señaló, se carece de conciencia sobre lo que son los derechos humanos. Si se hace una encuesta para determinar a cuántas personas que apoyan en labores domésticas se les ha dado seguridad social, que es un derecho, no excede del 5% o 10%. Estamos metidos en la individualidad, en el deseo de poder y de tener, mientras más se explote al otro, mejor te va porque les estás usurpando sus ingresos.
Ante este panorama, resaltó que para tener un trabajador feliz es necesario que cuente con un empleo agradable y estable que cumpla con sus aspiraciones y valores: salario bien remunerado y buen ambiente de trabajo.
“El trabajo no debe percibirse como una carga aniquilante o un castigo”, y si las condiciones laborales y personales son positivas, las personas estarán más contentas con lo que hacen y producen, se sentirán motivadas, habrá espacio para la creatividad, pero para sentir amor por nuestro trabajo y no considerarlo una carga, debemos tener las condiciones mínimas positivas para desarrollarlo a plenitud, indicó.