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El Santuario Ostok huye de Culiacán mientras balaceras y extorsiones rodean el refugio donde vivían más de 700 especies

Guerra del narco en Sinaloa convierte a animales en desplazados

Animales desplazados El refugio Ostok traslada a sus especies a Mazatlán tras semanas de amenazas, robos y abandono institucional. (Especial)

Entre rugidos, barrotes y bolsas de alimento apiladas, un convoy de camiones partió esta semana desde las afueras de Culiacán con destino a Mazatlán. Transportaba una carga inusual: más de 700 animales rescatados, incluidos elefantes, tigres, leones, jaguares y monos, que por años vivieron bajo resguardo en el Santuario Ostok. La mudanza, sin embargo, no fue voluntaria. Fue una huida.

Presionados por meses de amenazas, balaceras cercanas, bloqueos criminales y la imposibilidad de alimentar a los animales, los responsables del refugio decidieron evacuar.

“Nunca habíamos visto un nivel de violencia tan extremo”, dijo Ernesto Zazueta, director del santuario. “Estamos preocupados por los animales que vinieron aquí buscando una segunda oportunidad”.

Entre balas y rugidos

La decisión se da tras el recrudecimiento del conflicto armado entre dos facciones del Cártel de Sinaloa, desatado hace ocho meses por el secuestro del líder de uno de los bandos, presuntamente entregado a autoridades de EU por uno de los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Desde entonces, Culiacán –antes una ciudad relativamente ajena a la violencia descontrolada– ha sido sacudida por secuestros, robos y extorsiones. “Las facciones necesitan financiar la guerra, y los civiles pagan el precio”, explicó el analista de seguridad David Saucedo.

En medio del caos, el santuario se convirtió en un blanco. Ubicado cerca de Jesús María, bastión de Los Chapitos, el refugio sufrió cortes de suministro, amenazas telefónicas, bloqueos carreteros e incluso robos a mano armada. Algunos animales pasaron días sin alimento, otros comenzaron a perder pelaje y al menos dos murieron.

“Nos dijeron que quemarían el santuario con todo y animales”

Los ataques no eran esporádicos. Zazueta relata llamadas constantes exigiendo dinero bajo amenazas de incendiar el lugar o asesinar a los animales. Diego García, rescatista del santuario, ha recibido amenazas anónimas con detalles de su domicilio. En febrero, hombres armados lo despojaron de un vehículo y material veterinario. “Ya no hay un lugar seguro en esta ciudad”, dijo.

Parte de los animales evacuados eran antiguas mascotas de capos abandonadas tras tiroteos o aseguramientos. Entre ellos, un tigre de bengala hallado encadenado en una plaza, en pleno fuego cruzado. En Sinaloa, circulan historias de leones usados para ejecutar venganzas.

El punto de quiebre llegó en marzo, cuando Bireki, una de las dos elefantas del santuario, se lesionó una pata. Nadie —ni en México ni en el extranjero— aceptó viajar a Culiacán a tratarla. “Nos preguntamos: ¿qué estamos haciendo aquí? Si no salimos, no podremos salvarlos”, sentenció Zazueta.

El operativo de traslado se realizó con apoyo de la Guardia Nacional, sin anuncio público previo, por temor a represalias. En cajas metálicas, algunos veterinarios intentaban calmar a los animales. A un elefante se le ofrecía una bolsa de zanahorias mientras su cuidador murmuraba: “Estoy contigo, no dejaré que te pase nada”.

El destino es una reserva en Mazatlán, aún lejos de la calma. La ciudad costera también ha registrado brotes de violencia, aunque menos intensos que en la capital sinaloense. “Al menos allá es más estable”, dijo García, escéptico. “Porque aquí, hoy, simplemente no se puede respirar”.

Hasta ahora, el gobierno de Sinaloa no ha emitido comentario alguno sobre la salida del santuario, pese a que, según Zazueta, se solicitó ayuda durante ocho meses sin respuesta.

Mientras, en Culiacán, los habitantes revisan al amanecer los reportes de tiroteos como si fueran pronósticos del clima. La violencia ha cerrado escuelas, bares y rutas, y dejado a familias enteras en el luto. En la escena del último asesinato del lunes por la noche, una madre gritaba entre sollozos y casquillos: “¿Por qué la policía no hace nada?”

En ese mismo escenario de abandono e impunidad, los animales también se convierten en desplazados de una guerra que, cada día más, no deja a nadie a salvo (con información de agencias).

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