
En muy pocas ocasiones un gobierno designado abrumadoramente por la mayoría electoral, con altas calificaciones en la mercadotecnia estadística de las encuestas (las haga quien las haga) y auxiliado por la entrega masiva de programas sociales exhibe tan ametrallada condición frente a un minoría rapaz.
Resulten como sea las actuales negociaciones cuya desembocadura sólo puede ser una de dos: o se dobla el gobierno o se doblan los activistas del sindicalismo excesivo.
El capricho, a diferencia de las conductas racionales, no conoce límites. Tampoco satisfacción. Vale por sí mismo, más allá de las necesidades motivadoras. Si hoy se les concedieran –digamos-- la mitad de sus exigencias, el restante 50 por ciento, más su acumulado, se volvería a presentar el siguiente año. Y así hasta el infinito, por eso el destino de una negociación –como la de ayer-- en cuyo dintel se dice: no vamos a bajar un grado es el fracaso.
Los barriles sin fondo no se llenan ni con aire.
Y si de aire se habla, veamos estas hermosas palabras en el éter:
“…la Coordinadora surge como un movimiento que busca la democratización, en aquellas épocas con Jonguitud Barrios y luego, con quien lo sucedió, Elba Esther Gordillo.
“Y la Coordinadora buscó siempre la democratización de su sindicato, que ellos pudieran elegir a sus secciones sindicales en los distintos estados. Entonces, con la reforma que se hizo, laboral, ahora es mucho más democrático la elección en las secciones…”
La cría de los cuervos y la obligada ceguera.
Si se pudiera hacer una comparación con la patología, nos encontraríamos con una enfermedad autoinmune; es decir, producida por el propio organismo y cuyos efectos, por eso mismo, son incurables, progresivos, crónicos y a la larga mortales.
El cíclico movimiento de presión permanente de la coordinadora crea una funesta especie de uróboro; es decir, una serpiente que se muerde la cola y juna hidra laboral cuyos puestos, como míticas cabezas, se reproducen y heredan hasta el infinito, sin posibilidad para nadie de romper la cadena.
La coordinadora, paradójicamente, fue un invento de control de los gobiernos anteriores los cuales la usaron como un aliado electoral y un ariete, contra la desmesurada dimensión del indispensable sindicalismo magisterial. Se les quiso dividir y vencer. Ni una cosa ni la otra. Ahora todo se vuelve en su contra.
PORFIRIA
Si hablábamos de enfermedades raras y difíciles, tengo un caso reciente de la incomprensión social agravante de uno de esos males. La porfiria es una rara enfermedad incurable. Quien la sufre vive un calvario.
Y esta es la historia de una de esas personas:
“…la semana pasada al volar a Los Ángeles, para un protocolo de medicina compasiva. Era la primera vez que salía de mi cuarto a oscuras, por los problemas cutáneos, ya que no puedo exponerme a la luz del sol.
“Tuve que hospedarme en el aeropuerto, para no salir al sol antes del vuelo.
“Llegué con mi hijo a la sala de abordar, aún no amanecía, y cuando llegó el personal de Mexicana, mi hijo --que es médico--, se acercó con la señorita y no le hizo caso ya que se estaba maquillando, nos indicó que para poder abordar con preferencia, debía llamar a una silla de ruedas, la cual jamás llegó. “Cuando empezaron a formarse para abordar, el sol ya estaba muy fuerte y le pedí a mi hijo que se formara detrás de las sillas de ruedas, ya que no puedo estar mucho tiempo en pie. Cuando iban a escanear mi pase de abordar, le expliqué al señor, que no me podía quitar el sombrero, los anteojos y el cubrebocas, aun así me los quité, y me hizo quitármelos en tres ocasiones, yo ya molesto le expliqué que NO PUEDO EXPONERME AL SOL, y muy prepotente el señor, me dijo que él no tenía la culpa que tuviera una discapacidad, y que si él quería, no me dejaba abordar, la verdad me sentí muy mal por el trato recibido”.
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