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Cada temporada de lluvias significa repetir la misma historia. Años de promesas sin cumplir, reparaciones parciales, y soluciones improvisadas

Lluvia, lodo y abandono en Jardines de Morelos

Lluvia, lodo y abandono en Jardines de Morelos

La semana ha estado marcada por las lluvias que llegan con fuerza a diversas zonas del Estado de México. El paso del huracán Erick, aunque degradado a tormenta tropical, trajo consigo un cúmulo de nubes que no solo oscurecieron el cielo, sino también la cotidianidad de miles de personas. Ayer fue otro día en que las calles se convirtieron en lagunas, en el que moverse por la ciudad se volvió, nuevamente, una prueba de resistencia.Desde muy temprano, el ambiente anunciaba una jornada difícil.

Las nubes grises saturaban el cielo como una advertencia de que la lluvia se aproximaba. El viento soplaba frio, y el asfalto, aún impregnado por la lluvia del día anterior, reflejaba el cielo como un espejo sucio. En las calles de Jardines de Morelos, particularmente en la zona donde se ubican el CEBETIS 202 y la Preparatoria Oficial N.º 81, el tránsito peatonal y vehicular anunciaban el caos.

A las 7:00 de la mañana, estudiantes y automovilistas compartían una batalla común: esquivar los baches escondidos bajo el agua. Los alumnos caminaban pegados al camellón, buscando el terreno más firme para evitar quedarse atrapados. La falta de mantenimiento en esta avenida es evidente. El pavimento, ya deshecho por el paso del tiempo y la indiferencia, se convierte en una trampa mortal cuando llueve. Cada charco esconde una profundidad distinta, cada paso puede convertirse en un tropiezo.

Los vehículos, por su parte, avanzan lentamente, casi arrastrándose. Las llantas chapotean en el agua estancada, levantando pequeñas olas que alcanzan a quienes esperan el transporte público. Las combis llegan, pero detenerse en una banqueta intransitable obliga a los pasajeros a subir desde el camellón o entre los charcos. No hay forma de evitar mojarse. Algunos esperan en cualquier rincón que los proteja un poco de la lluvia, pero la mayoría se resigna a lo inevitable: terminar el trayecto con los zapatos anegados y el pantalón salpicado de lodo.

Lluvia, lodo y abandono en Jardines de Morelos

En contraste, en otras partes de la misma colonia, la situación no es tan crítica. Las primarias de la zona, ubicadas en calles que han recibido pavimentación reciente o constante, ofrecen un panorama distinto. A las 13:00 horas, cuando los alumnos salen, las gotas comienzan a caer de nuevo, pero no hay rastros de los estragos del día anterior. Las banquetas están limpias, secas o solo húmedas; no hay grandes charcos, no hay necesidad de esquivar lodo o caminar en medio de la calle.

Padres y madres recogen a sus hijos sin problema alguno. Los niños salen protegidos por paraguas o chamarras, pero sin el temor o incomodidad de tener que pisar lodo. Esta diferencia, aunque silenciosa, evidencia la desigualdad urbana que persiste en muchas colonias: algunas calles están diseñadas para soportar el clima, otras apenas resisten un aguacero.

Lluvia, lodo y abandono en Jardines de Morelos

Por la noche, cuando el reloj marcaba las 21:00 horas, la lluvia volvió a caer con fuerza. El ambiente, ya húmedo y oscuro, se tornó aún más complicado en las zonas donde la infraestructura es débil. Los estudiantes del turno vespertino, así como trabajadores que regresaban a casa, tenían que enfrentarse al mismo escenario del amanecer: charcos profundos, banquetas sumergidas, camellones llenos de personas esperando alguna combi que los subiera.

A esas horas, el ambiente ya no era de resignación, sino de agotamiento. La lluvia había sido una constante durante toda la jornada, y la falta de soluciones estructurales no hacía más que agravar la situación. El pavimento seguía dañado, el agua no drenaba, los charcos crecían y los problemas se repetían.

El contraste entre las zonas escolares evidencia cómo el abandono afecta de forma desigual . Mientras en algunas calles los niños salen secos, en otras los jóvenes deben caminar entre lodo y agua para ir y venir de sus escuelas. La diferencia no está solo en el clima, sino en la atención que se brinda o no a cada espacio. Las lluvias no inventan los problemas, solo los hacen visibles.

Lo que debería ser una lluvia pasajera se convierte en un obstáculo diario. La falta de planificación urbana, la carencia de mantenimiento y la desatención prolongada son ingredientes que hacen de cada aguacero un pequeño desastre. No hacen falta tormentas intensas para que el caos se instale: basta una lluvia constante para revelar el deterioro estructural de varias zonas del Estado de México.

Lluvia, lodo y abandono en Jardines de Morelos

En Jardines de Morelos, cada temporada de lluvias significa repetir la misma historia. Años de promesas sin cumplir, reparaciones parciales, y soluciones improvisadas que no resisten el primer aguacero serio. A pesar de que el fenómeno meteorológico era previsible, la respuesta institucional siempre parece improvisada, tardía o inexistente.

Mientras tanto, la rutina continúa. Los estudiantes seguirán caminando sobre el camellón para evitar los baches ocultos. Las combis seguirán deteniéndose en mitad de la calle, obligando a los pasajeros a mojarse para poder subir. Las banquetas seguirán siendo inservibles bajo la lluvia. Y las primarias pavimentadas seguirán recordando que la desigualdad también se mide en milímetros de agua acumulada.

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