
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, encabezó la ceremonia conmemorativa por los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán (1325-2025) en donde afirmó que el legado de Tenochtitlán no es nostalgia, sino una semilla de esperanza y aprovechó para llamar a erradicar el racismo, algo que no es opcional sino una obligación para construir una sociedad justa.
El evento incluyó una representación sobre los pasajes más emblemáticos de la migración del pueblo azteca desde Aztlán hasta Tenochtitlán; narró el recorrido desde el mítico lugar de origen, hasta el encuentro de la señal prometida por Huitzilopochtli (el águila, posada sobre un nopal, devorando una serpiente), también incluyó algunos de los mitos mexicas; la escena fue interpretada por 838 integrantes del Ejercito, Fuerza Aérea y Guardia Nacional.
Durante su discurso, la mandataria aseguró que, el legado de Tenochtitlán no es sólo nostalgia, sino una semilla de esperanza, ”que sigue brotando y creciendo, enseñándonos que la historia no se borra, que la raíz no se niega y que el verdadero futuro sólo puede construirse, si abrazamos con valentía todo lo que fuimos y todo lo que somos".
La presidenta también aseguró que, Tenochtitlán fue mucho más que una ciudad majestuosa, fue un símbolo de organización, de poder, de ciencia y de arte.
“Fue el centro de un mundo indígena que supo construir un modelo de civilización propio en armonía con la tierra, los astros y sus dioses”, dijo.
Acompañada por los integrantes de su gabinete y otros funcionarios como la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada y el secretario general de la Defensa Nacional, el General Ricardo Trevilla Trejo, Sheinbaum celebró la herencia de Tenochtitlán y el legado que lleva en su corazón la historia de México.
“Hablar de Tenochtitlán no es hablar de un pasado muerto, es hablar del pulso vivo que late bajo nuestra ciudad capital, pero también, en nuestras palabras, nuestra comida, nuestras costumbres, y sobre todo nuestra grandeza cultural y nuestra identidad”.
Recordó que Tenochtitlán fue construido por los mexicas, quienes fueron guiados por su dios Huitzilopochtli desde Aztlán hasta el lugar donde encontrarían una señal divina para establecer su ciudad. Esta, fue hallada en una isla en medio de un lago, en donde estaba un águila posada sobre un nopal devorando una serpiente, lo que es hoy el Escudo Nacional que representa identidad y soberanía.
“Es así que aquí en medio de las aguas del lago de Texcoco nació una visión de fuerza, de fe... Sus fundadores obedecieron la señal de los dioses, fue belleza en movimiento... Era una ciudad de orden, arte, de poder y de poesía; su arquitectura exacta como las estrellas y su gente orgullosa”, relató.

Un pueblo de espíritu indómito
“La grandeza de Tenochtitlán no fue sólo su fuerza y su belleza, sino su alma, el espíritu indómito de un pueblo que dirigió de la nada para crearlo todo. Que convirtió una isla inhóspita en un imperio y que amó tanto a sus ancestros, dioses y tierra que fue capaz de ofrecer su corazón para que el sol siguiera saliendo todos los días”, enunció.
La presidenta también abordó la conquista de 1519, destacó que cuando los españoles llegaron no encontraron una tierra vacía, sino un imperio sólido con leyes, lengua, escritura, medicina, formas de cultivo, ingeniería, cultura y conocimientos astronómicos.
“Lo que vieron en Tenochtitlán, sus templos, mercados, chinampas... los hizo pensar que estaban ante algo sobrenatural y en lugar de comprenderlo decidieron aplastarlo”, comentó.
La colonización buscó borrar todo rastro indígena
Afirmó que la caída de Tenochtitlan en 1521 no significó la destrucción de una ciudad, sino que fue el inicio del proceso de colonización que buscó borrar todo rastro indígena. Lo que aseguró, es la herida más profunda que se debe sanar.
“Impusieron una nueva religión, una nueva cultura, una nueva lengua... Se buscó avergonzarnos en nuestro origen indígena como nación. Decían que ser indígena era sinónimo de atraso y de barbarie.
“Esa fue quizá la herida más profunda, una herida que estamos obligados, como mexicanos y mexicanas, garantizar que se cure porque fue alimentada por demasiado tiempo de discriminación”, comentó la mandataria federal y aseguró que el inicio de esa cura es con la cuarta transformación de la vida pública.
Señaló que la estructura colonial no desapareció con la independencia, sino que permaneció con las formas de poder en el racismo, en la exclusión de los pueblos originarios, particularmente contra las mujeres indígenas, y se reveló en diferentes momentos de la historia como la Revolución Mexicana; además, destacó que prevaleció por muchos años especialmente durante todo el periodo neoliberal.

El legado de Tenochtitlán sigue viviendo
Afirmó que el legado de Tenochtitlán no fue vencido y está presente en las piedras del templo mayor, en el calendario azteca, en la resistencia silenciosa de los pueblos, en la lengua náhuatl que aún se habla, en el maíz que se sigue sembrando, en la en la medicina tradicional; así como en los nombres de los cerros, ríos, calles, pueblos y sobre todo en el nombre de la patria, México.
“Vive en la sangre de quienes de generación en generación han llevado con orgullo sus raíces. Porque México no nació con la llegada de los españoles, México nació mucho antes con las grandes civilizaciones que florecieron las tierras mayas, zapotecas, mixtecas, purépechas, todos los pueblos originarios... Vive también en el corazón de un México que ha decidido no olvidar”
Y destacó que por primera vez el Gobierno de México ha puesto en el centro a quienes fueron históricamente relegados.
“La cuarta transformación no es solamente un proyecto económico o político, es un proyecto de dignidad, un proyecto que reconoce que no puede haber justicia verdadera si no empezamos por saldar la deuda histórica con los pueblos indígenas”.
Afirmó que su movimiento mira de frente y con orgullo la historia, “no para dividir, sino para comprender; no para odiar, sino para sanar la memoria y en ese proceso recuperar nuestras raíces”.

La erradicación del racismo es una obligación
Para concluir, Sheinbaum planteó que la erradicación del racismo no es opcional, sino una necesidad y una obligación para construir una sociedad justa, incluyente y digna para todas y todos.
“Para saber adonde vamos, hay que escuchar de dónde venimos... A todas las mexicanas y mexicanos nos une el deber de honrar a los pueblos originarios, reconocer nuestro legado de grandeza, amar a esta tierra y sentir con orgullo que somos parte de una patria milenaria y viva. Por ello decimos fuerte mientras existe el mundo no acabará la fama ni la gloria de México-Tenochtitlán”, concluyó su mensaje.