
Los anuncian como “el mejor evento masivo en la ciudad”, o “el más esperado por todos”. Usan redes sociales para promocionarlos, en especial Instagram, el de mayor penetración entre adolescentes… Son fiestas clandestinas, exclusivas para ellos: menores de edad.
“Vamos a una peda”, es frase coloquial entre los asistentes. Algunos han comenzado a llamarlas “chiquitecas”, por el perfil de los enganchados, quienes pueden ingresar tras una breve revisión y sin necesidad de comprobar su edad.
Fue en uno de estos festines ilegales donde el quinceañero Hugo Carbajal Amaro fue asesinado, apenas la noche del sábado. Su caso ha adquirido relevancia tras la decisión de su familia de cerrar Periférico Norte, como una medida de presión a las autoridades mexiquenses para capturar al homicida, uno de los organizadores.
Aunque pudieran tener antecedentes añejos, se han generalizado en tiempos recientes, en medio de los altibajos de la pandemia y adaptándose a las herramientas tecnológicas y formas de ser de las nuevas generaciones…
Con base en testimonios de jóvenes asiduos a estos encuentros furtivos, se delinean aquí sus prácticas y riesgos: uso de bailes sensuales en la publicidad, excesivo flujo de alcohol, cigarro y droga… Y su disfrazada oferta sexual, atracción para adultos interesados en contactar a menores.
Como peculiaridad, se cobra a los chicos por el ingreso: el monto oscila, conforme a entrevistados, desde 50 hasta 500 pesos, según la fama del organizador, el lugar y el paquete: puede incluir un “shot” de bienvenida, el consumo de algunas bebidas o hasta barra libre.
“Los que organizan son principalmente adultos jóvenes que han creado cuentas para promocionar sus eventos en redes sociales. He pagado desde 80 pesos si el organizador no es tan conocido, pero si es conocido, lo mínimo que pagas son 200 pesos, sólo por pasar. Ya si quieres alcohol, sube hasta 450 o 500 pesos”, cuenta Enrique, de 16 años y quien al menos ha asistido a tres de estos eventos: uno en Fuentes del Pedregal, otro en las inmediaciones de Perisur y uno más en la colonia Prado Churubusco.
-¿Quiénes son los conocidos? –se le pregunta.
-Son los que ya han hecho varios eventos previos, entre los chavos se habla de sus fiestas, hay buenos comentarios.
Se organizan no sólo en salones, jardines, bares y clubes. En mayor medida, las sedes son patios de casas particulares, los llamados rooftops, bodegas y amplios espacios en comercios como autolavados y talleres.
“Regularmente te enteras por los amigos, es mucho por la recomendación de boca en boca; si quieres conocer más detalles y confirmar asistencia, te dan la cuenta en redes para seguirla y te unen a grupos de WhatsApp. Si quieres comprar más barato se ofrecen preventas”, cuenta Ilse, también adepta a las “chiquitecas”, convertidas en jugosos negocios para los organizadores y dueños de sedes.
Casi todos los fines de semana arman eventos en el Pedregal, asegura Diego:
“Se rentan los jardines de casas, que están muy amplios y agradables, por eso cuestan más: 300 en promedio, y ahí te das cuenta del dinero que se mueve. ¿Cuánto no sacan por reunir a 700 u 800 chavos? Más la venta de alcohol o la barra libre, es un buen negocio. Unos 250 o 300 mil pesos”.
-¿Y cómo es el ambiente?
-Hay de todo. Sólo un par de veces me ha tocado ver violencia, cuando hay fraudes.
-¿Fraudes?
-Sí, el organizador se pone de acuerdo con la policía para terminar rápido. La fiesta, por ejemplo, comienza a las 8, y a las 9 llega la policía a sacar a la gente. Muchos se enojan porque pagaron 300 o 400 pesos y comienzan a patear la puerta o a aventar objetos, porque quieren volver a entrar o que se les regrese su dinero. Dicen que el organizador suelta una lana a los policías para asustar a los chavos, a quienes se defrauda con el precio de las entradas.
Rodrigo se aventuró a ser organizador, junto a un amigo cuyo departamento está ubicado en una torre condominal, a espaldas del Instituto Nacional de Pediatría.
“Cobramos 150 pesos. Y lo hicimos en la parte baja del edificio, donde hay un salón de uso común. Llegaron muchos chavos de 14, 15 años, estábamos todos apretados, porque se juntaron como 200 y había alcohol al por mayor. El ruido provocó que uno de los vecinos llamara a la policía, que llegó con sus armas para dar toques y nos sacó a todos. Se quisieron llevar a mi amigo pero, al final, con mil pesos lo dejaron libre”.
-¿Quién vendió el alcohol?
-Otro cuate. Lo que más buscan son los azulitos, que se preparan con vodka y bebidas energéticas, que es lo que da el tono azul. La oferta era de 2 azulitos por 120 pesos.
“Nosotros los pedimos y ya, no sabemos qué tipo de alcohol le ponen, si es bueno o adulterado”, cuenta Joshua.
Otra de las atracciones, además del tipo de alcohol, es la programación musical, basada en reggaetón, pop y electrónica, los géneros predilectos entre adolescentes. Y la venta de “maskkings”, cigarros electrónicos de múltiples sabores y con diversos porcentajes de nicotina.
Eliseo asistió a un evento en un autolavado de la calle Cruz del Sur, muy cerca del Metro Ermita.
“Nos cobraron 180 porque llegamos temprano; si llegas tarde, te cobran más. Al principio todo parece tranquilo, pero el alcohol es lo que sube el ambiente”.
-¿Y hay drogas?
-En algunos lugares sí. Me ha tocado que me ofrezcan, pero siempre he dicho que no, o ves a muchos con sus porros de marihuana, eso es común.
-¿Sexo?
-Sí hay ligue, o también señores que pagan su entrada, porque andan en busca de chavitas o chavitos. Una vez invité a una amiga, que tiene 14, y andaba un señor jodiéndola, le tiraba la onda, que a ver cuándo se podían ver, que le gustaba y que él le podía comprar cosas como celulares y relojes. Nos tuvimos que salir…
Copyright © 2022 La Crónica de Hoy .