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Plaza Giordano Bruno, el hogar quita-pon de los haitianos

La estadía de los migrantes haitianos continúa en la plaza Giordano Bruno, sumándosele la llegada desde el domingo pasado de nuevos integrantes provenientes de Tapachula

Giordano Bruno

Plaza Giordano Bruno

La estadía de los migrantes haitianos continúa en la plaza Giordano Bruno, sumándosele la llegada desde el domingo pasado de nuevos integrantes provenientes de Tapachula. Hoy unas 500 o 600 personas buscan en la plaza un lugar para pasar sus días en espera de que se arregle su documentación migratoria.

Este nuevo campamento, una Pequeña Haití a mitad de la Colonia Juárez y a unos pasos de Reforma e Insurgentes, tiene una peculiaridad que no tuvieron los tres campamentos antecesores: se arma por las tardes, los haitianos duermen allí y por la mañana el campamento es desarmado para dejar el paso libre, “es una plaza, hay una iglesia, así que dejamos todo limpio por las mañanas”, explica uno de los habitantes. Es un acuerdo que el campamento de la Giordano Bruno estableció en un intento por tener algo de seguridad de que no serán removidos como ya lo fueron los campamentos de Zaragoza y la Central de Autobuses del Norte.

La seguridad de la comunidad se expresa también en la forma de armar el campamento: tiendas de campaña alineadas en formación cerrada, sin pasillos entre ellas, como las placas en el caparazón de una tortuga.

En efecto, durante las mañanas la zona quedará desocupada y limpia, las casas de campaña son guardadas dejando el paso libre y ya llegando la tarde noche el sitio se convierte de nuevo en el hogar de cientos de migrantes.

La pequeña Haiti

La pequeña Haití i

Yasli, un pequeño de once años que llegó a la plaza acompañado de su madre embarazada (cuatro meses) y de su padre, es uno de los niños migrantes que sin pena y con curiosidad se acercan a los vecinos que pasan por la plaza.

El pequeño habla un poco de español que aprendió durante su estadía en Chile; cuenta, con una sonrisa en el rostro, que el día de hoy comió arroz y que su mamá lo hace para los migrantes. Es la cocina económica de la Pequeña Haití.

El padre de Yesli, Jameson, con o sin acuerdo de no obstruir el paso en el día, con o sin formación tortuga de las casas de campaña, vive con miedo. Uno de los rumores que rodea a esta comunidad es que, en próximos días y durante la noche, Migración llegará y los trasladaran en autobuses. Jameson busca con desesperación un hogar para su familia, explicando que ha intentado encontrar un lugar dentro del refugio para migrantes de la Colonia Cuauhtémoc, obtenido una respuesta negativa ya que, dijeron, no había espacios disponibles. Allí les recomendaron comprar una casa de campaña e integrarse a la Pequeña Haití.

Algunos habitantes del campamento no cuentan con la misma fortuna, para ellos la cama es el concreto frio, pedazos de cartón y algunas cobijas.

La Pequeña Haití (la cuarta versión de estos campamentos en la Juárez) es ya una unidad habitacional donde los niños salen a jugar con sus vecinos, algunos de ellos usan un patín que seguramente alguno de los residentes de la colonia les regalo.

La oleada haitiana continúa llegando a México y, de momento, las autoridades migratorias mexicanas continúan cortando su paso al retrasar trámites de tránsito hacia el norte. Paradójicamente, esas mismas autoridades quieren que sean lo menos visibles posible, así que el campamento de casas de campaña se ha tornado quita-pon: aparece en las noches y desaparece al llegar la mañana.