
¿Puede una Universidad ser derechista cuando la tercera parte de sus alumnos de licenciatura -seleccionados en concurso- deben trabajar para estudiar?...
¿Puede ser conservadora cuando las viviendas de 3.5 por ciento de sus estudiantes en general carecen de un cuarto de baño independiente?, ¿o neoliberal, cuando casi 4 de cada 10 no cuenta con una computadora personal?...
Tras el multiplicado reproche presidencial en días pasados a la UNAM, Crónica escarbó entre el perfil socioeconómico de los universitarios, entre las estadísticas sobre sus orígenes, necesidades y sueños. Y a la par, exploró algunas de sus historias y recogió reflexiones a ras de tierra en torno a los dichos desde Palacio.
Durante siete días, entre el 21 y el 29 de octubre, el presidente Andrés Manuel López Obrador mencionó a la UNAM en 53 ocasiones. Se refirió a sus “jefes”, “directivos”, “rectores” y “grupo hegemónico”: a “los de arriba”. Pero también a sus académicos, intelectuales y profesionistas, en especial sociólogos, politólogos, abogados, economistas, escritores y filósofos.
La primera cita en la mañanera: el 21 de octubre, pareció forzada: el Ejecutivo usó una pregunta ajena al tema (la ratificación o retiro en 2023 de la concesión de Telmex al empresario Carlos Slim) para terminar diciendo: “la UNAM se volvió individualista, defensora de proyectos neoliberales, perdió su esencia de formación de cuadros, de profesionales para servir al pueblo”.
En ese lapso, propinó una veintena de calificativos o frases recriminatorias a la Máxima Casa de Estudios: “individualista”, “defensora de proyectos neoliberales”, “sometida a pensamiento neoliberal”, “derechizada”, “dominada por lo más retrograda”, “conservadora”, “generadora de una especie de tiricia política”, “aburguesada”, “tomada”, “puesta al servicio del régimen”, “utilizada para mediatizar”, “manejada por porros”, “apéndice y ariete de un grupo oligárquico, con sus políticos, voceros e intelectuales”.
Y la describió como una Universidad “donde lo humano le ha sido ajeno”, “con ideólogos cooptados por el neoliberalismo”, y en la cual “se llenaron las facultades de conservadores”.
¿Qué despierta ese retrato entre su comunidad estudiantil y docente o entre sus egresados?...
“Al menos quienes hemos estudiado en la UNAM no nos sentimos aludidos. El presidente debe tener sus destinatarios, pero no somos ni alumnos ni profesores. Sabemos de los retos, incluso a nivel salarial, pero bajo ninguna circunstancia sería sostenible colocarnos a la derecha”, dice Daniel León, originario de Córdova, Veracruz, y quien al cumplir 26 años comenzó a estudiar la carrera de Ingeniería Agrícola, la cual combinó con su trabajo de electricista.
“La UNAM siempre ha sido de pensamiento crítico al poder, y es entendible porque la mayoría hemos sido gente de escasos recursos. Diría que el desafío está en mejorar el salario a profesores de asignatura, y evitar infiltrados y manipulación entre el estudiantado”.
Los números internos ofrecen una estampa nítida sobre la esencia puma…
De acuerdo con cifras de la Universidad (las más actuales, verificadas y vaciadas en la base de datos oficial, corresponden a 2019), más del 30 por ciento (30.76) de los universitarios vive en condiciones de hacinamiento: comparten vivienda con al menos 5 personas y hasta 10 o más.
El 32.83 por ciento de quienes fueron seleccionados para cursar una licenciatura, trabajan y son su propio sostén económico. Y el 98.8 por ciento de ellos tienen al menos 1 dependiente económico extra. El 31 por ciento está en un trabajo temporal o ayuda a un familiar para obtener recursos eventuales. Mismo caso es el del 25 por ciento de quienes accedieron a una licenciatura mediante el pase reglamentado.
Aunque el porcentaje de quienes trabajan e ingresaron al bachillerato es bajo, el 12 por ciento de éstos lo hace en la clandestinidad, sin seguridad ni derechos.
En los pasillos de Ciudad Universitaria encontramos a Jonathan Velázquez Rioja, cuya vida es ejemplo de lo expuesto aquí. Tiene 28 años y actualmente cursa el tercer semestre de la licenciatura en Trabajo Social. Por las mañanas trabaja y, desde hace seis años, en sus ratos libres impulsa la práctica del futbol entre niños y adolescentes.
“Trabajé desde los siete años, ayudando a mi abuelo en la albañilería. A los 15, me metí a una imprenta, donde cargaba y descargaba papel. Al mismo tiempo entré al CCH Sur. He sido mensajero, office boy, perito valuador y entrenador de niños en escuelas de futbol. Recientemente he sido empacador de cajas en una empresa de cosméticos”.
-¿Por qué, al terminar el CCH, no seguiste con la licenciatura?
-No tenía claro hacia dónde, y decidí trabajar para ganar dinero y aportar a los gastos de casa. Siempre quise ser director técnico, pero no me alcanzaba para el curso. Estando en el ambiente del futbol, me dieron la oportunidad de dirigir a un equipo infantil: Cruz Azul Culhuacán. Tuve que trabajar desde chico para comprarme mis zapatos y poder jugar al futbol, y para ayudar a los gastos familiares. Mi mamá es comerciante y mi papá ha tenido diversos trabajos, pero hoy está desempleado. Actualmente, ambos dependen de mí.
-¿Por qué Trabajo Social?
-Fue por la pasión de estar con los chicos, ayudarlos, escucharlos: muchos no pueden practicar deporte porque no tienen ni para tenis. Mi hermana está a punto de terminar la misma carrera y he visto sus prácticas comunitarias, que involucran el deporte. A través del trabajo social sé que puedo intervenir en esas comunidades para ayudar a los niños a practicar un deporte de forma organizada y cambiar su panorama.
Pese a las carencias financieras, en casa de los Velázquez Rioja, las historias son de éxito y todas ligadas a la UNAM: Jared, de 25, recién culminó la licenciatura en Derecho; y Monserrat, de 23, también está en la parte final de Trabajo Social. “Somos producto de la cultura del esfuerzo, de tener que buscar nuestros propios medios para seguir, y así logramos un salto generacional”.
En la actualidad, Jonathan es capturista de datos por la mañana; por la tarde, estudia y, en sus horas libres, dirige al equipo infantil de Chivas Espartaco. Adicionalmente se prepara como director técnico en la Femexfut.
“Evidentemente la UNAM debe renovarse, como todos los centros de estudio, pero jamás ha perdido su esencia ni se ha vuelto derechista o individualista, sigue peleando por proyectos sociales y está comprometida con el bienestar colectivo”.
-¿Individualista?
-Tampoco. La mayoría de los profesores están comprometidos con la ciudadanía, nos han inculcado lo que representan los colores universitarios: cuestionar, hurgar en el por qué de las cosas y, una vez encontradas las respuestas, ayudar. Eso es lo que busco yo y casi todos mis compañeros: ayudar algún día al sector del cual venimos, de carencias y limitaciones. Enseñar a los más pequeños que hay más por vivir de lo que hoy ven sus ojos…
-------------
LOS DATOS
En casa del 63 por ciento de los universitarios no es posible pagar por servicio de televisión de paga. Las familias del 52 por ciento no tienen automóvil. Y el 22 por ciento tampoco tienen línea telefónica fija.
Copyright © 2021 La Crónica de Hoy .