Ante la anuencia del gobierno capitalino de extender el horario para la convivencia en restaurantes y establecimientos con permiso para la venta de bebidas alcohólicas, que se extiende en banquetas, los dueños y encargados de estos lugares le han subido el volumen a su música, incluso por arriba de los 65 decibeles, cuando no se ha cumplido una semana de que la capital del país cambió al amarillo del semáforo epidemiológico, lo que ha atraído más clientela.

Crónica atestiguó la imposibilidad de comunicación entre los parroquianos de bares y restaurantes en el Centro Histórico por el alto volumen de la música que traspasa ventanas de departamentos aledaños a estos establecimientos.

Eje Central, a la altura de Garibaldi, se ha convertido en un corredor de los bares y cantinas al aire libre. Los peatones que caminan sobre la banqueta lo hacen esquivando mesas y sillas para no tropezar. Las familias que deben usar la zona lo hacen en fila india, cuando antes podía ser de hasta tres personas juntas en la misma cera, aparte transitan llevándose las palmas de las manos a los oídos para protegerlos del "escándalo".

La escena se repite en otras calles del primer cuadro. Cantantes como micrófono amenizan las cantinas, lo que sale de control, pues afuera el ruido molesta a quienes deben vender en el comercio ambulante o en formal. La inconformidad es la misma. "Pinche ruido", expresan algunos comerciantes.

Al 23 de marzo, la norma vigente NADF-005-AMBT-2013 establece que el uso permitido para los 65 decibeles es para el horario de las seis de la mañana a las 20:00 horas y de esta última hora en adelante es de 62 decibeles, lo que claramente no se cumple.