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Abandonados a su suerte por EU: El drama de los traductores afganos

TERROR. Ante el cercano fin de la retirada de las tropas extranjeras, quienes trabajaron para ellas viven con pánico el avance de los talibanes.

Protestas en Afganistán tras la muerte de un intérprete que trabajó para Estados Unidos
Protestas en Afganistán tras la muerte de un intérprete que trabajó para Estados Unidos Protestas en Afganistán tras la muerte de un intérprete que trabajó para Estados Unidos (La Crónica de Hoy)

El 12 de mayo de 2021, Sohail Pardis circulaba por la carretera que conecta Kabul con la provincia de Jost, al sureste de la capital de Afganistán. El hombre, de 32 años, y traductor de profesión, manejaba en coche para ir a visitar a su hermana para celebrar el Eid, la fiesta musulmana del fin del ramadán, que justo terminaba ese día. De repente, se topó con un control de los talibanes, que le habían estado enviando amenazas de muerte los últimos días tras descubrir que durante un año y cuatro meses trabajó para el ejército de Estados Unidos del país.

Pardis sabía lo que iba a ocurrir, así que pisó el acelerador a fondo y trató de evadir el control. Los rebeldes optaron por disparar directamente hacia el coche, y luego arrastraron al hombre –no está claro si aún vivo o ya muerto— y lo decapitaron. Esto, según relataron testigos de los hechos, vecinos del lugar, a la Media Luna Roja, que a su vez cita la cadena CNN.

Las amenazas eran claras: “Le estaban diciendo que era un espía para los estadunidenses, que él era sus ojos y que era un infiel y que lo matarían junto a toda su familia”, explicó un amigo y compañero de trabajo de Pardis, identificado como Abdulhaq Ayoubi, a la CNN.

Shoaib Walizada, otro intérprete, relataba en junio hechos idénticos al diario The New York Times: “Recibo llamadas de los talibanes diciendo ‘te vamos a matar’; saben quién soy y que trabajé para los estadunidenses”.

Los talibanes aseguraron en junio que no van a atacar a nadie que trabajara para las fuerzas extranjeras, en el marco de las difíciles y frágiles negociaciones de paz entre el grupo rebelde y el gobierno de Kabul. Sin embargo, estas miles de personas no les creen, por mucho que ahora la milicia insiste en que investigará lo que sucedió con el caso de Pardis.

Ayoubi agregó también a la emisora estadunidense: “No podemos respirar, lo talibanes no tienen ninguna piedad de nosotros”, una clara muestra del terror que cunde estas semanas entre quienes trabajaron para las fuerzas extranjeras, y muy especialmente entre los traductores.

La razón por la que esto sucede ahora es la retirada militar de Estados Unidos y de sus aliados de la OTAN, que está cerca de completarse. El gobierno del expresidente Donald Trump acordó con los talibanes el 29 de febrero de 2020 que se retiraría del país antes del 1 de mayo de 2021, a cambio de que los rebeldes aceptaran de una vez por todas sentarse a hablar de paz con Kabul. El acuerdo firmado en Qatar era histórico, pero su cumplimiento ha sido endeble desde entonces. Al llegar al Despacho Oval, Joe Biden advirtió que no le sería posible cumplir con la fecha acordada por la administración anterior, pero anunció que se retiraría antes del 11 de septiembre, cuando se cumplen 20 años del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York que desató la invasión.

Los talibanes protestaron y lanzaron amenazas, pero no las cumplieron, conscientes de que, entonces o seis meses más tarde, la retirada de EU era una bendición para ellos. A medida que Afganistán se vacía de tropas extranjeras, y el diálogo con Kabul está estancado, los talibanes no hacen más que ganar terreno, y ya controlan alrededor de 130 de los 400 distritos del país, un avance que hubiera sido imposible con la oposición estadunidense, que ahora ha abandonado incluso la fortaleza de Bagram, entregada a los soldados afganos, desde donde los aliados lanzaban casi todas sus operaciones.

El grupo rebelde insiste en que no tiene intención de tomar ninguna gran ciudad ni capitales regionales, quizás en la necesidad de mantener viva la vía del diálogo, pero su avance es inexorable y su brutalidad, evidente. El pasado 13 de julio se conoció también un suceso ocurrido en junio en el que talibanes asesinaron ametrallando a quemarropa a 22 soldados afganos que habían aceptado rendirse tras quedarse sin munición dentro de un edificio en Dawlat Abad, cerca de la frontera con Turkmenistán.

A la comunidad internacional le cuesta creer las promesas de los talibanes de conformarse con las zonas rurales, por lo que los llamados a Estados Unidos para que se haga responsable de todos aquellos que les salvaron el pellejo durante 20 años en Afganistán no han dejado de crecer.

El 24 de junio, Biden declaró: “No vamos a dejar atrás a quienes nos han ayudado”, que según cifras de la CNN son alrededor de 18 mil personas. El mandatario prometió buscarles un nuevo lugar para vivir en lo que pasan por todos los trámites para solicitar la Visa Especial de Inmigración, que les permitiría la entrada en Estados Unidos, un proceso complejo y lento.

Biden incluyó entre quienes se podrán beneficiar de esta reubicación no solo a traductores sino también a conductores y otro tipo de contratistas, pero por ahora, pasado un mes, lo único en firme que hay es un plan anunciado el 14 de julio para trasladar a 300 traductores desde Afganistán a una base militar en Virginia, traslados que deben comenzar esta semana próxima.

Además, este miércoles 21 de julio, la Casa Blanca aseguró que ha aprobado el traslado de otros 4 mil traductores, pero no solo aún no se sabe cuándo sería, sino que aseguraron que los traslados solo los facilitarán desde Kabul. Esto significa que cualquiera que viva en zonas alejadas de la capital tendrá que hacer el viaje por su cuenta. Un viaje que, en muchos casos, sería muy similar al que le costó la vida de forma despiadada y salvaje a Sohail Pardis.

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