Opinión

Agua en México, un problema de política pública o de conocimiento

Agua en México, un problema de política pública o de conocimiento

Agua en México, un problema de política pública o de conocimiento

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Juan José Santibañez Santiago*

La Ciudad de México es un modelo, poco envidiable, de cómo un sistema de abasto de servicios a su población tiene límites muy probablemente infranqueables y que producen situaciones sociales de extrema desigualdad traducibles en mayores índices de pobreza. El caso del proceso de abasto de agua sintetiza este complejo nudo de problemas; expresa la crisis de insustentabilidad financiera, ambiental y social de un modelo altamente centralizado e ineficiente de política pública.

El sistema que provee el agua a la Ciudad de México está centralmente compuesto de la importación del agua, lo que requiere un consumo anual de aproximadamente 2 mil 280 millones de kilowatts por hora. Un consumo que ronda los 100 millones de litros de diésel y que opera con enormes transferencias, pues las tarifas que se cobran por el servicio en la Ciudad de México apenas cubren una tercera parte de los costos de operación y registra una evasión de aproximadamente un 30 por ciento. La red instalada en la Ciudad de México registra un porcentaje escandaloso de fugas (41 por ciento) lo que ha planteado la necesidad de reemplazo de tuberías. Esto podría requerir hasta 20 años para sustituir alrededor de 13,000 kilómetros. Los costos, tanto de la administración presente cuanto de su renovación, son enormes y, muy probablemente, insostenibles.

La investigación científica ha advertido el creciente e incontrolable riesgo que representa la complejidad derivada del cambio climático. Las emisiones contaminantes no se contienen a pesar de los acuerdos alcanzados en las cumbres mundiales y el giro que dio el gobierno norteamericano en torno a la existencia misma del calentamiento global ahondan las dificultades para enfrentar duras y prolongadas sequías, seguidas de intensísimas lluvias que provocan estragos en vastos territorios. La producción de alimentos experimenta severos daños y la incidencia de enfermedades asociadas a esa sucesión incrementa la vulnerabilidad de la humanidad. El problema para una política pública capaz de enfrentar los daños del calentamiento global descansa en la innovación científica —no sólo de orden tecnológico— que permita que cada persona desde su hogar, sus barrios, sus entornos inmediatos, entre otros, sea capaz de ir construyendo sistemas más sencillos de adaptarse a esos cambios globales. Herramientas tecnológicas eficientes y sencillas probablemente disponibles en el medio científico son reclamadas por estas poblaciones con ansias de resolver por sí mismos los problemas que no han sido resueltos. Reclamos sociales que exigen, en síntesis, nuevos enlaces entre la ciencia y los bienes comunes como el agua, los bosques y el aire.

En la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana se inició hace ya casi una década la innovación de sistemas miniaturizados de captación de agua, de modo que pequeñas unidades como escuelas o mercados sean capaces de autoabasto de agua interceptando la lluvia y almacenándola en sistemas que atiendan problemas que el macrosistema de la red urbana es incapaz de atender. Hemos calculado el tamaño óptimo para la intercepción de lluvia que permita una inversión sustentable, han de elegirse superficies capaces de sustentar gastos en procedimientos de filtración y potabilización de alto desempeño. A este incremento de la disponibilidad de agua por medio de la captación de lluvia se ha agregado la posibilidad de reducir el consumo de la misma, introduciendo herramientas de alto impacto en el consumo: inodoros que por descarga utilicen uno o dos litros. No se trata de uso de inodoros secos —no hay condiciones de manejo de inodoros secos entre familias ya urbanizadas—. Estos inmuebles tienen prácticamente el mismo diseño que los que se utilizan cotidianamente en las viviendas y oficinas, pero el diseño de la conexión entre el inodoro y la tubería del drenaje permite que sólo uno o dos litros consigan el empuje y fuerza necesarios para transportar los desechos hacia el drenaje. Esto hace que el consumo por descarga pase de cuando menos ocho litros a su octava parte. El ahorro es más que significativo.

Las cosechadoras de agua, instaladas hasta ahora en 27 escuelas, utilizan una superficie de mil 200 m2 de los techos escolares, lo que les habilita para captar alrededor de 800 pipas anuales. Esta cantidad es más que suficiente para el consumo en sanitarios y limpieza de la escuela. Cuando las lluvias exceden la capacidad de almacenamiento (4 m3 por escuela) el sistema inyecta al acuífero los excedentes, lo que permite una estrategia microterritorial pero de amplia cobertura que recarga el acuífero de por sí sobreexplotado en la Ciudad de México y que ha sido responsable de graves fracturas y hundimientos en el oriente de la metrópoli.

La investigación universitaria —en términos de reciclamiento o potabilización biológica del agua— permite, finalmente, que el agua utilizada en los inodoros pueda ser tratada para que se reuse —inodora, incolora e insabora— nuevamente en los sanitarios, lo que ha producido el conocimiento suficiente para contar con sistemas autosuficientes en el manejo del agua. La universidad ha desarrollado también una poderosa herramienta basada en la hidrodinámica que permite potabilizar sustancias sumamente complejas como los residuos de antibióticos o cualquiera de los contaminantes registrados en la red urbana de distribución de agua potable. En otro momento detallaremos esta innovación.

Resta, desde luego, que estos hallazgos se puedan convertir en voluntad política —conflictos presentes convertidos en lazos de colaboración interfamilias en el futuro inmediato— y así formar poderosos programas de política pública local con significado general en una transición hacia la autosufiencia en agua con fuentes locales asentadas en una mejor gestión del ciclo integral del agua. Ésta sigue siendo una aspiración social, aunque depende cada vez menos de ideologías irrealizables y confía más en la voluntad de todos.

*Profesor-investigador del ­Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana

barbara2000jp@hotmail.com