Cultura

Analizan imágenes de la guerra 2006-2012 contra el narco para reflexionar la violencia

El investigador del IIE de la UNAM, Iván Ruiz, estudió 30 imágenes de artistas visuales y fotoperiodistas que retrataron los hechos ocurridos en este periodo, en contraparte del discurso oficial

La policía investiga la muerte de un hombre encontrado colgado de un puente
La policía investiga la muerte de un hombre encontrado colgado de un puente La policía investiga la muerte de un hombre encontrado colgado de un puente (La Crónica de Hoy)

La guerra contra el narcotráfico produjo una violencia sin igual en el país durante el periodo 2006-2012 y fue plasmada en muchas imágenes. En contraparte del discurso oficial, fotoperiodistas y artistas visuales retrataron esa realidad de manera crítica, para que los ciudadanos pudieran hacer una reflexión y encontrar caminos para frenarla, afirma el doctor en Historia del Arte, Iván Ruiz.

El investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM estudió el trabajo de seis profesionales —cuatro fotógrafos, una artista visual y una cineasta—, quienes capturaron esos seis años cuando Felipe Calderón fue presidente e inició esta guerra. “Ellos crearon un conjunto de imágenes ardientes cuyo destino no es la galería de arte; las circularon en diferentes medios para que la ciudadanía pudiera discutir lo que estaba pasando y buscar alguna clase de solución”.

Su investigación concluyó con el libro Docufricción. Prácticas artísticas en un México convulso, en proceso de publicación, donde analiza 30 imágenes provenientes del trabajo de los fotógrafos Guillermo Arias, Pedro Pardo, Fernando Brito, Mauricio Palos, las artista visual Adela Goldbard y la cineasta Alejandra Sánchez, de Chihuahua, quien ha documentado los feminicidios en aquella entidad fronteriza.

INICIO. Iván Ruiz cuenta que se interesó por este tema cuando era investigador en la BUAP y se reunió con fotoperiodistas que trabajan en zonas de conflicto bélico. En el IIE de la UNAM, comenzó su trabajo.

En entrevista, Iván Ruiz explica que le atrajo el trabajo de estos fotoperiodistas y documentalistas, porque representan un lado B de la historia oficial, “el cual consiste en generar una mediación en la composición de la imagen: son ángulos, encuadres e iluminación diferentes, para distanciarse de las escenas violentas y producir una documentación no visceral, que da cuenta del hecho violento sin ese grado espectacular con el que trabaja la nota roja”.

En este punto, explica que su investigación y análisis consistió en destacar otros elementos iconográficos para posibilitar una reflexión sobre la violencia. “A diferencia de lo que hacen generalmente las imágenes espectaculares donde hay acercamientos en primer plano de muertos o mutilados, que crean una especie de ceguera en el espectador, busqué cierta clase de imágenes que dieran cuenta de la violencia desde otro punto de vista”.

Y con estas imágenes, añade el doctor en Historia del Arte, los fotoperiodistas y artistas generaron una distancia, una mediación, “algo que permite cuestionar lo que se está viendo: la violencia con una mirada reflexiva donde no está la versión oficial, sino la de testigos que encontraron otras rutas para mostrarla”.

Porque, explica, se responsabiliza a los fotoperiodistas o documentalistas de reproducir la violencia y, en ese sentido, hacer una apología del crimen o de los criminales. “Entonces se plantea que no hay que mostrarla, es decir, todos aquellos escenarios donde aparecen muertos o cuerpos desmembrados tienen que ser borrados de nuestra cultura visual. Eso es una apuesta muy peligrosa; en principio, porque se está negando un hecho que es contundente, ya que diferentes estados aún están abatidos por los criminales”.

Entonces, dice, las preguntas que se pueden formular son: ¿Debemos ver esas imágenes? ¿Deben formar parte de nuestro imaginario? ¿Cómo debemos verlas? “Lo que muestro en esta investigación es que estos fotoperiodistas y documentalistas hacen ver la violencia de otra manera: por un lado, no hacen una apología del delito y, por otro, crean condiciones para que el ciudadano pueda acercarse con otra mirada a estas imágenes”.

Porque en esos años de 2006 a 2012, explica, el Estado trató de mediatizar los hechos, para tener un discurso sobre dos bandos: uno, las fuerzas del mal y el otro un Estado “débil” o permeable, cuando realmente la situación emergía en algunos casos en la colusión de ambos, la corrupción o incluso la ineficacia de autoridades.

Por esto, añade, creo que sobre la violencia se tiene que pensar mucho, cómo opera y cómo se reproduce, en este caso visualmente, “porque no hay que dejar de ver la violencia para no borrarla”.

— ¿Las imágenes reflejan esas otras condiciones políticas, culturales y sociales destrozadas que no queremos ver?

— Por una parte, el Estado maquina, produce y ofrece una iconografía de la guerra contra el narcotráfico que convenía a sus intereses en ese periodo de 2006 a 2012. Por ejemplo, Mauricio Palos logró la acreditación en 2009 para el despliegue de tropas en Morelia. Fue básicamente una demostración de fuerza con los nuevos aviones, con todo este equipo extra para seguir combatiendo al narco y las imágenes reproducían una especie de grandeza del Estado.

Y toda esa iconografía del poder del Estado fue cuestionada, agrega, “cuando supimos lo que acontecía en cada una de las entidades donde el narcotráfico operaba”.

— ¿Como es esta historia con “h” minúscula?

— La investigación concluyó con la escritura de un libro cuyo título es Docufricción. Prácticas artísticas en un México convulso, en donde analizo en tres capítulos diferentes imágenes. Uno de éstos lleva el subtítulo “Documentalismo iconoclasta”, y creo que la práctica de iconoclasia tiene mucho que ver en el sentido de cómo se puede suspender una corriente ultraviolenta, para llevarla a otro entorno, tanto de acción como de posibilidad de reflexión.

Es decir, iconoclasia es en el sentido de cómo rompen con esta cultura ultraviolenta para producir otra clase de imágenes. Creo que esta disociación permite entender un entorno ardiente mediante otra clase de historias. Una foto que muestra lo anterior fue tomada por Guillermo Arias el 9 de octubre de 2009. En ella se reproduce el cuerpo de un funcionario de Tijuana que apareció desnudo y castrado en un puente peatonal. Una escena que fue calificada por la prensa local como “un crimen dantesco”, y cuya responsabilidad del Estado fue concluir que estaba coludido con los narcos, por lo tanto no fue víctima.

A diferencia de otras fotografías que muestran la brutalidad del asesinato, Arias elige una toma a la distancia con un fuerte claro-oscuro que vela el cuerpo y muestra la desolación e indefensión de la sociedad.

El libro, indica, aborda también los feminicidios y los efectos de la guerra contra el narcotráfico. “Lo que me interesa es volver al concepto de ciudadanía, es decir, cómo los ciudadanos se pueden volver a relacionar, de una manera crítica y reflexiva, con este entorno violento”.

Porque, asegura, lo más fácil para un ciudadano en estas condiciones de violencia es no querer saber, no quiere ver un cuerpo más. “Esto rompe las condiciones de la esfera pública, ya que no se discute la realidad: qué es la violencia, cómo se puede frenar y por eso la conclusión de la investigación es que la ciudadanía pueda tener nuevamente un papel público para discutir estos temas, reclamar al Estado y cambiar el rumbo”.

➣ Con esta entrevista, Crónica inicia una serie de publicaciones con el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM

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