
Cilindros de cera, cilindros de amberol azul, alambres magnéticos y postales musicales, fueron las primeras tecnologías que se usaron en el mundo para registrar sonidos, convertirlos en grabaciones y posteriormente repetirlos con ayuda de un fonógrafo. Actualmente en la Fonoteca Nacional, institución que el próximo año cumplirá su primera década de vida, se conservan varios ejemplares de estos soportes en los cuales podría estar la grabación del Himno Nacional Mexicano más antigua hasta ahora registrada. Crónica presenta un recorrido por la historia de estos formatos sonoros.
El especialista señala que en la Fonoteca existen 38 de estos cilindros y algunos se conservan más por el tema de la tecnología que por su contenido. Al respecto, Mariela Salazar, jefa del Departamento de Conservación, especifica que en total resguardan 13 cilindros de amberol azul y 25 de cera, mismos que llegaron a la institución ubicada en Coyoacán gracias a las colecciones personales del investigador Alberto Pérez-Amador Adam y del divulgador de la ciencia, José de la Herrán (Premio Crónica).
En ambos cilindros se podían grabar alrededor de cinco minutos, aunque los primeros soportes de este tipo que circularon tenían una duración menor: un minuto, no obstante, la tecnología fue mejorando y se llegó a grabar de tres a cinco minutos, es decir, dos piezas musicales por cilindro.
“Fue mejorando esa tecnología hasta que se llegó a los 15 minutos de capacidad. Eran de un solo lado, la grabación era lineal y se dejaba un espacio de silencio para grabar el otro contenido en cada pista”, precisa Sandoval Camargo.
—¿En qué años circularon los cilindros de cera?
—Tuvieron una estancia rápida, estamos hablando que para 1910 esa tecnología iba desapareciendo para darle paso a los discos y a los gramófonos, ya que salieron a la luz las productoras como Edison, que empezaron a editar discos basados en ser escuchados en esa nueva tecnología. Pero estamos hablando de que fueron tres décadas de duración del cilindro y cuando éstos empezaron irse a la baja fue porque se buscaron mejores tecnologías en cuanto a calidad y duración.
Los cilindros que resguarda la Fonoteca Nacional llegaron por donación y por préstamo, tal es el caso del comodato hecho por el festival Instrumenta Oaxaca, o el caso de unos cilindros amberol azul donados por Alberto Pérez-Amador Adam.
¿Cómo se podían escuchar esos cilindros?, se le pregunta a Sandoval Camargo. “Vía fonógrafo. Ese aparato permitía que en el soporte (en el surco) del cilindro se fuera grabando la señal sonora vía una aguja que iba cortando el cilindro y existía otro fonógrafo que hacía posible la reproducción y escucha de las grabaciones”, responde.
Actualmente, la Fonoteca no cuenta con ninguno de los equipos antes mencionados por lo que varios cilindros de cera y de amberol azul siguen en espera de ser escuchados para digitalizar su contenido.
“Tenemos un reproductor de amberol azul que está en proceso de mantenimiento, pero actualmente no tenemos esa posibilidad de reproducción, tenemos el apoyo de algunas instituciones que han hecho rescate de sus contenidos como la Fonoteca de Austria en donde ya han digitalizado documentos tan antiguos como los que resguardamos”, agrega el experto.
Uno de los cilindros de cera que está en la lista de prioridades, es el que tiene una etiqueta que advierte que contiene una grabación del Himno Nacional Mexicano, la cual sería la primera registrada en la historia del país.
“Es una grabación del Himno Nacional que tendremos que corroborar, está en un cilindro de cera. Sabemos que es el Himno porque la información está en la etiqueta del cilindro, hasta confirmar (es decir, hasta escuchar) de qué se trata, iniciaríamos una investigación porque estaríamos hablando de la primera grabación de nuestro símbolo patrio”, señala Sandoval Camargo.
El cilindro que llegó por un depósito sonoro que hizo José de la Herrán, añade el experto, reemplazaría al registro del Himno de 1901 hecho en un disco Edison y que por órdenes de Porfirio Díaz fue grabado en Estados Unidos por el barítono español Emilio de Gogorza, soporte que actualmente se encuentra en la Fonoteca gracias a la colección en resguardo de Armando Pous.
Después de esa grabación, la institución también conserva una hecha en 1907 por Manuel Romero Malpica, la primera grabación del Himno Nacional hecha por un mexicano. “Es decir, las primera grabaciones que tenemos relacionadas con México se hicieron en estos cilindros y ese sería el caso del Himno Nacional y las grabaciones de Carl Lumholtz, un explorador noruego que visitó México en varias expediciones registrando varias grabaciones de aquel tiempo (siglo XIX)”.
El contenido de los otros cilindros es, una parte, grabaciones sobre el aprendizaje de una extranjera, especialmente, cursos para aprender inglés que se distribuyeron en el país a finales del siglo XIX. La otra parte son piezas musicales de tipo popular que en ese momento eran muy escuchadas, como fue el caso de obras compuestas por Miguel Lerdo de Tejada y arias de la ópera La Boheme.
“Los alambres magnéticos fueron una tecnología que se desarrolló en Alemania, en la Segunda Guerra Mundial por la industria militar, básicamente ellos usaron esa tecnología y al término de ese conflicto fue cuando se utilizó la cinta magnética que se popularizó en los demás países. Estamos hablando de los años 30 del siglo pasado”, destaca Sandoval Camargo.
La capacidad de ese material era de 10 a 15 minutos de grabación; sin embargo, su circulación fue breve y en palabras de la experta Mariela Salazar, jefa del Departamento de Conservación, para escuchar su contenido se necesita montar en una maquina reproductora de alambre, “en este caso tenemos una boda de los años 50, pero resguardamos otros cinco soportes que fueron el antecedente de la cinta de poliéster y acetato”.
Un único ejemplar de otra tecnología sonora que preserva la Fonoteca es la postal sonora. A simple vista, como su nombre lo indica, es una tarjeta con un diseño tanto en la portada como al interior y que las personas enviaban a manera de souvenir.
“Es una grabación que se hizo en una base de plástico, pero lo importante es el diseño y la presentación del documento porque servía para mandarlo como un detalle social, la persona podía colocar y reproducirlo para tener mayor información. Lo interesante es el diseño, se puede considerar una pieza de arte, pero la tecnología son grabaciones vía surco que se leían con una aguja como si fuera una tornamesa”, detalla Salazar.
La única tarjeta postal que resguardan data aproximadamente de los años 30 y 40 del siglo pasado y contiene una melodía que narra cómo es el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, Francia, un conjunto de edificios dedicados al culto de la Virgen María. La grabación de la tarjeta dura dos minutos con 35 segundos.
Mariela Salazar comenta que para conservar dicho soporte se necesita tener la temperatura y humedad de la bóveda en donde se resguarda, depositarlo en una funda libre de ácido y estabilizarlo para que el material pueda ser trasladado al área de digitalización, en donde tienen unas tornamesas especiales.
“Del cilindro de cera pasamos a los discos planos que permitían grabar una mayor cantidad de contenidos y con una mejor calidad. Ése fue el gran paso a nivel tecnológico y de esos soportes tenemos (en resguardo) una cantidad increíble en formatos. Con los discos inició una variedad importante a nivel de las agujas que permitían registrar el sonido en esos soportes, había discos de surco grueso que permitían más capacidad en cuanto a información y había los discos de microsurco que es una tecnología de mejor calidad”, comenta.
La tecnología de los discos, añade, data de 1940 con los discos de vinil y posteriormente, en 1960 fue el auge de los discos de microsurco que además de tener más horas de grabación, tenían la ventaja de ser más estables a pesar de generar estática y acumular polvo.
—¿Qué soporte antecedió a los discos de vinil?
—Los discos de shellac, de 78 revoluciones por minuto (rpm). Era una tecnología más endeble porque eran discos que se partían totalmente, existieron unos a base de aluminio que se empiezan a craquelar, porque el aluminio es un material que reacciona con la temperatura, si hace calor se expande y con el frío se comprime.
Sobre la conservación de los discos, Mariela Salazar precisa que en la Fonoteca conservan muchos de vinil por lo que son sometidos a un proceso de limpieza exhaustiva antes de ser depositados en la bóveda.
“Se lava el disco de manera fina, los discos de vinil primero se limpian de forma manual, luego se someten a una más especializada que incluye dos fases: la húmeda y la seca. Lo que se hace es limpiar el disco, se usa agua destilada o agua desmineralizada, se seca y con una guarda especial libre de ácido, lo cambiamos a cajas de polipropileno para que ahí duren más años que en una caja de cartón”, explica.
De cada soporte sonoro, sea cilindro, postal, disco o casete, añade, realizan un inventario para después iniciar el proceso de digitalización. “Más del 93 por ciento de los documentos sonoros que tenemos están digitalizados y eso es algo significativo si pensamos que tenemos más de 467 mil documentos ingresados en bóvedas y que abrimos (la bóveda) en 2008”.
Por último, Theo Hernández, coordinador del Catálogo de Música de Concierto, explica que si la grabación es la misma que apareció en otro soporte, ya no es necesaria la digitalización, pero ello no significa que una misma pieza musical no tenga diversas versiones.
“Se considera un ejemplar cuando es una copia igual, cuando es lo mismo, pero muchas veces hay diferentes ediciones, eso es lo que tenemos que vigilar, no es el mismo porque trae otra portada… es como pasa con los libros que tiene una primera y segunda edición. Es decir, si hay cinco ediciones escogemos la mejor”, indica.
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