Opinión

Bolivia: ¿golpe de Estado?

Bolivia: ¿golpe de Estado?

Bolivia: ¿golpe de Estado?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Desde el 20 de octubre, fecha en que se realizaron las elecciones presidenciales en Bolivia, no ha dejado de haber manifestaciones de protesta contra el “fraude electoral” que se cometió y que le dio la victoria a Evo Morales. Con el 83% de los votos escrutados por el Tribunal Supremo Electoral, encabezado por María Eugenia Choque, de repente se cayó el sistema.

En esos momentos la diferencia entre el mandatario boliviano y su opositor, Carlos Mesa, no alcanzaba para evitar la segunda vuelta, es decir, una diferencia de, al menos, 10%. Hasta el día siguiente se dieron los resultados oficiales con el 95% de las boletas contadas; allí sí aparecía una distancia apenas superior, por unas décimas, al 10%. Ya el ambiente estaba caldeado desde la propia jornada electoral, pero al conocerse estos números los opositores salieron en tropel a protestar. Las manifestaciones no cesaron a lo largo de estas semanas. Al contrario, se extendieron a muchas ciudades y poblados del país. Incluso se unieron a ellas sindicalistas y policías. Eso no le importó a Evo Morales: se proclamó ganador de las elecciones.

Grupos de observación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Unión Europea (UE) fueron a Bolivia: comprobaron que se habían cometido graves irregularidades; lo conveniente era llevar a cabo una segunda vuelta. Evo Morales, aceptó la propuesta, pero fue demasiado tarde. El domingo 16 de noviembre, el jefe de las Fuerzas Armadas, William Kaliman, le sugirió al exsindicalista cocalero hacerse a un lado para desbloquear la crisis política.

Por donde quiera que se le vea, la renuncia de Evo Morales a la Presidencia de Bolivia es un hecho histórico: duró en el cargo 13 años, 9 meses y 18 días. Comenzó su mandato en 2006. Al dirigirse a la nación para anunciar su dimisión dijo que se trataba de “un golpe cívico, político y policial.” Nunca mencionó a los militares.

Y aquí es donde las opiniones se dividen respecto de la salida de Evo Morales de la Presidencia de Bolivia: sus seguidores consideran que lo ocurrido fue un golpe de Estado; sus opositores, en cambio, afirman que esto fue el fin de la tiranía. Ante un mismo hecho hay dos interpretaciones distintas. Es lo propio de los regímenes populistas: sistemáticamente han recurrido a esparcir noticias falsas (fake news) o hechos alternativos. Dice Michiko Kakutani en su libro La muerte de la verdad (The Death of ­Truth, New York, Tim Duggan Books, 2018, pp. 82-83): “Las imágenes están ­reemplazando a las ideas; el concepto de ‘credibilidad’ a su vez sustituye a la verdad. La gente se muestra menos interesada en lo ocurrido que en la manera ‘en que el hecho es contado’. La verosimilitud reemplaza a lo verídico como mecanismo para asumir los acontecimientos. El arte del engaño se convierte en un reto para hacer que las cosas sean tomadas como verdades irrefutables.”

La discusión que se registra en Bolivia se trasladó rápidamente a México. Nuestro gobierno decidió ofrecerle asilo a Evo Morales y le ha dado trato de Jefe de Estado cuando ya no lo es. Valga un dato: Rusia ya reconoció a la nueva presidenta provisional, Janine Áñez.

Para no caer en las manipulaciones retóricas conviene recurrir al análisis histórico y teórico. En primer lugar no fue un golpe de Estado porque a quien se removió fue a un usurpador (tyranno ex defectu tituli). El usurpador es el que se hace del poder sin tener derecho a él. El error de Evo Morales fue haberse proclamado triunfador de unas elecciones fraudulentas. En ese momento se transformó en un violador de la ley. A esto hay que agregar que también se convirtió en tirano por defecto de ejercicio (tyranno ex parte exerciti) porque en innumerables ocasiones violó la Constitución. Una en especial: el referéndum al que él mismo convocó el 21 de febrero de 2016. La mayoría de las personas que fue a las urnas emitió el voto por el “NO”, o sea, se negó a respaldar que Evo Morales compitiese para optar por un cuarto período en la Presidencia de la República que lo hubiese mantenido en el poder hasta 2025.

Pues resulta que Evo hizo caso omiso de esos resultados negativos para su causa: recurrió al Tribunal Constitucional y al Tribunal Supremo Electoral (que tenía bajo su control) para volver a aparecer en la boleta electoral en las elecciones del 20 de octubre de 2019.

Contra la manipulación populista el mejor antídoto es la cultura. Recomiendo darle una repasada al concepto “Golpe de Estado” que se encuentra en el Diccionario de Política de Norberto Bobbio y Nicola Matteucci (Siglo XXI). Allí se analiza puntualmente lo que es este fenómeno. El origen del concepto está en el libro de Gabriel Naudé, Consideraciones políticas sobre el golpe de Estado (1639). Hay otro texto indispensable, el de Curzio Malaparte, Técnicas del Golpe de Estado (1931) (dicho sea de paso, este autor es ancestro de Leonardo Curzio).

Lo opuesto del golpe de Estado es el derecho de resistencia: remover al tirano para restablecer el orden institucional y legal conculcado.

Twitter: @jfsantillan

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