El presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, dimitió ayer tras seis semanas de protestas masivas en la calle y en medio de un pulso entre el jefe del ejército, general Ahmed Gaïd Salah, y el círculo de poder que protegía y manejaba al enfermo mandatario, de 82 años.

En caso de que el Consejo Constitucional, como se espera, acepte la renuncia, se abrirá en Argelia un periodo de transición complejo e inédito tutelado por el presidente del Senado, Abdelkader Bensalah, y gestionado por el exsecretario de Interior Nouredin Bedaui, confirmado el martes como primer ministro.

La dimisión del mandatario ha sorprendido por su inmediatez, puesto que llegó apenas 24 horas después de que la presidencia del país anunciara en un comunicado que Bouteflika renunciaría antes del 28 de abril, cuando ya expiraba su mandato de todos modos.

La renuncia de Buteflika llegó también poco después de que este mismo martes Gaïd Salah exigiera, por tercera vez, aplicar el artículo 102 de la Constitución argelina para inhabilitar al mandatario por razones de salud. Desde 2013, el presidente no ofrece un discurso, y casi no aparece en público desde hace cinco años.