
Se acuerdan del Grexit, cuando el mundo temía una salida traumática de Grecia de la zona Euro? Pues bien, olvídense de eso y retengan, al menos durante este mes, este otro neologismo: Brexit.
El 23 de mayo, los británicos están convocados al referéndum sobre la permanencia del país en la Unión Europea, tal como prometió en campaña el primer ministro, David Cameron, para no perder el voto de los euroescépticos. Esa estrategia le dio resultado en las elecciones del año pasado y ganó la reelección, pero dentro de tres semanas podría comprobar que el remedio fue peor que la enfermedad, porque, si gana el Sí a marcharse, no sólo peligra su cargo, sino la propia existencia del Reino Unido.
Sin ir más lejos, los nacionalistas escoceses ya han advertido de que, si gana el Sí a marcharse, convocarán en un plazo máximo de dos años otro referéndum de independencia. “Si le dices a Escocia: Mira, podemos ser independientes, dentro del firmamento europeo, o podemos languidecer en el Atlántico Norte con un Gobierno conservador en Londres, los escoceses elegirían la independencia”, declaró el líder Alex Salmond.
Tampoco parecen ser conscientes los ingleses de otro castigo que afectaría directamente a sus bolsillos. La revista británica The Economist alertó que cientos de miles de puestos de trabajo se perderían con el Brexit, porque se acabarían de golpe los beneficios arancelarios de pertenecer a un mercado europeo de más de 500 millones de personas. Para añadir más dramatismo, el propio Cameron advirtió hace unos días de que, si abandona el Reino Unido la UE, en el mejor de los casos el PIB caería el primer año un 3.6% y se perderían 520 mil puestos de trabajo, mientras que en el peor de los casos el PIB caería un 6% y se perderían 820 mil puestos.
Al mismo tiempo, las importaciones encarecerían productos que adoran los británicos, como los coches alemanes o los quesos franceses, mientras que una libra esterlina devaluada respecto al euro dejaría sin vacaciones en España a muchos de los 14 millones que veranean allí anualmente. Tal es la preocupación que el dueño de Ryanair, la mayor compañía aérea low cost del mundo, anunció que ponía en venta boletos de 20 euros (400 pesos) desde cualquier destino europeo a Gran Bretaña para que los expatriados británicos se animen a votar por seguir dentro la UE.
Y a pesar de todo, la última encuesta, publicada el martes por el influyente y proeuropeo diario The Guardian, anuncia la victoria del Sí a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, por un 52 por ciento, frente al 48 que opta por la permanencia. ¿Qué está pasando?
Los partidarios de salirse de la UE, que padecen esta enfermedad desde los tiempos duros de la nacionalista Margaret Thatcher, no son capaces de entender que, si el Reino Unido sigue siendo una de las naciones más ricas e influyentes del planeta, y Londres compite con Nueva York, Hong Kong y Tokio por el cetro de capital financiera global, es gracias a que forma parte de uno de los dos mayores mercados de libre comercio del mundo. Renunciar a los privilegios de pertenecer a la Unión Europea, donde compite en igualdad de condiciones con otras potencias como Alemania o Francia, sería igual de suicida como si California se separase de Estados Unido, en la creencia de que, ellos solos, serían aún más prósperos. Si Escocia o Quebec votaron contra la independencia es porque los votantes entendieron a tiempo que les iba a ir mucho peor.
“Quiero un Reino Unido fuerte como socio y para seguir siendo fuerte debe permanecer en el seno de la UE”, declaró el presidente Barack Obama, que el mes pasado viajo a Londres para mostrar en persona la preocupación que le genera el referéndum. Ayer mismo, la OCDE advertía del choque que supondría para la economía mundial, por lo que pidió lo que se ha convertido ya en un clamor mundial: que los británicos de un portazo con sus votos a una estupidez histórica.
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