
No debería de haber mexicano que no conociera el Diccionario del Náhuatl en el español de México de Carlos Montemayor (1947-2010), a través del cual el autor nos obliga a tener conciencia de que todos somos nahuas y tenemos raíces indígenas, expresó el académico Rodrigo Martínez Baracs, a propósito del homenaje póstumo que realizará la Academia Mexicana de la Lengua a Carlos Montemayor, el 24 de marzo a las 19:00 horas en la Galería Metropolitana de la UAM.
“Podríamos caracterizar a Carlos Montemayor como un hombre tremendamente multifacético que dio muchísimo a lo largo de su vida como poeta, novelista, traductor de gran cantidad de lenguas, así como cantante de ópera, ya que intentó vivir de la manera más profunda posible a través de la cultura”.
El autor de Guerra en el paraíso de 1991 demostró en esta obra la fuerza de sus novelas, no obstante, a Rodrigo Martínez Baracs le ha interesado particularmente el trabajo de defensa de las lenguas indígenas que Montemayor realizó en vida. “Realizó notables festivales de poesía americana en la sala Nezahualcóyotl, así como su libro el Diccionario del Náhuatl en el español de México, que no es otra cosa sino un gran esfuerzo por promover la literatura en lenguas originarias”.
“Este libro debería de estar en absolutamente todas las manos de los mexicanos para que lo estudiaran permanentemente y conociéramos las palabras que usamos cotidianamente y que tienen que ver con el náhuatl”.
Carlos Montemayor no se metió mucho a la filología como tal, añadió, este diccionario que hizo al final de su vida nos acerca a la actualidad de las lenguas indígenas mexicanas, “en cómo se hablan hoy en día”.
Este diccionario se lee con mucho gusto, añadió, por ejemplo, Carlos Montemayor define la palabra achichincle como: “persona que de ordinario acompaña a otra como ayudante formal o servil. Este término se aplicó antiguamente a los trabajadores que ayudaron a abstraer las aguas subterráneas de las minas” y su raíz nahua, explica, viene de atl —agua— y chichinqui —el que chupa—. Además, Montemayor nos remite a la voz de los refranes, dentro de los cuales encontramos: comenzar en achichincle y terminar en ahuizote.
“Si buscamos el término ahuizote en el Diccionario del Náhuatl en el español de México, dice: El que hostiga a alguien. Este nombre se aplicaba a un animal fantástico, un cuadrúpedo anfibio que ahogaba a los seres humanos para devorar sólo ciertas partes de los cuerpos. Nombre de un gobernante mexica al que se atribuía crueldad extrema, y cuyo nombre se hizo célebre en el siglo XIX por la crítica mordaz y oposicionista de los periódicos El Ahuizote y El Hijo del Ahuizote. Atl —agua—, huitzo —espinudo— de huitztli —púa—“.
Por ello, agregó, el refrán por el que nos interesó la palabra ahuizote se refiere a la compañía constante de una persona que de servidor o ayudante se convierte en alguien fastidioso o insoportable.
Como éstas, hay una extensa cantidad de palabras y si el lector busca por curiosidad ahuitarse, no la va a encontrar, sino que hallará el verbo ahuihuilarse , es decir, atontarse. “De huihui —tonto o torpe—. Y sigue uno leyendo y se encuentra uno al ajolote, “De atl —agua— y Xólotl —personaje mitológico que tenía el poder de asumir diversas formas para escapar de la muerte, la última forma que asumió fue precisamente la del ajolote— .
De este libro, José de Val me envió una primera edición a la que agregué una serie de críticas a Carlos Montemayor que se tomaron en cuenta para la segunda. “Hay nahuatlismos totalmente dudosos, como la palabra chingar, la cual viene de alguna lengua africana que nos llegó a través de los esclavos del siglo XVI, XVII Y XVIII”.
“Aunque no lo sepamos somos nahuas por la forma en la que hablamos”. Además de este libro, el también ganador de galardones como el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura en 2009, creó antologías de poesía mexicana en lengua indígena como “parte de su labor en defensa del patrimonio lingüístico y cultural”.
No sé qué tanta influencia tuvo en el antiguo Consejo Nacional para la Cultura y las Artes porque es cierto que se editaron varias series de libros en lenguas, que, aunque fueron hechos con ayuda del Estado, éste no necesariamente refleja una literatura viva, ya que sólo es escrita y no leída.
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