Opinión

Carta al coronavirus

Carta al coronavirus

Carta al coronavirus

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Maldito coronavirus:

Desde hace semanas has logrado poner el mundo patas arriba. Nunca habíamos visto algo así; no sólo los que apenas pasamos de los treinta, sino todos. Mis padres, que tienen más de sesenta, tampoco habían visto nunca algo así. Los medios te comparan con la gripe española de 1918 (aunque esa mató a millones) e incluso con la peste negra del siglo XIV.

Has sembrado el caos atacando a los más débiles, los adultos mayores. Nos obligas a no visitar a nuestros padres, madres, tíos, tías, abuelos, abuelas… Duele pensar que, aunque a los menores de 60 no nos hagas prácticamente ni cosquillas, e incluso puede que estés en nuestro cuerpo y ni siquiera tengamos síntomas, dar un abrazo a nuestros seres queridos pueda condenarlos a muerte. No en vano matas a una de cada cinco personas de más de 80 años contagiadas. ¡Qué crueldad!

Por tu culpa hay gente volviéndose loca, comprando decenas de rollos de papel higiénico olvidando que, en el peor de los casos, casi todos pueden limpiarse con un manguerazo de agua. Nos estás haciendo perder el raciocinio, y en el otro extremo, sigue habiendo mucha gente ninguneándote. Bueno, para ser justos, quizás más que culpa tuya es culpa de una creciente insensatez social.

Pero en medio del caos que estás provocando, también nos estás obligando a dar lo mejor de nosotros. Hay gente poniéndose creativa en plena cuarentena para alegrar la vida a sus vecinos, con música en vivo, con divertimentos vecinales que se juegan gritando de balcón a balcón. Incluso en Venecia muchos pececitos han regresado a nadar libremente en sus otrora abarrotados canales mientras los vecinos los observan desde sus ventanas.

Pero, lo que es más importante, nos estás haciendo voltear a prestar atención a la ciencia, que lleva tantos años batallando contra la ignorancia y el desdén que proliferan en gobiernos, sobre todo, populistas. Además, esta ciencia es la misma que trabaja durísimo para lograr una vacuna para liquidarte. Una vacuna que, si llega antes de verano, sería un récord de velocidad. Y no te creas que no va a ocurrir, porque el anterior récord lo logramos en 2003 para derrotar al SARS.

Y por si fuera poco, la contaminación del aire está bajando gracias a las cuarentenas. Ocurrió a inicios de febrero en China y esta semana supimos que Lima, la capital de Perú, respira esta semana el aire más limpio en tres años.

En España la gente sale cada noche a aplaudir a los trabajadores sanitarios que se desloman día con día para luchar en una verdadera guerra contra ti. Estás logrando lo que nada ni nadie había logrado: Que la gente aprecie de verdad la labor de la sanidad pública, que durante tantos años ha sido atacada insistentemente por los neoliberales que sólo piensan en privatizarlo todo. Incluso en Estados Unidos, el país con la sanidad más privatizada del mundo, el gobierno está financiando desde la investigación de la vacuna hasta kits de pruebas para detectarte y máscaras protectoras.

No sabemos cuánto tiempo tardaremos en liquidarte y superar esta crisis, pero sabemos que lo haremos. No importa a cuántos de nosotros te lleves por delante, porque en tiempos de flaqueza nos hacemos más fuertes. Como cuando el 19 de septiembre de 2017 millones de mexicanos se unieron para tejer una impresionante red de apoyo mutuo después del terremoto.

La cuestión es qué ocurrirá cuando todo esto pase. Puede que lo peor de esta pandemia que estás provocando no sean las muertes, sino que provoques una recesión económica mundial que ya se entreveía pero que puede ser ahora mucho peor.

Aunque, con un poco de suerte, también puede que saquemos cosas buenas de esto. Por ejemplo, podríamos entender todos que necesitamos asegurarnos de que tenemos suficientes médicos y enfermeros, y de que trabajen con buenas condiciones laborales y suficientes medicamentos y equipamiento.

Crear consciencia sobre las bondades de lo público, en definitiva. Los hospitales privados de Madrid, por ejemplo, no movieron un dedo frente a la crisis hasta que el gobierno tomó su control para ponerlos al servicio de todos, y no sólo de los ricos.

También es posible que gracias a tu amenaza aprendamos que nuestra rutina puede cambiar y no pasa nada; que, si todos estuvimos dispuestos a hacer sacrificios personales para derrotarte, quizás también podemos volver a unirnos para derrotar al cambio climático. ¿O no?, ¿de verdad no podremos volver a sacrificarnos para garantizar el futuro de nuestros hijos y nietos?

Con mis mayores deseos de poder olvidarme de ti cuanto antes.

Marcel Sanromà