Opinión

Castigos divinos

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Castigos divinos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En las pasadas fechas de Semana Santa volví a ver en televisión “Los Diez Mandamientos”, la mítica película de Cecil B. de Mille interpretada por Charlton Heston. A mi juicio resiste bastante bien la usura del tiempo, a pesar de que las seis décadas que han transcurrido desde que se estrenó son efectivamente seis siglos a causa del avance espectacular de los efectos especiales, la aparición de internet y todas las demás revoluciones tecnológicas que nos han sorprendido. Pero lo que me interesa contarles no son mis opiniones cinematográficas sino la impresión que me produjeron, representadas con realismo sanguinario, las plagas de Egipto. Un Dios feroz que castiga a los egipcios por serlo y obedecer al Faraón con temporales, pestes, ángeles vengativos y otras lindezas. Hoy que no es ya la religión la que funda la moral sino la ética la que hace aceptables o detestables a las religiones, creer en una divinidad capaz de imponer sus mandatos por medio de matanzas es una dolencia espiritual que sólo padecen los miembros del ISIS y pocos más.

Sin embargo, hay ocasionales recaídas en esta mentalidad cruel. Cuando comenzó la epidemia del Sida, no faltaron indignos líderes piadosos para declarar que la enfermedad era un castigo impuesto a los libertinos y sodomitas del mundo. En España, las violaciones sufridas por algunas mujeres se han querido explicar invocando la forma de vestir descocada o las costumbres poco edificantes de las víctimas. En ambos casos, los que sostenían esta ideología punitiva y nada misericordiosa eran representantes de los grupos más reaccionarios del espectro (nunca mejor dicho) político. Pero he aquí que ahora vemos una actitud no muy distinta en gente que se considera de izquierdas y que lamentablemente bien pudiera serlo. Sostienen que los devastadores atentados ocurridos en Madrid, Londres, París o Bruselas, por no mencionar los de Estados Unidos, están motivados por el comportamiento agresivo y expoliador de Occidente en Oriente Medio, por su apoyo a Israel y por su falta de respeto ante los pueblos musulmanes. Vamos, que nos lo hemos buscado. Y que por tanto la amenaza del terrorismo islámico no puede combatirse como si de una guerra se tratase o reforzando las medidas policiales en Europa, sino cambiando nuestra mentalidad, modificando nuestra política, abjurando de nuestros arrogantes pecados y aceptando, más o menos, la revancha de quienes se han visto llamados a infligirnos esa tremenda penitencia por nuestras fechorías.

Por supuesto, esta semi-legitimación del terrorismo es de una imbecilidad moral ejemplar, por mucho que la política de las democracias occidentales acumule errores y abusos a mansalva. Tanto Al Qaeda como el ISIS han atentado y asesinado aún mas en los países musulmanes que en los cristianos. Y no son reformadores movidos por preocupaciones éticas, sino fanáticos ansiosos de imponer sus doctrinas por la fuerza y de conseguir poder por medio de la violencia intimidatoria. Puede que haya lecciones geoestratégicas que sacar de su despliegue criminal pero desde luego ninguna lección moral, por no decir religiosa, digna de tal nombre. Dándonos golpes de pecho no conseguiremos detenerles sino magullarnos la caja torácica…

Fernando Savater

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