
Una pareja ríe y se abraza. Atrás de ella se ve toda la Ciudad de México, los grandes edificios, la Avenida Reforma y el Ángel de la Independencia. Aunque el paisaje se aprecia bajo una ligera capa de contaminación, a nadie le importa.
El Castillo de Chapultepec es el escenario para el amor. Ahí va y viene un centenar de parejas sin importar que falten unos días para San Valentín.
Desde el mirador, uno de los más altos de la capital mexicana, las parejas miran la Ciudad y se miran. Parece un vaivén de contemplaciones.
Hoy es sábado por la tarde. El clima es tan cómodo que permite a la mayoría no cargar con suéter. El viento que sopla en esta esquina de la Ciudad es benevolente.
Logra refrescar ante los rayos del sol. Es una lucha justa entre frío y calor.
A lo lejos una pareja mira la ciudad y observa cómo las personas caminan sobre Reforma. “Parecen muñecos”, le dice la chica a su enamorado. La percepción de la vida cambia desde las alturas.
Este día los capitalinos y visitantes no andan de prisa. Se toman el tiempo para ver las salas del Castillo y escuchar historias. Aquí parece que el reloj no incomoda.
Da lo mismo si se es mexicano o no. La vista encanta a todos; es como un imán.
Un par de extranjeros busca la mejor toma de sus vacaciones. Hombre y mujer sonríen ante una cámara y guardan la fotografía. En unos años recordarán que la Ciudad de México les regaló esa postal.
Llegar al Castillo de Chapultepec requiere de voluntad. Hay que caminar una rampa de un kilómetro e intentar llegar sin jadeos. Los más valientes suben el camino a paso rápido o corriendo, pero son pocos.
Ya arriba parece que el esfuerzo valió la pena. A esta hora el sol es tenue en los rostros y les da una belleza peculiar.
“¿Quiénes vivieron aquí?”, le suelta un niño a su papá, quien lo toma de la mano para dar pasos de manera paciente.
El papá, un hombre de unos 42 años, da una respuesta que parece dejar satisfecho al pequeño: “Los emperadores Maximiliano y Carlota. Vivieron hace mucho tiempo aquí”. La sobria explicación es suficiente.
Faltan diez días para celebrar el amor, pero algunos tomaron la iniciativa desde antes. Otra pareja va por el piso de mosaicos que se asemeja a un tablero de ajedrez. Después, suben unas elegantes escaleras hasta llegar a un balcón de piedra.
Ya arriba se toman una selfie. Ahí van Maximiliano y Carlota del siglo XXI.
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