Opinión

C.C.P. Alfonso Romo Garza. Futuro jefe de gabinete

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Finalmente la decisión sobre el aeropuerto se dio. La cancelación del proyecto de Texcoco, que para algunos era “la crónica de una muerte anunciada”, se confirmó y con ésta vinieron las críticas y los malos augurios sobre lo que le depara al país en el próximo sexenio si las grandes decisiones se toman con los mecanismos que se utilizaron en la consulta del NAIM. Se habla mucho hoy del mensaje que esta decisión mandó a los inversionistas, nacionales y extranjeros, pero se dice poco del otro mensaje, el que podría haberle enviado a los importantes grupos empresariales que tenían los contratos de las obras del aeropuerto de Texcoco.

Ni los mercados ni el tipo de cambio recibieron bien el anuncio hecho por el Presidente Electo, con el que se daba fin a una serie de especulaciones sobre si finalmente cumpliría o no una de sus promesas más emblemáticas de campaña, echar abajo la inversión de infraestructura más importante en el sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto y quizá su gran legado en materia de obra pública.El sector privado en pleno protestó e incluso algunos pidieron a Andrés Manuel López Obrador recapacitar al respecto, lo cual parece improbable, señalando el daño que podría hacerse a la reputación de nuestro país con respecto a los grandes proyectos multianuales y particularmente los transexenales.

Las calificadoras como Fitch y HR cambiaron sus perspectivas del país a negativa como resultado de la decisión del aeropuerto, situación que una vez más sirvió a algunos analistas y conductores de medios para tratar de confundir a la opinión pública, diciendo que México había sido degradado en su calificación, lo cual no sucedió, pero sin duda se advirtió que las expectativas no son halagüeñas, al menos no para estas instituciones. No debemos pasar por alto que las calificadoras aún no han logrado rescatar su propia credibilidad después del papel que jugaron en la crisis financiera mundial de 2008. ¿Quién califica a las calificadoras, nos preguntamos después de la caída de grandes bancos de inversión y comerciales, así como nos lo podríamos preguntar todavía ahora?

Sin embargo de lo que no se ha hablado es de otro mensaje probablemente inmerso en la decisión de frenar en seco el aeropuerto de Texcoco, y éste sería directo para los contratistas involucrados con el proyecto. Se trata de varios de los grupos más poderosos del país, quienes han sido criticados no sólo por la alta concentración de riqueza que estas mantienen, sino también por la diversificación en tantos sectores económicos, lo que hace que estén presentes en prácticamente cualquier gran licitación gubernamental. Para algunos, estas empresas y sus propietarios son esos poderes fácticos que han controlado al país y a gobiernos federales y estatales ya por varios sexenios. Si ellos fueran los destinatarios, sería una manera de fijar las condiciones bajo las que se trabajará con el nuevo gobierno federal, incluido el propio Poder Legislativo en respaldo al Ejecutivo, que podría no tener siempre la puertas abiertas para los que consideran los de siempre.

La cuarta transformación, a la que tanto han aludido López
Obrador
, quizá tenga como primer paso, un nuevo esquema en la relación del poder gubernamental y el poder del empresariado, siendo ése el verdadero mensaje de la controvertida decisión de la cancelación del NAIM.