En nuestro país todavía no se logra que las mujeres sean valoradas por sí mismas, por lo que saben, ni por lo que realizan. La primera evaluación la hacen por su físico, por su arreglo personal o por su timbre de voz. De las que se dicen que están “felizmente casadas”, la valoración se hace en relación al esposo.
Margaret Thatcher, Primera Ministra del Reino Unido por once años; cuando ya llevaba tres en el cargo, y se le llamaba la “Dama de Hierro del Mundo Occidental” y después se le llamó la “Guerrera de la Guerra Fría”; en una rueda de prensa, ante los medios de comunicación que acostumbraban referirse a ella, primero sobre su aspecto personal, se presentó con estas palabras: “Estoy aquí frente a ustedes con mi vestido de chifón rojo, mi rostro suavemente maquillado y mi cabello peinado gentilmente” y a continuación les preguntó: “¿Es así como quieren interpretar mi defensa de los valores fundamentales de la libertad para nuestro estilo de vida?”. “La Thatcher” tuvo que luchar contra la tradición de ser tratada con la frivolidad de los medios. ¿No nos recuerda esto algo de lo que pasa en México?
“La Thatcher” era una joven desconocida que trabajaba como investigadora química; su solicitud de empleo había sido rechazada por otra Compañía. Su inquietud era entrar a la política. Se casó con un alto ejecutivo de la industria petrolera quien la introdujo en el mundo político. Empezó a estudiar derecho tributario, ingresó en 1959 al Partido Conservador,la aceptaron por ella misma, no por influencia de su esposo. Compitió y ganó un escaño en la Cámara de los Comunes y dos años más tarde fue nombrada Secretaria de Estado para asuntos sociales y luego ministra de Educación y Ciencias. Con sus avanzadas ideas llegó a la Dirección del Partido Conservador y elaboró un riguroso programa para sacar de la crisis a su país. Logró la participación del Reino Unido en la Comunidad Europea. Intervino enérgicamente en el conflicto de las Malvinas. Fue reelecta en tres períodos consecutivos y ha sido considerada como la líder más enérgica del ala derecha del Partido Conservador. Su esposo siguió su propia carrera y a nadie se le ocurría decir que sus aciertos o errores se los debía a él.
En México todavía estamos muy retrasados en esta materia, el ejemplo lo está teniendo Margarita Zavala a quien no dejan de cargarle errores del gobierno de su esposo. No le reconocen su propia valía; la critican porque no se le opuso públicamente a la aplicación de políticas públicas que a juicio de los juzgadores, fueron inadecuadas. (No sabemos si en privado compartían las decisiones de gobierno, pero en público no era su papel opinar). No se le reconoce su militancia partidista ni el conocimiento de la realidad del país que tuvo en ese sexenio, y que eso le haya impulsado a trabajar por mejorarla. Se le considera como un ente pasivo que ahora responde al deseo del expresidente por reelegirse a través de ella. Esto es un agravio para ella y agravia también a las demás.
Las mujeres mexicanas ya han avanzado en la transformación del papel que deben desempeñar en la familia y en el país. Las mujeres ya se preparan; son mayoría en las universidades. Quieren servir para transformar a México, quieren ayudar a que las mujeres que viven en pobreza, ejerzan su poder de decisión. No es ya su propósito ser instrumento de los varones, desean luchar como iguales; decidir libremente la formación de su familia, ejercer la profesión elegida y trabajar por su país, como gobernantes eficientes y honestas.
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