El gran acceso actual a la información a través del internet, es la coyuntura propicia para la re-epistemologización del arte y para considerarlo nuevamente un proceso de conocimiento estético y formal conectado a su entorno social, cultural y político, esto es, ricamente discursivo, que permite a su vez la reescritura y ampliación de la historiografía del arte más allá del primer mundo, salvando al fenómeno estético del reduccionismo de ser una mera imagen como propone Georges Didi-Huberman.

Por ejemplo, gracias al mercado del arte y el internet ya no se puede reducir la expansión conceptual y espacial de la pintura al francés Yves Klein (1928-62), confirmando así la existencia histórica de un gran movimiento de arte inconexo que incluye otros pioneros excluidos del canon impuesto por el hombre blanco del primer mundo: Siqueiros (1896-1974, México), Jorge Eduardo Eielson (Perú, 1924-2006); artistas del Gutai japonés como Saburo Murakami (1925-1996) o Kazuo Shiraga (1924-2008); mujeres como Lynda Benglis (1941 EU), Dorothea Rockburne (1932, Canadá) o Marcia Hafif (1929-2018, EU), o artistas afroamericanos como Sam Gilliam (1933 EU) o Joe Overstreet (1933, EU).

Este listado revela la dimensión política de los procesos estéticos y formales del arte; ¿los artistas que realizan “hallazgos” por intuición son improbables en la Era de la Información? En el arte del siglo XXI, tan dependiente de las aportaciones del siglo XX, ¿quién no se informa, no puede aportar?, ¿el mercado del arte del primer mundo va a aprovechar su dominio para visibilizar artistas postperiféricos y regresarlos a sus países y culturas cotizados y legitimados?, como ya ha sucedido con Hélio Oiticica, Lygia Clark o Lygia Pape. ¿El acceso a la información obliga a una meritocracia?, ¿sólo quien claramente innove será considerado?, ¿se viene una necesaria tabula rasa de artistas burócratas que viven de becas o tienen grandes carreras, producción, currículums y cotización pero que no aportan conocimiento estético?

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