
Historia secreta del cuento mexicano (UANL, 2018) es el más reciente libro de la escritora Liliana Pedroza (Chihuahua, 1976), quien realiza un estudio histórico para recoger, enlistar y estudiar sobre las mujeres que han escrito libros en el género de cuento a lo largo del último siglo en México. Pedroza, quien también es autora de Andamos huyendo, Elena, reflexiona sobre quiénes eran y son estas autoras, cuántos libros de cuentos publicaron, en dónde y en qué condiciones. Al respecto charlamos con ella:
— Tu libro es un estudio, pero también es una historia diferente de la literatura mexicana, ¿qué es para ti?
— Es un libro extraño, me doy cuenta que ha sido publicado más como una manera de divulgación de la literatura, pero la gente que lo abre ve un listado de nombres y títulos, pero este libro es un catálogo historiográfico, es una relación de materiales y documentos organizados bajo el argumento de que todas las autoras mencionadas son mujeres, todas son mexicanas, y han publicado al menos un libro de cuentos. La historiografía tiene que ver con la información que recojo de cada uno de esos libros. Éste no es el primer catálogo de cuento mexicano, hay otros más, uno de Luis Leal, otro de Emmanuel Carballo. Pero el mío es el primer catálogo del cuento mexicano que pone el acento en las mujeres, cuáles han sido sus publicaciones. Yo intenté hacer una historiografía que va en paralelo a lo que se nos ha contado que ha sido la literatura mexicana.
— Parecen evidentes las razones, pero ¿por qué estaba oculta esta historia del cuento mexicano?, ¿por qué sus obras no estaban visibles?
— Como hemos narrado la historia de las sociedades, así también hemos ignorado sistemáticamente todas las actividades que tienen que ver con el ámbito público de las mujeres. Las temáticas de las mujeres no han sido los temas universales de la literatura, porque escribir sobre el parto, la menstruación, sobre el ámbito doméstico, estos temas no han sido los temas literarios, por eso estas autoras no habían venido a cuento sobre cómo hemos leído la literatura a lo largo de los siglos. Si tú ves que Luis Leal que habla sobre si los escritores mexicanos estaban hablando sobre Europa o sobre México, esa discusión no tiene nada que ver sobre si en ese tiempo las mujeres escribían sobre la maternidad o el derecho al voto o del derecho al aborto. Yo misma como lectora me di cuenta que tenía que descolonizarme de esta ideología, de qué leemos y cómo leemos. Y como no lees es cómo la historia o la crítica literario nos dicen cómo leer. Y tiene que ver con los prejuicios que hemos normalizado, prejuicios creados por hombres, blancos, heterosexuales. Y lo que no es la norma somos las mujeres, los homosexuales y los indígenas.
— ¿Cuál era la dificultad que tenían muchas de las mujeres que catalogas para poder escribir en su época?
— Algunas escritoras que yo encontré se dedican a otros géneros también, ellas entraron al cuento, pero después ya no lo cultivaron. A principios del siglo XX, por ejemplo, las mujeres entran con seudónimos masculinos donde su nombre es una inicial para que no se den cuenta que son mujeres, para que no se dieran cuenta sus maridos o sus padres, y lo hacían para separar su vida privada de la pública, porque las mujeres en esa época si bien estábamos en los años 1900 y el 90% de la población era analfabeta, esas mujeres de comienzos del siglo XX eran excepcionales, porque sabían leer y escribir, además escribían cuentos y los publicaban, un esfuerzo que nosotros no veíamos.
— Un tema dentro del libro es el periodo de la Revolución Mexicana, ¿cómo repercute este hecho histórico en las autoras mexicanas?
— Cuanto estudiamos la literatura de la Revolución todos son hombres, excepto Nellie Campobello, a quien la reconocemos por el escándalo de su muerte y de su secuestro, pero tenemos por ejemplo que Carmen Báez, Enriqueta de Parodi o Lourdes Garza Quezada o Raquel Banda Farfán, quienes tratan temas de la Revolución, quienes no han sido miradas, porque ellas lo que tienen es que hablan de las mujeres de la Revolución, pero no como Adelitas, sino como mujeres que montan a caballo y que también se enfrentan a la lucha encarnizada, que piensan en estrategias militares. Por eso es interesante abordar esa literatura que habla de asuntos ignorados o vedados para nosotros los lectores del futuro de las autores y autoras de las décadas de 1940 o 1950.
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