Opinión

Cuando se encienden los ánimos, mejor mantenerse lo más callado posible

Cuando se encienden los ánimos, mejor mantenerse lo más callado posible

Cuando se encienden los ánimos, mejor mantenerse lo más callado posible

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En estos días en México el ambiente preelectoral se encuentra al rojo vivo. Nadie puede discutir sobre los comicios del 6 de junio sin exaltarse. La famosa polarización, propiciada desde el púlpito presidencial, se ha grabado como glifo en el comportamiento de los seguidores de la hiperpresidencia, como llamó el diario de centro izquierda francés Le Monde al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Ya había sido criticado nuestro presidente por The Economist, publicación inglesa, que lo tacha de “mesías falso”, aludiendo a un gran ensayo de hace varios años escrito por Enrique Krauze. También los alemanes acaban de abordar el mesianismo y el comportamiento autocrático de nuestro presidente. Lamento no decirles más, porque no sé alemán, pero aprenderé, lo juro. Siempre he querido. El caso es que la Cuatroté ha logrado resonancia internacional a pesar de sí misma.

Las publicaciones extranjeras, los artículos de conocidos politólogos, historiadores e intelectuales mexicanos ponen en su justo medio las aspiraciones del presidente mexicano. Los demás debemos mantener un bajo perfil, so pena del manotazo, el chanclazo de los seguidores de AMLO. Por burlarme en Twitter (perdón, pero no lo pude evitar) de Mario Delgado, que llamó chayoteros del pasado (o algo así) a los abajo firmantes de un manifiesto a favor de votar por la coalición Va por México, para impedir la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y airear las curules con personajes de la oposición, los bots me dijeron ardida, por lo menos dos de ellos, y que recurriera a la Vitacilina.

Es triste que no tengan imaginación para insultar con más elegancia e ingenio. Lo de la Vitalicina ya se volvió viejo. Estoy segura que Carlos Monsiváis, gran ausente, se habría achicopalado con tan poca industria cerebral y hubiera arremetido con frases geniales que, desde luego, a mí no se me ocurren tampoco. Ni qué decir de mi excuñado, siempre cuñado, Héctor Suárez. Y aquí aprovecho para recomendar el nuevo libro de mi sobrino, el actor Héctor Suárez Gomís, que tituló Gracias, papá, (Grijalvo, 2021), que va a caballo entre la biografía, la evocación y el haber reconstruido a un personaje esencial de la cultura mexicana contemporánea. Mi cuñado hubiera sabido contestar a los del insulto de la Vitalicina, con gracia e ingenio.

Hector Suárez, papá, no tuvo pelos en la lengua. Era contestatario y, no pocas veces, furibundo. No le gustaba el halo dictatorial que cubría a nuestro presidente. Trabajaba, antes de la que la muerte lo sorprendiera, en un personaje emplumado como Queztalcóatl, que surgía del Popocatépetl a poner en orden a los chilangos y sus gobernantes. Nunca comulgó con la Cuatroté, como no lo hizo tampoco con el PRI y el PAN. Ojalá lean Gracias, papá, texto lejano de misivas brutales de otros tiempos como la de no pocos escritores incomprendidos por sus padres. Los Héctores mantuvieron un diálogo constante, a veces duro y, la mayor parte del tiempo, amoroso. Se vale y se puede. Mi hijo Sebastián también fatigó una espléndida y cercana relación con su padre, el que curiosamente murió pocos meses después que su exconcuño.

Ustedes perdonen todos estos comentarios familiares, pero vienen a cuento, no sólo porque he disfrutado mucho del libro de mi sobrino, en medio de lecturas de historias sombrías y estupendas como Páradais de Fernanda Melchor (Random House, 2021) y El invencilble verano de Liliana de Cristina Rivera Garza (Random House, 2021). El primero habla de la violencia perpetuada por dos adolescentes de diferentes clases sociales y el último cuenta del feminicidio de la hermana de la autora.

¿Me he salido completamente del tema planteado al principio? No, todo lo que cuento incumbe a la hiperpresidencia: el supremo polarizador, sus críticos, su desprecio a la intelectualidad como llamar a Gabriel Said “sabiondo”, hacerse como que la virgen le habla cuando se imponen la muertes por feminicidios y vapulear a sus críticos (el personaje emplumado de Héctor Suárez no le habría hecho ninguna gracia).

Mi sobrino Héctor Suárez Gomís es un feroz e inteligente fustigador de la Cuatroté, desde su trinchera en las redes sociales. Y yo, que no soy nadie, una paria nada más como diría Hanna Arendt, criticona y obsesiva, tendría que callarme, dejar a The Economist, Le Monde y a todos los “detractores” hablar por mí.

Además, estamos en veda de propaganda electoral. Yo sé muy bien por cual coalición votaré. Se necesita una Cámara baja con opositores, plural, como debe de ser. ¿Me hago entender?