Opinión

De animales a dioses: el diseño inteligente

De animales a dioses: el diseño inteligente

De animales a dioses: el diseño inteligente

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hace 80 mil años, Homos sapiens era todavía un animal insignificante en algunos rincones de África. Con la revolución cognitiva acaecida entonces, durante los siguientes miles de años «se transformó en el mamífero amo de todo el planeta y en el terror del ecosistema» —continúa Yuval Noah Harari (De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, 2014). «Hoy día está a punto de convertirse en un dios, a punto de adquirir […] las capacidades divinas de la creación».

Con la ingeniería biológica intervenimos en la micro-evolución (cambio de frecuencias génicas) de plantas y animales domesticados, a una velocidad y potencial transformador mucho más allá que por el tradicional entrecruzamiento (selección artificial). Vacas manipuladas genéticamente que producen sustancias antibióticas; cerdos con genes de un gusano para producir ácidos grasos omega 3 (los saludables); mamuts renacidos inoculando su ADN fósil en óvulos de elefanta; cultivares más resistentes o que produzcan más aminoácidos esenciales… Y hasta ahora solamente utilizamos una fracción del potencial de la ingeniería genética.

El genio genético nos permite asimismo intervenir en la evolución humana. Conocemos el genoma humano. Curamos enfermedades genéticas, con lo que habilitamos a mutantes que se eliminarían por selección natural, a mantenerse en la población y a reproducirse. Pero también es posible intervenir en la genética humana inoculando genes de mayor resistencia física, mayor inteligencia, inmunidad a enfermedades, etcétera. Sin embargo, las posibilidades de la eugenesia y sus límites constituyen un importante problema ético a resolver —entre otras razones porque, como siempre, a mayor ingreso mayor posibilidad de acceso. Incluso hay investigadores que desean ¡recrear neandertales inoculando su ADN en óvulos sapiens!

Por otra parte, la evolución exosomática nos distingue de todas las demás especies: el desarrollo de toda esa utilería que nos acompaña desde que somos humanos. Extensiones instrumentales de nuestro organismo biológico que nos permitieron controlar el fuego, pintar cavernas, convertirnos en depredador clímax, vestirnos, navegar sin ser peces, desplazarnos más rápido que un caballo,volar sin ser aves, respirar bajo el agua, ver lo más pequeño o lo más lejano; y desarrollar mecanismos de reparación (medicina) cada vez más sofisticados. Desde la invención de la aguja para producir vestido hasta los satélites de telecomunicaciones, el industrioso Homo sapiens ha construido un mundo lleno de artefactos, extensiones de su cuerpo que le permiten realizar una infinidad de tareas que su solo organismo biológico no le permite.

Las actuales nanotecnologías, robótica y computación ofrecen horizontes todavía poco explorados para que Homo sapiens continúe su evolución exosomática. Hoy día, el uso de prótesis robóticas (piernas, brazos, manos, órganos) se hace común. El potencial de las nanotecnologías potenciará increíblemente esta capacidad de intervención. Se desarrolla la posibilidad de conectar directamente estos dispositivos con las conexiones nerviosas. Así, la ingeniería de ciborgs formará crecientemente parte del paisaje de la evolución exosomática de Homo sapiens.

De ser uno de tantos homínidos situados en las inmediaciones de la pirámide trófica, Homo sapiens se convirtió en un dios. Un ser con capacidades de realizar lo que sus ficciones dejaban solamente en manos de dioses: mover montañas, influir y modificar la dinámica de procesos claves de la Tierra, intervenir en su propia genética y orientar su evolución. Un ser con capacidades para diseñar nuevas especies y para diseñarse a sí mismo. ¿Hacia dónde? ¿En qué dirección? ¿Cuáles serán los límites éticos de la eugenesia? ¿Hasta cuándo se extenderá la longevidad humana? ¿Habrá límites en el uso de prótesis para los ciborgs? ¿Somos diseñadores realmente «inteligentes»?

Somos cada vez más poderosos, pero no sabemos bien qué hacer con tanto poder. Somos dioses, destruimos ecosistemas, extinguimos especies, conducimos nuestra evolución a ciegas y no damos explicaciones a nadie. Dominamos sobre la Tierra y todos sus habitantes, pero la hemos expoliado, degradado y destruido. Como bien señala Julia Carabias (La Jornada, 1º de abril): «si continuamos haciendo todo como hasta hoy, la naturaleza nos cobrará la factura».

*Coordinador Editorial del Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente

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