Opinión

De la solidaridad a la generosidad

De la solidaridad a la generosidad

De la solidaridad a la generosidad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Es inevitable referirse al virus que circula por todos los rincones del planeta. Las opiniones de todo tipo se multiplican casi a la velocidad que avanza la pandemia. Es lógico y no podría ser de otra manera dada la magnitud de esta crisis sanitaria que ha puesto en jaque el entramado político, económico y social del sistema internacional en su conjunto y ha cobrado, lamentablemente, miles de vidas.

Las crisis sacan a relucir lo mejor y lo peor de los seres humanos y la actual, vinculada a la pandemia de la COVID-19 no es la excepción. La incesante información ha subrayado esa dualidad. Ni duda cabe que la COVID-19 ha tomado mal parados a los países y sus liderazgos. Probablemente con excepciones, dichos liderazgos nacionales han minusvalorado el problema en su origen y luego han reaccionado tarde y con deficiente coordinación. En lo internacional, las organizaciones multilaterales de la salud se han esforzado por facilitar los parámetros de una respuesta global y coordinada a la crisis; las comunidades científicas de numerosos países trabajan conjuntamente para descubrir medicamentos y vacunas.

Sin exagerar es posible señalar que todos y cada uno de los aspectos de la vida de las personas y el funcionamiento de las sociedades en general han sido trastocados por esta crisis de verdaderos efectos globales. Tampoco está fuera de lugar afirmar que esta crisis afectará mayormente a los sectores más vulnerables de las sociedades y a los países más atrasados en la escala de desarrollo. Sin minimizar la tragedia que viven las sociedades en general, ya sean de los países desarrollados o de los menos desarrollados, el desbordamiento de los servicios de salud que puede apreciarse en países como Estados Unidos, Italia, Francia, Alemania, China o Reino Unido, por citar algunos de los ejemplos que se encuentran en la cúspide de los contagios mundiales, también permite suponer que los efectos de la COVID-19 pueden ser aún más devastadores en aquellos países donde el agua y el jabón son un bien escaso o de lujo.

En lo político, la situación se observa con pesar si se considera el nivel de polarización que la crisis sanitaria ha venido a subrayar en las distintas sociedades, vulnerando la solidaridad que requiere la atención un problema de esta envergadura. Noam Chomsky anota que ante la inmensa tragedia de la COVID-19, parecería cruel poner esta calamidad en perspectiva e incluso investigar sus orígenes, pero que como un imperativo realista para impedir la ocurrencia de nuevos desastres en el futuro, es necesario tener claro que “las raíces se encuentran en fallas colosales del mercado y otros rasgos malignos del orden socioeconómico actual, elevado de crisis a desastre, por el brutal capitalismo de la era neoliberal”. (“We Can’t Let COVID-19 Drive Us Into Authoritarianism”, Thruthout, 21marzo2020, (truthout.org/articles/we-cant-let-covid-19-drive-us-into-authoritarianism)

Por su parte, David Brooks dice que es “claro que lo que existe no es sustentable... Guste o no, como resultado de esta pandemia empezó un cambio, tal vez estructural. Qué tipo de cambio será depende, como siempre, de una lucha entre los que desean regresar a otra versión de más de lo mismo y los que argumentan que ya no se debe restablecer lo que antes se definía como normal, porque ese normal era justo el problema.” (“American Curious”, La Jornada, 6abril2020, www.jornada.com.mx).

En lo económico y lo social, vale la pena retomar lo expresado por el secretario general de la ONU, António Guterres: “las sociedades están en crisis y las economías están en pi­cada.” Sugiere que la recuperación de la crisis debe conducir a una economía diferente. “Todo lo que hagamos durante esta crisis y después de ella deberá centrarse en la cons­trucción de economías y sociedades más ­equitativas, inclusivas y sostenibles y que sean más resistentes a las pandemias, al cambio climático y a los muchos otros desafíos mundiales a los que nos enfrentamos.” Por ello, ha propuesto un plan de la ONU como una “respuesta en gran escala, coordinada y amplia, en correspondencia con la magnitud de la crisis, y guiarse a nivel nacional e internacional por la OMS”, en la que “los países se muestren solidarios con las comunidades y naciones más vulnerables”.

Para el secretario general de la ONU, el camino hacia adelante comienza con su llamamiento a un cese inmediato del fuego de los conflictos para centrar la atención en la lucha común contra la pandemia, con una hoja de ruta que privilegie la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. El secretario general sostiene que si se financia adecuadamente “el plan salvará muchas vidas y dotará a los organismos humanita­rios y a las ONG de suministros de laboratorio para hacer pruebas, y de equipo médico para tratar a los enfermos, protegiendo al mismo tiempo a los trabajadores de la salud”.

Tras los cierres inútiles de fronteras nacionales en el mundo que hemos atestiguado en los últimos meses, es obvio que la ­respuesta individual de cada país es insuficiente. Se requiere de una acción concertada, coordinada y global, al margen de egoísmos y polarización. El multilateralismo sigue siendo la respuesta; la fórmula: solidaridad en tiempos de crisis, generosidad en los buenos tiempos.

gpuenteo@hotmail.com