
México puede aumentar su productividad si supera la desconfianza que hay entre investigadores y empresarios, pues muchos científicos todavía piensan que vincularse con la industria es prostituir el conocimiento y numerosos industriales actúan con malinchismo al comprar tecnología fuera del país, aunque no les sirva. Así reflexiona el doctor en ciencias Alfredo Márquez Lucero, inventor de una nariz artificial que evalúa los niveles de azúcar en pacientes con diabetes, a través del aliento y sin tener que extraer sangre.
Graduado con honores de las carreras de Ingeniería Física e Ingeniería en Metalurgia, de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Azcapotzalco, y con una destacada carrera en diferentes universidades de Francia, Canadá y Luxemburgo, Márquez Lucero labora actualmente en Chihuahua, en el Centro de Investigación en Materiales Avanzados (Cimav), del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Además del diseño de la nariz artificial, este investigador, que regresó a México en los años 90, a través del Programa de repatriación de talentos, de Conacyt, también es creador de un sistema para detectar fugas de gas, gasolina y diesel que fue diseñado para aplicarse en los ductos de Petróleos Mexicanos.
En conversación con Crónica recuerda que el estudio le gustó desde niño porque su mamá era profesora de primaria y su papá profesor de matemáticas en la UNAM. El nacimiento de su vocación científica lo recuerda a los siete u ocho años, cuando su papá le regaló un libro llamado El átomo; en ese momento decidió que él quería ser científico.
El camino de su vida no ha estado exento de azar y hechos fortuitos, por ejemplo, solicitó beca de posgrado para estudiar en California, pero Conacyt lo becó para estudiar en Francia; años después buscó un posgrado en metalurgia y le dieron un lugar para estudiar polímeros, y cuando regresó a México iba a ser contratado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), pero hubo un contratiempo y conoció el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), donde le entusiasmó la idea de encabezar el Departamento de Polímeros. Esas vueltas del destino lo llevaron al camino acertado, según sus propias palabras.
“El paso previo a la idea de la nariz artificial fue otro sensor que hicimos para detectar fugas en ductos de Petróleos Mexicanos, el cuál nace después de la explosión de ductos en Guadalajara, en los años 90, que provocó muchas muertes. Ahí pensé yo que una de las características de los polímeros es absorber hidrocarburos y me puse a desarrollar sensores de fugas de gasolina y gas. Ese proyecto fue apoyado por Conacyt y está muy avanzado, pero se detuvo y ahora hay que volver a ofrecérselo a Pemex, a ver si ahora sí nos hacen caso.
“Entonces nosotros desarrollamos muchos, muchos sensores para gas, en particular para hidrocarburos, y un día un colega médico, Alfredo Nevárez, me dijo que las personas con diabetes generan un tipo de gas que es lo que a veces se califica como aliento de manzana. Comenzamos a colaborar y recibimos apoyo de Conacyt. Realmente yo no cambié mucho mi línea de investigación, yo seguí trabajando en sensores de gas, pero en lugar de aplicar ese conocimiento a la industria petroquímica lo hacemos para el cuerpo humano. Creo que la idea es buena porque yo mismo soy diabético y estarte pinchando para sacarte sangre y saber cómo andas de azúcar es una verdadera tortura. Eso va a librar a muchas personas de esa molestia”, dice el investigador del CIMAV.
La próxima semana, el prototipo de nariz artificial comenzará pruebas con pacientes del Hospital Ángeles para hacer curvas de calibración y después empezaría la transferencia de tecnología a empresarios para su comercialización.
“Así aprendí que de pronto llega a tu laboratorio un industrial y tienes que interactuar con él. En esos países el sector productivo está muy al pendiente de lo que hacen los centros de investigación, interactúan, apoyan y compran proyectos. Es un ambiente muy productivo. Esa visión traía yo cuando regresé a México y al principio tuve un pequeño choque cultural cuando encontré compañeros que decían que no querían nada que ver con la ciencia aplicada o con la industria porque era como prostitución del conocimiento. Eso era muy diferente del medio de donde yo venía donde era normal recibir apoyo y generar apoyo a las empresas”, indica el experto en materiales.
“También hay que decir que hay una debilidad en la iniciativa privada, que está muy acostumbrada en comprar tecnología extranjera. El industrial mexicano es muy malinchista y eso es nuestro talón de Aquiles más fuerte. Pero hay que dar un voto de confianza, vemos que el Conacyt ha estado haciendo inversión y también impulsar el nacimiento de nuevas empresas de base tecnológica mexicana, que tengan otra mentalidad”, concluyó Márquez Lucero.
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