
José Salvador Valerio Becerril y Kevin Irad Rodríguez Aguilar son dos jóvenes de 23 y 20 años, respectivamente, y hasta hace un par de meses no tenían nada en común, ni siquiera se conocían. Hoy, pasaron de ser dos extraños, a compartir algo en común: Kevin Irad, lleva un pedacito del papá de José Salvador y éste a su vez, lleva en su cuerpo algo del primo de Kevin: un riñón.
El Programa de Trasplantes del Hospital Juárez de México, dependiente de la Secretaría de Salud, encontró entre sus pacientes, la oportunidad de poder llevar a cabo el tercer trasplante cruzado de donador vivo de riñón, con lo cual estos dos jóvenes podrán continuar con sus vidas y hacer nuevos planes hacia el futuro.
Ambos pacientes del Hospital Juárez de México sufrían insuficiencia renal crónica, ante lo cual, era prioritario encontrar un órgano para reanudar la función renal que sus órganos ya no eran capaces de completar.
Entrevistados por Crónica, José Salvador cuenta que, a él, su papá Francisco Valerio Rojas le donaría el riñón; sin embargo, los resultados de los estudios arrojaron incompatibilidad. Después, su hermano se hizo las mismas pruebas, el resultado fue el mismo. Algo similar ocurrió con Kevin Irad, su primo Joel Yebra Aguilar estaba dispuesto a donarle el riñón que necesitaba, pero también resultaron incompatibles.
Este tipo de trasplantes, de donador vivo, cruzado, deben realizarse de manera simultánea, ya que al ser un acto de carácter absolutamente voluntario, si en el último momento uno de los donadores se niega a ceder su riñón, no hay nada que pueda obligarlo a cumplir.
Ambos jóvenes comparten por algunos días más el mismo cuarto, al que esta reportera ingresa con bata, gorra para el cabello y cubrebocas, a fin de evitarles cualquier complicación en su proceso de recuperación.
Kevin Irad cuenta que a los 16 años, le fue diagnosticada insuficiencia renal, y durante tres años estuvo haciéndose cuatro diálisis al día, tiempo en el que permaneció en lista de espera en el IMSS, “pero mi riñón, nunca llegó, fue entonces que una amiga de mi mamá me comentó de los trasplantes cruzados aquí en el Hospital Juárez de México, y pues nos venimos de Querétaro, y aquí estamos, ya con una nueva oportunidad de vida”. De hecho, agrega, “ahora me siento superbien, ya me quiero ir a mi casa, porque ya estoy aburrido de tanto encierro y sin hacer nada”, dice, mientras acomoda el cubrebocas, que sólo deja ver una línea de pecas que atraviesa su rostro de lado a lado.
Su prisa por regresar a Querétaro, es porque ya quiere retomar sus actividades normales, trabajar en el taller de hojalatería de su tío y prepararse para estudiar en la universidad Ingeniería Automotriz.
José Salvador, con voz baja y un poco de timidez, esboza una ligera sonrisa en sus labios, y deja ver sus dientes que contrastan con su piel morena. Fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica hace tres años, y desde entonces, al sentirse constantemente cansado y sofocado, fue sometido cada tercer día a hemodiálisis, sin que supiera qué fue lo que motivó ese padecimiento.
En el proceso de recuperación cuenta que cuando sea dado de alta y los doctores se lo indiquen, volverá a su taller de suspensiones; soltero de momento, ríe, también contempla la posibilidad de estudiar alguna carrera profesional.
Con mucha fe en un futuro promisorio para ambos, estos jóvenes prometen seguir en comunicación, llamarse, saber cómo van evolucionando. Amistad que surgió en un hospital al salvarse la vida uno al otro.
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