Opinión

Dystopian Look

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El tratado de Westfalia en 1648 y el surgimiento del Estado moderno, marcan los puntos de inflexión en la teoría de la globalización, pues apuntan al fenómeno que se desarrolló desde entonces y hasta nuestros días. Si bien dicha teoría cobra auge en el debate de las ideas en el último tercio del siglo XX, en la práctica se le identifica con un proceso irreversible, dicen los más ortodoxos, de convergencia económica internacional, de expansión del mercado y el modo de producción especializado en las últimas décadas de esa centuria, una vez que se colapsa el llamado mundo soviético y se llega a un supuesto fin de la historia. Más allá de ese debate que pregona la supremacía del mercado, es innegable que los procesos asociados a la globalización también serán evidentes a través de los avances de la ciencia y la tecnología, así como con la profundidad y el alcance de los medios de comunicación.

Es necesario mencionar, por ser obvio, que la profundización del capitalismo mundial a pesar de sus innovaciones ha seguido su ruta añeja de uso expansivo de los mercados, anclada al concepto eufemístico de la competitividad, que ha significado fundamentalmente aprovechar la mano de obra barata en ­diferentes partes del mundo para producir en mayores cantidades y más barato, de la mano de mayores flujos de dinero especulativo. Es cierto que ello ha generado prosperidad y riqueza, pero también miseria y marginación. Sosteníamos en colaboraciones anteriores, en la línea del profesor James Galbraith, que la excesiva financiarización de la economía y la enorme desigualdad son ­signos de nuestros tiempos y dos caras de la misma moneda.

A pesar de lo anterior, debe tenerse en cuenta que la globalización es un fenómeno en el que conviven fuerzas contradictorias de cooperación y conflicto, de convergencia y divergencia, en una suerte de rejuego de tendencias en ambos sentidos que tiran en distintas direcciones y que de su preeminencia en uno u otro momento, dependen las características o rasgos principales de ciertas coyunturas y periodos históricos, siempre subrayando el carácter de interdependencia entre­ ­individuos y sociedades. Por lo demás, es mucho menos claro que la compenetración de las economías particulares como parte de un todo y la interrelación que ello supone, permita o propicie una auténtica convergencia política, social y cultural. Pareciera que los Estados nacionales se han quedado chicos frente a la globalización y ésta a su vez, demasiado grande como para ser gobernada. Sin embargo, un fenómeno poco explicado desde la teoría social y entendido en la práctica política es que la globalización produce también la reafirmación de los particularismos.

Tomemos dos ejemplos, dentro de los muchos posibles para esquematizar estos contrasentidos: los fenómenos del cambio climático y las epidemias. Por diferentes razones, ponen en absoluta evidencia la interdependencia que existe entre los diferentes ecosistemas, en el ­primer caso, y de la interconexión de las sociedades, en el segundo. Ambos con efectos negativos, subrayan que algo que ocurre en un extremo del orbe tiene consecuencias iguales o mayores en el otro extremo, y si bien lo sensato sería avanzar coordinada y solidariamente en la definición de medidas y acciones colectivas para su contención y erradicación, las ­respuestas internacionales y nacionales a esas problemáticas son de ­descoordinación e inconsistencia, por no decir de egoísmo e insuficiencia.

No parece gratuito que uno de los rasgos más contemporáneos de las protestas mundiales, globales para insistir en el concepto, sea el uso de cubrebocas, los cuales están cumpliendo un doble propósito: de seguridad sanitaria en situaciones como la propagación del Covid-19; y político, como una muestra de rechazo a la autoridad como en el caso de Hong Kong. Este fenómeno cultural ha sido conceptualizado como dystopian look, al no ser solamente una moda sino también un acto cultural que refleja los tiempos actuales, en los que prevalece un cierto sentimiento de catástrofe. (‘This dystopian look’: Face masks enter mainstream amid coronavirus worries”, Euronews, 3marzo2020, euronews.com)

De manera que la globalización encierra todos estos fenómenos políticos, económicos, sociales y culturales a favor y en contra de la misma. Si acaso sugerir un objetivo fundamental de convergencia como el que propuso Beethoven en una de sus últimas sinfonías magistrales. Utopía y distopía podrían agregarse en el catálogo de contradicciones que supone la globalización.

gpuenteo@hotmail.com