Cultura

"El aforismo es contundente y nos conduce a nuestro centro en una lenta, pausada reflexión”

Jeannette L. Clariond presenta su reciente libro Amonites, “una búsqueda de respuestas que no voy a encontrar” y a las cuales podré sólo aproximarme

"El aforismo es contundente y nos conduce a nuestro centro en una lenta, pausada reflexión”

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Jeannette L. Clariond es una poeta y traductora quien recientemente acaba de publicar su libro aforismos titulado Amonites (Cuadrivio, 2021). Sobre Jeannette también hay que decir que es autora de libros como Leve sangre, Todo antes de la noche, Ante un cuerpo desnudo que obtuvo el Premio Iberoaméricano de Poesía San Juan de la Cruz y Las lágrimas de las cosas, por el cual recibió el Premio Enriqueta Ochoa de Poesía este año. Sobre su más reciente libro charlamos con la también creadora del Certamen de Poesía en Braille.

Amonites es un libro de aforismos. Se dice que el aforismo es la versión más breve del ensayo, ¿qué piensas al respecto?

En efecto, el aforismo se relaciona con el ensayo, pero un amonites no ha sido diseñado, pensado o escrito a manera de latigazos, confrontaciones o sentencias doctrinales. En todo caso busco repensar mi visión del mundo y decirlo en un trazo por medio de una imagen. Cioran y Nietzsche buscaron escribir sobre temas relacionados con la razón, la angustia, la ciencia, la superchería, la manipulación de la religión. Cioran, por su parte, se reconoció contradictorio ante aspectos varios. Utilizó la forma aforística para pensar y repensar ideas propias de su tiempo. Los dos buscan ser demoledores. Cuando hablo de ideas me refiero concretamente a los mundos filosófico y teológico. Un amonites no intenta ser un aforismo stricto senso. Me gustaría que se leyeran como una relectura de mi mundo personal: el vacío, la falta, el vacío, el deseo.

El aforismo tiene una larga tradición no solo en occidente sino en oriente. ¿Cuáles han sido los aforistas que más te gustan y que han inspirado?

Más que aforistas he leído profetas de la Biblia, que son los primeros poetas que nos muestran formas de pensar los temas que atañen a lo humano. Cito a Job: “Si hablo mi dolor no cesa; si callo, no se aparta de mí”. A partir de esta reflexión, digo que poetas mal llamados eróticos, como Gonzalo Rojas, parten del dolor en su creación: “He visto llorar esa piedra, la he visto llorar”. Estos versos rojianos nos llevan a Virgilio, no sólo por las lágrimas de las cosas que tanto ocupó a Borges, sino porque los latino nos dejan siempre en la ambigüedad: “Amo y odio a la vez, no sé por qué, pero lo siento y mi atormento”. Gonzalo Rojas es de los grandes exponentes del dolor, un dolor sublimado. Rojas fue asiduo lector de Catulo, “en el latín clásico, no el que hablan los curas de ahora”, solía ufanarse. La visión poética de las emociones que nos marcan desde nuestro nacimiento son las que me preocupan y me ocupan en este libro. Cioran partía del hecho de que la naturaleza humana está maldita. También pensó que el hombre no puede escapar a su destino. Me parece que es un provocador, lo cual no tendría nada de malo, cada lector tiene la obligación de elegir sus lecturas.

Al mismo tiempo, al leer cada uno de los aforismos de tu libro no dejan de sonar como si fueran versos liberados, ¿cómo se aproximan estos aforismos con la poesía que también escribes?

Es probable, pues nacen de mi propia poesía, nombran las constantes de las que me he ocupado a lo largo de mi obra. Ahora, las he pensado con mayor detenimiento, no para agregar frases o palabras. Yo insisto en que son amonites, no latigazos ni sentencias. Es una búsqueda de respuestas que no voy a encontrar y a las cuales podré sólo aproximarme conforme realizo el descenso en espiral. El aforismo es contundente, el amonites es poético. No pretende ser doctrinal, no busca la máxima, ni la moral. Es descenso hacia aquello que nos conduce a nuestro centro en una lenta, pausada reflexión.

Entiendo que los amonites son fósiles petrificados que se hallan en el desierto, ¿por qué escoges esta imagen del amonites y del desierto?

Siempre he sentido especial predilección por las piedras. A los amonites les llaman “piedra bola” y se encuentran en las laderas del Río Conchos en Chihuahua, lugar en donde nací. Hace treinta años las podías comprar en el aeropuerto de Chihuahua, hoy día se dice que pertenecen al patrimonio nacional: un absurdo. Es una piedra que no cesa de rodar en el vacío. Sin embargo, en mi mesa de trabajo tengo amonites, trilobites y otros artrópodos extintos que vienen del periodo cretácico o del jurásico. El pasado nunca muere y las piedras, formas petrificadas de la luz. Las piedras son la metáfora de nuestras ruinas, emiten un resplandor más denso que el espejo. De niña recogía piritas en los terrenos baldíos. Las guardo en un pequeño cofre. Es extraño cómo necesitamos de signos para descifrar el lenguaje. La piedra habla; no hemos sabido leerla. De allí, su necesaria y prolongada permanencia.

Eres editora de una de las editoriales más bellas y más potentes de poesía en Iberoamérica, Vaso Roto, desde ese punto de vista ¿crees que ha cambiado la labor del editor de poesía en los últimos años?

La labor del editor se asemeja a la labor del poeta, sobre todo en las pequeñas casas editoriales como es Vaso Roto. Toda pérdida una luz hilvana, luz que va haciéndose cada vez más luz. No se crea una casa editorial para obtener ganancias; se hace bajo la ficción suprema de entregar a los buenos lectores modos distintos de entender la realidad, a pesar de que la realidad no exista. Tus ojos, eso es lo real. Lo demás, arde y no sabe. El mundo se piensa por el arte, ergo, sin arte… me llama la atención que no se haya aprovechado la pandemia para entregar poemas a los que aguardan en fila, un poema impreso en una hoja. ¿Por qué hasta en la enfermedad y en el dolor se desvía lo que tendría que llevarnos a una reflexión sobre el dolor? Me extraña sobremanera, me indigna la creación de espectáculos de danza y disfraces de delfines sin procurar una pizca de verdad, por pequeña que sea, por subjetiva que sea, para aliviar la angustia. ¿Tú conoces algo más alto que la poesía para mitigar la perplejidad de existir?

Algunos apuntes extra:

Un aforismo no encierra una verdad completa. Nietzsche, Hipócrates, Borges, Machado, Flaubert…, vivían sumidos en tribulaciones. Flaubert, por ejemplo, escribió: “El futuro nos tortura, el pasado nos encadena”. Yo escribo, sin embargo, en un amonites: “Breve es la flor; eternidad, la abeja”. Intento en un trazo, a partir de una imagen, decir lo que me aflige muy probablemente desde mi nacimiento: “A la madre, no acabas nunca de nombrarla”.

Cuando desciendes en espiral a donde el tiempo, vas re-pensando una misma idea. Digamos el suicido: no lo voy a hablar desde Camus. Yo diré: Desde el puente, reconocerse turbulencia. Esa es mi intención.

Cuando pienso en Safo: Luego de mi muerte nada quedará. Pienso en la preocupación innecesaria y digo: Vamos en pos de un mismo fruto cuya raíz no ha sido aún plantada.