Opinión

El agua potable en la Ciudad de México y el consumo de agua embotellada

El agua potable en la Ciudad de México y el consumo de agua embotellada

El agua potable en la Ciudad de México y el consumo de agua embotellada

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Delia Montero Contreras*

En las últimas décadas las instituciones vinculadas con la distribución de agua en la Ciudad de México han puesto más atención al abasto del recurso en los hogares y su cuidado, y menos o casi nada en relación con su calidad, es decir, su potabilidad y posibilidad de consumirla, lo que ha reafirmado la creencia de que la que obtenemos de la llave no es apta para su consumo.

El agua que llega a los hogares por normatividad debe ser potable, debe cumplir con los requerimientos para el consumo humano establecidos por la Secretaría de Salud, sin embargo, la mayoría de la población lo ignora. Mientras que los organismos operadores del agua —que son los más cercanos a los usuarios de la toma— poco o nada se han preocupado de proporcionar información a la ciudadanía sobre la calidad del agua que distribuyen en los hogares, las empresas transnacionales que embotellan agua nos proporcionan información sobre la pureza y propiedades del agua que venden.

Este vacío institucional respecto de la calidad del agua —que consideramos es un problema estructural en todo el sector hidráulico en México—, ha provocado que la población vaya tomando sus decisiones sobre el consumo de agua para beber diariamente a partir de la información que tiene en su entorno, que no necesariamente resulta ser la mejor, ya que proviene principalmente de su familia o sus amigos, que tampoco están bien informados.

De acuerdo con encuestas que hemos levantado, en la Ciudad de México  la población tiene buena percepción del agua potable que es suministrada en sus hogares (a excepción de Iztapalapa, donde realmente el agua es de muy mala calidad), pero no la beben por desconfianza —los datos relacionados con el consumo de agua embotellada en la Ciudad de México fueron obtenidos de la encuesta que se aplicó en la ­CDMX en el 2011, Montero, Et Alt, (2011)—.

Las autoridades responsables de distribuir el agua potable no se han preocupado por difundir los parámetros mínimos y rangos aceptables que deben considerarse en el agua para beber, como serían: PH, conductividad, turbidez, bacterias y temperatura, que son las variables básicas para que pueda ser consumida. Es posible que sea simplemente una ingenua omisión de los organismos operadores relacionados con la falta de costumbre de difundir cotidianamente los datos, ya que las mediciones se hacen regularmente en las plantas potabilizadoras.

Sin embargo, también es posible que sea deliberado no informar con el fin de favorecer a los grandes consorcios extranjeros bajo acuerdos poco transparentes, ya que el negocio del agua embotellada, que está en manos de cuatro empresas transnacionales desde hace tres décadas, ha resultado ser muy jugoso, millonario, si consideramos que somos el primer país a nivel mundial que consume agua embotellada. Ni siquiera en países con una larga tradición en consumo de agua embotellada como Francia o Italia, el consumo de agua embotellada es tan alto como en México.

El descuido en la difusión de información respecto a la calidad del agua potable en la Ciudad de México ha generado que los hogares gasten más de cuatro mil millones de pesos en agua embotellada al año, cifra que no considera el gasto que se hace en oficinas públicas y privadas, escuelas, hospitales, etc., por lo que la cifra es aún mayor. El consumo de agua embotellada se ha expandido en todo el país, hasta en las rancherías más alejadas y cercanas a un manantial se consume agua embotellada, lo que nos ha llevado a ser el país número uno a nivel mundial en consumo per cápita de agua embotellada, con un consumo en la Ciudad de México de 390 litros por persona al año. A todas luces es un negocio redondo para las empresas transnacionales, donde las instituciones nacionales responsables de distribuirla han contribuido para alcanzar este deshonroso primer lugar a nivel mundial que cuesta mucho a los mexicanos. Actualmente consumen agua embotellada en México familias de cualquier estrato social, nivel de escolaridad u ocupación, es decir, se trata de una demanda inelástica y en constante aumento.

Al analizar minuciosamente el tema desde diversas perspectivas, que se publicarán en el libro Instituciones y Actores. Un enfoque alternativo para entender el consumo de agua embotellada en México, editado por la UAM y Tirant Humanidades, que saldrá en próximas semanas, se ubica a los actores que han participado en el cambio de hábito del consumo de agua de la llave a la embotellada, cómo se ha consolidado este nuevo hábito hasta quedar incrustado en los mexicanos y algunas formas de revertirlo.

Cerca del 80 por ciento de los mexicanos toman agua embotellada —lo que implica un gasto millonario en los hogares diariamente—, pues consideran que es normal comprarla para beber y se han olvidado que el Estado debe proveer agua potable y apta para el consumo humano. Consideramos que en la Ciudad de México, a excepción de Iztapalapa, la calidad del agua que llega a los hogares no es mala y cumple con las normas —aunque sea mínimas— ya que existen plantas de potabilización y se toman regularmente mediciones sobre la calidad de ésta, pero no se informa suficientemente.

Otro problema que se presenta en los hogares es la falta de limpieza en tinacos y cisternas en los hogares, ya que éstos se deben de lavar dos veces al año, y al respecto no existen campañas publicitarias para mejorar la calidad del agua dentro del hogar.

El libro analiza cómo se dieron los cambios en las formas de consumo de agua a partir del terremoto de 1985 en la Ciudad de México, que fue el parteaguas en la forma de consumo de agua de los mexicanos; cómo se transitó del hábito de tomar el agua de la llave a otro que era hervirla, hasta llegar al consumo de agua embotellada, y cómo se ha ido reforzando el hábito de consumir agua embotellada hasta nuestros días.

También se revisa el surgimiento de los pequeños negocios que venden agua que conocemos como purificadoras, las cuales han aprovechado la falta de información y algunas veces también la falta de agua para expandirse en todo el país, principalmente en zonas marginadas.

Nuestra propuesta es hacia un cambio en las formas de consumo y en las creencias que se tienen respecto del agua potable, así como la exigencia de información de la calidad del agua que es un derecho universal y genera certeza. El exigir nuevas reglas de información a las instituciones propicia un proceso de diseño institucional basado no sólo en la transparencia, sino también en la participación de la ciudadanía.

*Profesora Investigadora adscrita al Departamento de Economía de la UAM Iztapalapa y jefa del área de Investigación de Economía Institucional, Estado y Gestión Social y miembro del SNI nivel II.