Opinión

El beso de la muerte de Avelina

Eduardo Egea, el hacker que se convirtió en un referente de la ciberseguridad en España
Eduardo Egea, el hacker que se convirtió en un referente de la ciberseguridad en España Eduardo Egea, el hacker que se convirtió en un referente de la ciberseguridad en España (La Crónica de Hoy)

Luna y Sol, Dualidad. Hasta octubre 28. Antiguo Colegio de San Ildefonso, Justo Sierra 16 Centro Histórico. www.sanildefonso.org.mx

Avelina Lésper cura una exposición con la Colección Milenio donde 17 pintoras recrean la Luna y 17 pintores al Sol, infantilización del artista que evoca reaccionarios estereotipos de género donde a los niños se les viste de azul y a las niñas de rosa.

¿Por qué escribir de una exposición tan mala? Porque representa la suma de clichés, ignorancia, anomalías, manipulación y malas intenciones que han desacreditado en México a gran parte de la pintura y a casi todo su coleccionismo: Cómo el arte soso y empalagoso, de insulsa decoración mercantil, a veces surrealistoide o de realismo “mágico”, a veces abstracto o matérico, como la mediocre pintura de Laura Reich, Virginia Chévez, Eddie Martínez, Carmen Parra, Luisa de Noriega, Marcela Herbert, Tatiana Montoya, Tanya Kohn o Maricela de la Toba. El hiperrealismo engañabobos, “sobado” y sobretrabajado, de efectismo fotográfico para coleccionistas villamelones de Ramsés de la Cruz, Jorge Luna, Cristina Samsa, Patricia Sánchez Saiffe, José Luis López Galván, Román Miranda o Diana Carolina López; o el realismo estándar —a veces muy mal dibujado o influenciado por un pintor mediocre como Arturo Rivera— sin base discursiva, ni pertinencia y destinado al olvido de Antonio Chaurand, Joaquín Flores, Darío Ortiz, Carlos Cortés, Enrique Monraz, Lorena Camarena, Diana Salazar, Paola Celada, Alfredo Nieto, Carlos Larracilla, Lizette Arditti.

Artistas creativamente menores y excluidos de la historia del arte mexicano con una carrera agonizante como Carolina Levy, Manuela Generali, Leonel Maciel, Enrique Cantú y Javier Arévalo o la despistada participación de Pedro Friedeberg o Philip Bragar (1925-2017), se tornan modelo de los peores criterios para coleccionar arte a través de la asesoría inepta de Avelina Lésper, quien cura exposiciones para “matar” artistas y dar el Beso de la Muerte a la carrera de casi todos los pintores que elige, desprestigio perpetuado materialmente en la colección del Grupo Milenio.

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