Opinión

El colmo del 2020: Una guerra a 4 mil metros de altura

El colmo del 2020: Una guerra a 4 mil metros de altura

El colmo del 2020: Una guerra a 4 mil metros de altura

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

No contentos con el estallido en este 2020 de la peor pandemia en un siglo, el pasado lunes por la tarde, China e India, las dos naciones más pobladas del planeta y las dos potencias nucleares, se enfrentaron a más de 4 mil metros de altura.

La situación fue más paleolítica que propia del siglo XXI. Soldados chinos e indios se liaron a pedradas en un rincón perdido del mundo, con el resultado de al menos veinte soldados indios muertos, muchos tras caerse por el precipicio.

Temiendo lo peor, los presidentes de China e India se dedicaron ayer a llamarse por teléfono para tranquilizarse mutuamente e invocar la paz. A fin de cuentas, habrá reflexionado el primer ministro indio, Nerendra Modi, China no es Pakistán; por su parte, el presidente chino Xi Jinping habrá pensado que India no es Taiwán o Hong Kong. ¿Quién querría ver a las dos superpotencias asiáticas declararse la guerra por un pedazo de tierra helada?

Entonces, ¿qué hacían soldados indios y chinos jugando a la guerra casi en la cima del mundo? ¿Qué ha cambiado para que por primera vez hayan muerto soldados de uno de los dos bandos tras 45 años de guerra fría?

Lo primero que hay que destacar es que la escaramuza bélica sucedió dentro del polvorín llamado Cachemira, una región de valles y montañas del Himalaya de mayoría musulmana, cuya integridad reclama la islámica Pakistán, que apenas controla un tercio del territorio. La mayor parte está en manos de India -por un reparto caótico durante la descolonización británica- que, a su vez, reclama a China un pequeño enclave oriental de Cachemira llamado Aksai Chin, que el régimen de Pekín considera suyo.

Consciente de que no podría sostener hostilidades con Pakistán y China al mismo tiempo, India aceptó hace más de tres décadas una “frontera de facto” llamada Línea de Control Actual (LCA), que se extiende a lo largo del Valle de Galwan, controlado por China.

Sin embargo, el status quo empezó a ser cuestionado nada más llegar al poder el nacionalista hindú Nerendra Modi, en 2014; pero no fue hasta el año pasado cuando saltaron todas las alarmas, tras anunciar el gobierno de Nueva Delhi que eliminaba la poca autonomía de la que gozaba Cachemira del resto de India. Islamabad puso el grito en el cielo, mientras que Pekín ordenó reforzar la Línea de Control Actual, especialmente para seguir de cerca la construcción de una carretera del lado indio que al régimen comunista le pareció poco menos que sospechosa.

En lo que se refiere a estrategia militar, China dio el golpe primero, porque acertó con el envío de tropas y con la rapidez en que reaccionó a lo que denunció como una violación india del status quo (la versión de Pekín es que soldados indios cruzaron la frontera ilegalmente). De hecho, todo parece indicar que Modi se tragará su orgullo nacionalista y no habrá represalias por sus soldados muertos.

¿Y cuál es el fondo de esta repentina crisis chino-india? La respuesta es Pakistán, el tercero en discordia.

Pakistán, que sabe que no puede sola contra India, descubrió hace ya unos años que el mejor aliado posible es China, al extremo de que ya no reclama a los chinos el Valle de Shaksgam. A cambio, el régimen de Pekín ha invertido miles de millones de dólares en convertir al puerto de Karachi (sur de Pakistán) en su puerta de salida hacia el Mar Arábigo y hacia la cercana región petrolera del Golfo Pérsico. De hecho, la nación musulmana es estratégica para el ambicioso proyecto de Xi Jinping y su nueva Ruta de la Seda.

Esta es la clave del renacido conflicto en Cachemira: China quiere el control del sur de Asia (como plataforma para su conquista del mundo) e India trata de impedirlo.

fransink@outlook.com