Opinión

El fascismo: una advertencia

José Fernández Santillán, el hombre que transformó la educación en México
José Fernández Santillán, el hombre que transformó la educación en México José Fernández Santillán, el hombre que transformó la educación en México (La Crónica de Hoy)

Diez semanas después de la muerte de Franklin D. Roosevelt, acaecido el 12 de abril de 1945, y a menos de dos meses de haberse rendido los nazis en la Segunda Guerra Mundial, o sea, el 8 de mayo de ese mismo año, el presidente Harry Truman viajó a San Francisco para dirigirse a los representantes de la recién fundada Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pronunció el discurso de clausura el 26 de junio. Fueron palabras llenas de optimismo y esperanza, pero también incluyó un mensaje de cautela: “El fascismo no murió con Mussolini. Hitler fue aniquilado, pero las semillas diseminadas por su desordenada cabeza tienen firmes raíces en demasiadas mentes fanáticas. Es más fácil  deponer a los tiranos y destruir los campos de concentración que sofocar las ideas a las que ellos dieron vida”. Ésta es la preocupación central del libro escrito por Madeleine Albright titulado El Fascismo. Una advertencia (Fascism. A Warning, New York, Harper Collins Publisher, 2018, p. 95).

La exsecretaria de Estado durante la Presidencia de Bill Clinton y profesora de la Universidad de Georgetown lanza la voz de alerta en el sentido de que el fascismo y las tendencias que provoca, en efecto, están regresando a la escena mundial. Así es, echando una mirada sobre lo que acontece en el mundo contemporáneo, nos encontramos con autócratas que están imitando las tácticas tanto de represión como de propaganda del fascismo. La señora Albright menciona a algunos de estos aprendices: Vladimir Putin en Rusia, Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, Rodrigo Duterte en Filipinas, Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Viktor Orbán en Hungría, Jaroslaw Kaczynski en Polonia, Andrej Babis en la República Checa, Abdelrahman al-Sisi en Egipto, Paul Kagame en Ruanda, Ilham Aliyev en Azerbaiyán y Gurbanguly Berdimuhamedow en Turkmenistán.

Hay que tomar en cuenta la admonición de Oswald Spengler quien dijo: “La época del individualismo, del liberalismo y la democracia, del humanismo y la libertad, está llegando a su fin. Las masas van a aceptar con resignación el triunfo de los césares, de los hombres fuertes, y los van a obedecer”. (p. 167)

Al término de la Guerra Fría los estados aprendieron de la experiencia de otros estados. El proceso de transición a la democracia en Iberoamérica en los años setenta y ochenta fue un paso decisivo para abandonar a los regímenes militares. Filipinas se deshizo, en 1986, de “la dictadura conyugal” de Ferdinand e Imelda Marcos. Más tarde, en 1998, Indonesia pudo echar por la borda la autocracia de Suharto. No obstante, aparecieron gentes que se mimetizaron: llegaron al poder a través de los mecanismos formales de la democracia liberal, pero la han distorsionado y destruido. Gobiernos autocráticos alrededor del mundo están socavando a la democracia. Como si fuera una escuela de déspotas, podríamos imaginar las materias que han cursado: cómo manipular un referéndum constitucional; cómo intimidar a los medios de comunicación; cómo destruir a los rivales políticos a través de la invención de investigaciones judiciales falsas y la diseminación de noticias falsas (fake news); cómo crear una Comisión de Derechos Humanos que encubrirá la violación de los derechos humanos; cómo cooptar al poder Legislativo, y cómo dividir, reprimir y desmoralizar a los oponentes de tal manera que nadie piense que podrá derrocar al autócrata. (p. 168).

Entre los muchos casos que Albright cita en su libro está el de Viktor Orbán de Hungría, quien en un discurso pronunciado en Baile Tusnad, el 26 de julio de 2014, habló de que en su país se había implantado una democracia i-liberal: “Una democracia iliberal está basada en las supuestas necesidades de la comunidad en lugar de los inalienables derechos individuales. Es democrática porque respeta la voluntad de la mayoría; es no-liberal porque se desentiende de las minorías”. (p. 172). El gran enemigo de Orbán es el multimillonario y filántropo George Soros, quien ha afirmado que, en realidad, Hungría (su país natal) se ha convertido en un “Estado mafioso”.

  El blanco polémico de Albright es el actual Presidente de los Estados Unidos: “Trump es el primer presidente antidemocrático en la historia moderna de este país. Desde los primeros momentos de su mandato hizo ostentación de su desdén por las instituciones democráticas, los ideales de la igualdad y la justicia social, el discurso cívico y las virtudes cívicas y los Estados Unidos en su conjunto”. (p. 246) Es indudable el peso que tiene Estados Unidos y la influencia que ejerce sobre otras naciones. En tal virtud, muchos líderes observan lo que hace el magnate neoyorquino y lo toman como modelo a imitar. Lo que señala Madeleine Albright es escalofriante: “Ellos caminan siguiendo la huella dejada por el otro, como Hitler hizo con Mussolini. Y hoy la manada se está moviendo rumbo al fascismo”. (ídem). 

Una parte central de la estrategia fascista es la mentira; lo más importante es convencer a la gente de que tome como cierta a la falsedad. Por eso decía Goebbels: “La forma más efectiva de persuasión es aquella cuando tú no te das cuenta de que estás siendo persuadido”.

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