Ni la encuesta más pesimista auguraba la debacle del PP. El histórico Partido Popular, que llevó al poder a José María Aznar y a Mariano Rajoy, llegó a las elecciones con una estimación de entre 90 y 70 escaños. Se quedó con 66 escaños. Ha perdido 71 escaños y se ha quedado sin ninguna representación en el País Vasco, mientras que en Cataluña sólo logró salvar un escaño en la circunscripción de Barcelona.

El culpable de esta catástrofe electoral tiene un nombre: Pablo Casado, el candidato que apostó por sacar al PP del centroderecha que defendía Rajoy y lo llevó al radicalismo, al punto de solicitar en el último día de campaña un gobierno de coalición con Vox, la extrema derecha.

Para ilustrar la dimensión de la debacle del PP, en las elecciones de noviembre de 2011, el PP de Rajoy logró casi 11 millones de votos. Ayer Casado perdió casi seis millones de votantes.

Pese al rotundo fracaso, Casado no hizo ayer ningún ademán de dimitir.

“Soy especialista e venir aquí en días complicados”, dijo ante unos desilusionados militantes. “Yo no eludo responsabilidades. El resultado ha sido muy malo, pero hay que estar a las duras y a las maduras”, declaró y aprovechó para felicitar a Sánchez y al “gran partido” PSOE por su victoria.

Sobre la causada de la derrota del PP, Casado la achacó a la división del voto de la derecha. “Se ha castigado muchísimo la fragmentación de voto”, lamentó.

De hecho, Vox logró en las últimas elecciones 44 mil votos, una cifra insignificante. Ayer, el partido del ultraderechista Santiago Abascal logró dos millones 654 mil votos.