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El golpe contra Gucci Grace

El patrón del ascenso meteórico de Grace Mugabe suena familiar (o al menos debería sonarle familiar a otras mujeres poderosas que cayeron en desgracia, como la filipina Imelda Marcos o la viuda de Mao)

El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, y su esposa Grace Mugabe, ríen durante un acto público.
El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, y su esposa Grace Mugabe, ríen durante un acto público. El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, y su esposa Grace Mugabe, ríen durante un acto público. (La Crónica de Hoy)

El patrón del ascenso meteórico de Grace Mugabe suena familiar (o al menos debería sonarle familiar a otras mujeres poderosas que cayeron en desgracia, como la filipina Imelda Marcos o la viuda de Mao): joven secretaria, que se convierte en amante, que se convierte en primera dama y que aspira a seguir gobernando desde la sombra a la muerte de su anciano marido.

Este era el plan de Gucci Grace (52 años), como es conocida por su lujoso tren de vida la esposa del presidente derrocado de Zimbabue, Robert Mugabe (93 años). La maniobra de la primera dama para apartar a sus adversarios y colocar a sus fieles, se considera la causa por la que los militares se atrevieron a arrestar al “hombre fuerte” de Zimbabue, el mismo que en 1980 acabó con el apartheid en ese país y que aplicó una “limpieza étnica” de blancos, consentida “de facto” por las grandes potencias.

Nadie sabe dónde durmió ayer Gucci Grace, lo que sí han aparecido en la casa donde está arrestado su marido son 3 mil pares de zapatos de mujer, los cuales, según la prensa local, debían estar “pulidos en todo momento”. De confirmarse este dato, Grace habría logrado superar la infame marca que batió en su día Imelda, la viuda del dictador filipino, Ferdinand Marcos, a quien “sólo” le incautaron mil pares de zapatos.

Es probable que el pueblo zimbabuense, lejos de lamentar el golpe de Estado militar, esté deseando que triunfe y acabe con el reinado de Mugabe, quien, al igual que otros “héroes antiimperialistas” de la descolonización africana, como el libio Muamar Gadafi, acabaron convirtiéndose en tiranos aferrados al poder mediante el terror y deslumbrados por el lujo y la extravagancia.

Gucci Grace, la misma que se gastó 100 mil euros en dos horas de “shopping” en París y que se tituló como doctora en sociología, tan solo dos meses después de ingresar en la universidad, arriesgó en su apuesta al echar del país al vicepresidente, un veterano militar, y perdió.

Si nadie lo impide, ahora sólo le queda conformarse con saber en qué gastará los miles de millones de dólares que saqueó de las arcas y oculta en paraísos fiscales. Qué mejor remedio que éste para olvidar a su decrépito marido y al 70 por ciento de la población de Zimbabue que vive en la miseria, de donde ella misma salió.

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